Blog del párroco2024-03-19T07:41:55ZGil Herrero AntonCopyright 2024, Gil Herrero AntonSPHPBLOG25º DOMINGO DE TIEMPO ORDINARIO. Ciclo B. 20-09-2015. Sabiduría 2, 17-20. Acechemos al justo, que nos parece incómodo.
Salmo. El Señor sostiene mi vida.
Santiago 3, 16 – 4, 3. Pedís y no recibís porque pedís mal.
Marcos 9, 29-36. El que acoge a un niño como éste en mi nombre me acoge a mí, y el que me acoge a mí acoge a quien me ha enviado.
Jesús hace el segundo anuncio de su pasión; los discípulos, que saben de qué va, temen preguntar a Jesús y siguen entretenidos con la discusión de quien es el más importante.
Jesús se sentó, habla como maestro, y les dice que quien quiera ser el primero, que sea el último y el servidor de todos. Y Jesús hizo un gesto nuevo: acercó a un niño, lo puso en medio, lo abrazó y les dijo: “el que acoge a un niño como éste, me acoge a mí, y quien me acoge a mí acoge a quien me ha enviado”.
Muchos exégetas dicen que “el niño” representa al pobre. Estos días, es de cruel actualidad el drama de los refugiados, el sufrimiento, los rechazos, la impotencia… Y el misterio de por qué hemos llegado a esta situación, en la que tantos pobres, que están resistiendo por ayudas familiares, se encuentran con otros más pobres que ellos. Siempre resonará en nuestra conciencia la palabra de Jesús que llama a nuestra puerta en “la persona pobre y desamparada”.
Pero hoy quiero decir una palabra sobre los niños y Jesús.
Los niños se acercaban al Señor y les bendecía. En la entrada a Jerusalén lo aclamaron. Hay milagros con niños. Hoy los pone como ejemplo “hacerse como este niño” en otras versiones de sinópticos. El Señor está con los niños y los niños le siguen y le aclaman.
¿Por qué hoy no cuidamos ni valoramos la educación cristiana de los niños? Dios debe ser alguien que desde el principio esté presente en la vida del niño, formando parte su conocimiento de las experiencias básicas y primeras. Hay cosas que a un niño no se les enseña, el nombre de sus padres…, porque forma parte de ellos y lo han sabido siempre. Aprender a rezar, sentir a Dios cerca, incorporar a su vida los aprendizajes básicos de la vida cristiana.
Trasmitir la fe es una misión y un privilegio. Un niño siempre guardará lo que ha recibido de las personas que más le aman. No podemos privar a un niño del conocimiento y de la experiencia de quien es Dios para él.
Hoy, por desgracia, hay muchos niños bautizados que no han aprendido en sus familias a santiguarse, que no saben rezar y que no saben entrar ni estar en una iglesia. Tenemos que emplearnos a fondo en las familias, ya que tenemos tantas dificultades en los medios de comunicación, en las escuelas, en el ambiente social…Incluso, la preparación a la recepción de los sacramentos de iniciación cristiana, por la falta de preparación y de continuidad, muchas veces se convierte en un punto y final en la vida cristiana de muchos niños.
Son los primeros en el Reino. No se lo impidamos. ]]>http://parroquiaelremedio.es/blog/index.php?entry=entry150919-1041282015-09-19T00:00:00Z2015-09-19T00:00:00Z24º DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO Isaías 50, 5-10. Mirad, el Señor me ayuda. ¿Quién probará que soy culpable?
Salmo 114. Caminaré en presencia del Señor en el país de la vida.
Santiago 2, 14-18. La fe, si no tiene obras, está muerta.
Marcos 8, 27-35. Y vosotros, ¿Quién decís que soy yo?
¿Quién dice la gente que soy yo? ¿Quién decís vosotros que soy yo? Jesús pide más que una respuesta, espera una aclamación.
Nosotros para él somos alguien por quien dio la vida, y ¿Quién es él para nosotros?
En nuestro mundo crece la increencia, la indefinición para evitar compromisos; parece incluso que ha desaparecido la posibilidad de “dar la cara” por alguien. A veces nos encontramos en situaciones que la gente pasa de largo ante la persona maltratada, accidentada…no tenemos tiempo y no queremos problemas. Incluso, cuando a alguien no le va bien, parece que le desaparecen los amigos.
El Señor nos pide saber quién es él para nosotros y que tengamos valor de confesar su nombre. Hay que evitar ese anonimato de quien no le importa nada el otro. La fe es creer, confiar, amar, dar la cara.
Pedro confesó la fe: tú eres el Mesías. Pero aun tuvo que recorrer un largo camino, porque Jesús no era Mesías como se lo imaginaba Pedro, sino Mesías sufriente que pasa por la Cruz. Hoy hace el primer anuncio de la pasión y es muy difícil aceptar un Mesías crucificado.
Pedro no aceptaba un Mesías que tuviera que fracasar y sufrir, y se ganó las palabras más duras del evangelio de Jesús:”apártate de mi vista, Satanás. Tú piensas como los hombres, no como Dios”. No es fácil pensar y actuar como Dios. El mismo Pedro, en la pasión, ante la amenaza de denuncia, negó al Señor: “No le conozco”.
No es fácil profesar la fe entendida como una unión total con el Señor, en sus prioridades y en sus formas, hasta el punto de compartir su propio destino.
Además, la fe necesita obras para estar viva, para ser auténtica. Debemos ser testigos creíbles del Señor y de su evangelio.
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Salmo 145. Alaba, alma mía, al Señor.
Santiago 2, 1-5. No juntéis la fe con la acepción de personas.
Marcos 7, 31-37. “Ábrete”.
A Jesús, de camino, presentan a un “hombre sordo que apenas podía hablar”, a una persona cerrada y bloqueada, incomunicada con Dios y con los demás, y le piden que le imponga las manos.
Jesús, con delicadeza, se lo lleva aparte. Le toca los oídos, con saliva le moja la lengua (como si estuviera recreando a aquel hombre). Ora mirando al cielo, suspira porque siente el dolor y el sufrimiento humano…y grita en su lengua materna, en arameo: “Ábrete” (como gritó al mar embravecido, como gritó desde el templo o ante la tumba de su amigo Lázaro). Poniendo toda su fe y su fuerza.
Necesitamos vivir abiertos a Dios y a los demás. En este tiempo se disimula la condición de creyente, debemos ser testigos del Señor con normalidad y con valor. Debemos estar orgullosos de aquel en quien creemos y que nos saca permanentemente de todas las cerrazones, oscuridades, esclavitudes. El sordo y sus amigos proclamaban con valor y alegría lo que Dios había hecho en ellos.
Hoy hay muchas sorderas, muchas cegueras y se utiliza la palabra no desde la verdad y para tender puentes, sino desde otros intereses. Hay muchas personas solas y bloqueadas, incomunicadas. ¿Por miedo, por comodidad, por pragmatismo, por desamor…? Isaías nos dice: decid a los cobardes de corazón, sed fuertes, no temáis; y Santiago, en la Segunda lectura, nos pide que no hagamos acepción de personas.
La Iglesia y los cristianos debemos estar “abiertos” a todas las pobrezas y sufrimientos, como Cristo, y no por intereses proselitistas, sino por la dignidad que todo hombre tiene como hijo de Dios. La Iglesia no puede estar mirándose permanentemente a sí misma.
No es fácil vivir abiertos a Dios y a los demás. Si no estamos abiertos a Dios, difícilmente podremos tener sensibilidad y valor para abrirnos ante “el hermano pobre y desamparado”, como decimos en una plegaria eucarística. Por otra parte, solamente si vivimos abiertos a Dios y a los problemas de las personas de nuestro tiempo, podremos crecer como personas y ser útiles y felices.
La Iglesia hace presente el amor continuo y misericordioso de Dios que permanentemente busca estar en diálogo con el hombre y salvarle. ]]>http://parroquiaelremedio.es/blog/index.php?entry=entry150905-1016412015-09-05T00:00:00Z2015-09-05T00:00:00Z21º del TIEMPO ORDINARIO. Ciclo B. 23-8-2015 Josué 24, 1-2ª. 15-17. 18b. Escoged a quien servir…Nosotros serviremos al Señor porque él es nuestro Dios.
Salmo 33. Gustad y ved que bueno es el Señor.
Efesios 5, 21-32. Guardaos mutuamente respeto en atención a Cristo.
Juan 6, 61-70. Señor, ¿a quién iremos? Tus palabras dan vida eterna.
Hoy acabamos el largo discurso de Jesús explicando el capítulo 6 de Juan, el discurso del pan de vida, que hemos ido reflexionando durante cuatro domingos. Y contemplamos las reacciones que han generado sus palabras, entre sus seguidores y entre los mismos discípulos.
Jesús no es un nuevo Moisés que les trae un pan “fácil” que les lleva a hartarse sin trabajo ni sacrificio. Jesús trae el pan de vida, es más, Jesús es el pan de vida. La unión con él es vida eterna.
Los que le escuchaban murmuraban y decían: “este modo de hablar es inaceptable ¿Quién puede hacerle caso?”. Tuvieron que optar entre seguirle o no, entre aceptarle o rechazarle. Y algunos comenzaron a separarse de él, creyentes y no creyentes.
Jesús no rebaja él misterio: aun tienen que ver cosas mayores. Tienen que ver al Hijo del Hombre volver a donde estaba.
El problema de rebajar el contenido de la fe, a lo razonablemente aceptable por la mayoría, es un problema que tenemos en la Iglesia. La fidelidad está en adherirnos a Cristo, a todo lo que él es, dice y supone. Así, San Juan, nos completa su visión sobre el Señor: es el Pan vivo bajado del cielo, enviado por el Padre, Pan ofrecido en la Cruz para vida del mundo y que retorna al Padre. Y sus palabras son espíritu y vida, y hay que entenderle en el sentido y contenido de lo que nos dice y de lo que él vive.
Pedro, como siempre, dará el testimonio de la fe: “Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de vida eterna”. Nosotros también tendremos que elegir si queremos a Dios o no le queremos, y a qué Dios queremos, al que adaptamos a nuestros gustos o al entregado y crucificado.
Hoy muchos se han separado de la Iglesia. Israel, en la primera lectura, dice:”Nosotros serviremos al Señor”. Los apóstoles, también se quedaron con él, aunque les resultó duro el discurso. Quedarse es aceptar a Cristo, su vida, su misión.
Todos vivimos situaciones en las que se pone a prueba nuestra fe: cuando actuamos desde los respetos humanos, o nos dejamos llevar por opiniones y posturas “buenistas” que responden a sensibilidades fáciles y de moda, pero que no son exigencia de nuestra fe en el Señor. La fe puede estar diluida, enmascarada, traicionada, olvidada, maquillada…Optar por Cristo es ser como Cristo aunque en ello nos vayan incomprensiones, dificultades…o la vida misma.
En la segunda lectura Pablo recomienda a los esposos y a toda la comunidad cristiana, el respeto y el amor. Es lo que hace Dios con todos nosotros. El que respeta, valora; y el que ama, se entrega. ]]>http://parroquiaelremedio.es/blog/index.php?entry=entry150820-0955252015-08-20T00:00:00Z2015-08-20T00:00:00Z20º TIEMPO ORDINARIO. CicloB. 16-8-2015 Proverbios 9, 1-6: La sabiduría dice: “Venid a comer mi pan…”
Salmo 33: Venid, hijos, escuchadme: voy a enseñaros el temor del Señor.
Efesios 5, 15-20: Tratad de descubrir cuál es la voluntad del Señor.
Juan 6, 51-58. El que come mi carne y bebe mi sangre habita en mí y yo en él.
Hoy es el 4º domingo que leemos el capítulo 6º del evangelio de San Juan, el discurso del pan de vida. Vimos el signo de la multiplicación de los panes y los peces; escuchamos el anuncio de Jesús de que él es el pan de vida; nos alertó Jesús del peligro de las murmuraciones cuando nos quedamos en lo superficial y no sabemos llegar a lo esencial.
Hoy Jesús nos adelanta el regalo que nos hará en la institución de la Eucaristía: “El pan que yo daré es mi carne para la vida del mundo”. Jesús nos habla de un pan que nos tiene que dar. En la última cena, cuando tome el pan en sus manos, lo bendiga, lo parta, lo reparta y diga “tomad y comed, esto es mi cuerpo, entregado por vosotros” se comprenderá con plenitud las palabras que escuchamos hoy.
El verdadero pan es su carne, su persona, entregada para la vida del mundo. Con un gran realismo, que no admite confusiones ni tergiversaciones, dice el Señor: “El que come mi carne y bebe mi sangre tiene vida eterna y yo lo resucitaré en el último día”. En la comunión recibimos al Cristo glorioso real.
La Eucaristía es memorial, revelación y don. Cuando celebramos la eucaristía, en cada misa, el Señor actualiza su encarnación, su pasión, su entrega al Padre, su entrega a nosotros. En la comunión nos da su persona y su vida divina para que podamos transformarnos en él.
El Verbo se hizo carne y el cristiano se alimenta del Verbo encarnado. Solo la carne y sangre de Cristo glorioso nos pueden resucitar el último día.
El cristiano tiene que contemplar la grandeza de este don que emociona y que nos permite vivir en comunión real con el Señor, compartir su intimidad, llenarnos de su vida, participar de su gloria del cielo. El cristiano puede vivir en Cristo, desde el niño de primera comunión hasta el enfermo más terminal. Nuestra vida es Cristo.
La primera lectura de hoy nos recuerda que no solo de pan vive el hombre. Tenemos que alimentarnos de la palabra de Dios que nos da sabiduría y que forma nuestra conciencia, para que, como dirá San Pablo, llevemos una vida consciente, sensata, aprovechemos el tiempo y llevemos una vida según el Espíritu.
La Eucaristía tiene que configurar a la Iglesia y a la vida de cada cristiano. En ella tenemos a Cristo, su entrega, su estilo, su misión, su vida. Tenemos que ser eucaristía. En este tiempo se discute mucho la presencia institucional de las autoridades en las eucaristías y en los actos públicos, valorados por ser costumbres o tradiciones folclóricas, y no se piensa en lo que se celebra ni en la autenticidad de vida de quien celebra y de quien participa. Cuidemos la dignidad de las celebraciones y su verdad, que se expresa en la vida evangélica de quien participa y en el compromiso con los pobres.
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Salmo 44. Dios te ha bendecido para siempre.
1ª Corintios 15, 20-27ª. Primero Cristo, como primicia, después todos los que son de Cristo.
Lucas 1, 39-56.El poderoso ha hecho obras grandes por mí; enaltece a los humildes.
La fiesta central de los cristianos es la resurrección del Señor: Jesús es el Hijo de Dios, su vida y su obra son verdad; su resurrección es garantía de la nuestra, él es el hermano mayor y nos ha abierto el camino. El vive para siempre.
María es la primera que participa de la gloria de Cristo. Dios, a lo largo de la historia, siempre ha actuado a favor de su pueblo; es Dios de los humildes, Dios salvador y libertador.
María es la humilde esclava del Señor. María es la Madre que le da su propia carne. María es el modelo de vida cristiana que Jesús quiere para todos los discípulos. María es quien más unida estuvo en su vida, predicación y muerte. María es quien mantuvo la esperanza en él, porque todo lo conservaba en su corazón. Esta solemnidad de hoy es una fiesta de esperanza, porque la Iglesia confía y espera participar un día de la misma gloria que Jesús y María en el cielo.
Hoy nos alegramos los cristianos del triunfo de nuestra Madre: el Señor la ha querido tener siempre con él. Pero hoy la contemplamos intercediendo desde el cielo permanentemente por nosotros. En la cruz recibió la misión “mujer ahí tienes a tu hijo” y ella no ha dejado de cumplir el encargo.
Hoy es un día para alegrarnos porque los pobres y los indefensos no son los fracasados del mundo y de la vida: “el Señor enaltece a los humildes”. Los éxitos de este mundo son limitados, frágiles y poco duraderos y muchas veces se consiguen por caminos no adecuados. La salvación de Dios es para siempre.
Alegrémonos con toda la Iglesia como buenos hijos, en esta fiesta de la Virgen en su Asunción al cielo. Alegrémonos porque la tenemos como madre permanentemente dedicada a nosotros. Y alegrémonos porque su victoria es esperanza para los humildes y los pobres. ]]>http://parroquiaelremedio.es/blog/index.php?entry=entry150813-0941192015-08-13T00:00:00Z2015-08-13T00:00:00Z19º DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO. Ciclo B. 9-8-2015 1ºde los Reyes 19, 4-8. Levántate y come, que el camino es superior a tus fuerzas.
Salmo 33. Gustad y ved qué bueno es el Señor.
Efesios 4,30 – 5,2. Sed imitadores de Dios como hijos queridos y vivid en el amor como Cristo os amó.
Juan 6, 41-52. El pan que yo daré es mi carne para vida del mundo.
Este es el tercer domingo que leemos el capítulo 6 del evangelio de San Juan, el discurso del pan de vida.
Jesús se fija en las murmuraciones de la gente ante sus palabras. Les resulta difícil creer que “él es el pan bajado del cielo”, y más difícil porque conocen sus orígenes humanos, saben quién es su padre y su madre. Les resulta difícil contemplar su dimensión divina.
Jesús insiste: “Yo soy el pan de la vida”. Jesús no viene a darnos nada material, sino que se nos da él mismo, su vida, que es vida para siempre. Y el signo es la eucaristía, el pan y el vino, su cuerpo y su sangre.
Pero este se acoge desde la fe. Siempre ha sido difícil para las personas comprender, acoger, aceptar… ¿creer?
La fe supone mirar a Jesús de otra manera, con admiración, con gratitud, con mucho amor. Entonces el viene a nosotros en su palabra, su palabra es la verdad. “Yo soy el pan de vida”, la vida es Jesús, y para siempre. Se tiene vida si se es como él.
Ya no hay dudas ni discusiones, ni hacen falta más razonamientos: solo Jesús es la vida eterna.
En la primera lectura Elías está a punto de desfallecer; Dios le invita a levantarse, comer, le da nuevas fuerzas…y hacia adelante. Pablo en la segunda lectura nos trasmite un mensaje lleno de vida: “desterrad de vosotros la amargura, la ira, los enfados, los insultos y toda maldad…sed imitadores de Dios…vivid en el amor…como Cristo que se por vosotros como oblación y víctima de suave olor”.
Fe en Cristo, en su persona, en su vida. La fe en el Señor destierra el peligro de vivir centrados solo en nosotros y para nosotros mismos y de de experimentar el vacío, la parálisis y la falta de fuerzas y de horizontes.
La fe es la forma superior de conocimiento, que se apoya en la luz y la sabiduría de Dios. Hay que vivir en coherencia con ella para que no se pierda ni se disipe.
La Eucaristía vivida y celebrada exprese, alimenta y acrecienta la fe.
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Salmo 77. El Señor les dio pan del cielo.
Efesios 4, 17. 20-24. Cristo os ha enseñado a abandonar vuestra anterior forma de vivir y a renovaros en la mente y en el espíritu. Juan 6, 24-35. El que viene a mí no pasará hambre, y el que cree en mí no pasará nunca sed.
En las dificultades y problemas de la vida, tenemos tendencia a echar la culpa a Dios. Es con quien nos enfadamos, y dejamos la práctica religiosa, creo que es una excusa, cuando sufrimos alguna contrariedad, enfermedad o muerte de un ser querido, “nos habéis sacado a este desierto para matar de hambre a toda la comunidad”. Pero el Señor dijo a Moisés y nos sigue diciendo: Yo haré llover pan del cielo para que el pueblo viva.
En la segunda lectura Pablo nos plantea una cuestión muy actual: vivir en la diversidad. Éfeso es una ciudad asiática muy cosmopolita, como ahora cualquier ciudad nuestra, con personas de diferentes razas, religiones, culturas…El apóstol nos invita a no fundirnos ni diluirnos, sino a vivir “como hemos aprendido de Cristo”, a dejar el hombre viejo, y a renovarnos en justicia y santidad verdadera.
Y en el evangelio Jesús nos explica el signo de la multiplicación de los panes y los peces. Nos llama la atención que la gente buscaba a Jesús por interés; muchas veces nos piden lo que nosotros, la iglesia, no consideramos lo principal que debemos dar:”me buscáis porque habéis comido pan hasta saciaros”. Hay que buscar a Cristo, él es la vida y las obras que debemos hacer es lo que él nos pide.
Hoy es urgente visibilizar el evangelio en una cultura en la que se elimina todo lo que puede hacer presente y referir a Dios, con la autenticidad y santidad de la vida cristiana y el incuestionable testimonio de la honradez y de la caridad real. ]]>http://parroquiaelremedio.es/blog/index.php?entry=entry150801-0940482015-08-01T00:00:00Z2015-08-01T00:00:00Z16º DEL TIEMPO ORDINARIO. Ciclo B. 19-7-2015 Jeremías 23, 1-6. Reuniré el resto de mis ovejas y les pondré pastores.
Salmo 22. El Señor es mi pastor, nada me falta.
Efesios 2, 13-18. El es nuestra paz, el ha hecho de los dos pueblos una sola cosa.
Marcos 6, 30-34. Andaban como ovejas sin pastor
Hoy, en pleno verano, el Señor nos invita a los pastores a descansar y a recuperarnos del desgaste que supone el trabajo diario, las dificultades encontradas, la vida en general: “Venid vosotros solos a un sitio tranquilo a descansar un poco”.
En la lectura de Jeremías el Señor se dirige a los pastores y los invita a ser buenos: que amen a las ovejas y no quieran que sufran, que estén cerca de ellas y se identifiquen con sus problemas. El buen pastor acompaña, sirve, media y defiende. El buen pastor tiene que identificarse con el Señor y actuar como él. Servir al pastor es servir a Cristo.
El salmo 22 nos describe el ser, la misión y la actuación de Jesús para con nosotros. ¡Cuánta riqueza encontramos el él llevado a la oración! ¡y cuánto consuelo!. El Señor es el único pastor.
Marcos nos presenta a los apóstoles cansados, agobiados y desanimados a la vuelta de la misión. Jesús los cuidó, deseando que descansaran, hablaran y lo hicieran en comunidad. ¡Qué necesario es que los sacerdotes tengamos espacios de fraternidad y confianza donde compartir sufrimientos, desaciertos y satisfacciones personales! Muchas veces la soledad hace que las dificultades aumenten de tamaño y nos terminen aplastando! No puede haber sacerdotes no queridos y ayudados por sus comunidades, aislados del presbiterio y no atendidos por sus pastores.
Las comunidades hoy son multirraciales y multiculturales, con formación y costumbres muy diversas. También se acercan a las parroquias muchas personas solas y con “heridas” provocadas por la vida: “Ovejas sin pastor”. Es necesario que las comunidades sean acogedoras y encontremos en ellas lugares donde encontrar ayuda, donde nos sintamos escuchados y ayudados, podamos compartir y servir y encontremos descanso en la fraternidad y en la celebración.
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Salmo 84. Muéstranos, Señor tu misericordia y danos tu salvación.
Efesios 1, 3-14. Nos eligió en la Persona de Cristo, antes de crear el mundo.
Marcos 6, 7-13. Los fue enviando.
Hoy la palabra de Dios nos envía a ser misioneros. Hemos conocido a Jesús, hemos estado con él, hemos escuchado su mensaje, lo debemos trasmitir.
Amós no era profeta ni hijo de profetas, era pastor y cultivador de higos, y fue enviado a profetizar al pueblo de Dios.
La carta a los hebreos nos recuerda que hemos sido elegidos, desde antes de la creación del mundo, para ser santos y enviados. La santidad y la misión son la razón de nuestra vida.
Enviados ¿a qué? A anunciar a Jesús, la Buena Noticia del amor de Dios. A anunciar cómo es él, cómo vive él, qué quiere él, cual es su proyecto sobre el mundo y sobre la vida. La Iglesia tiene el poder de Jesús para actuar como él.
La Iglesia vive la prolongación del ministerio de Jesús. Jesús llama a gente sencilla y quiere que la misión sea sencilla y austera para que brille lo fundamental y no nos entretengamos en otras cuestiones: ligeros de equipaje, no cargar con estorbos, no buscar otros intereses.
El rechazo es posible. El Señor también lo sufrió, en su pueblo, en su familia, ante las autoridades religiosas de su tiempo; pero esto no nos ha de sorprender ni desanimar.
La fuerza del mensaje está en su verdad transformadora, en la fuerza del espíritu que nos impulsa, sostiene y orienta.
El mensajero debe ser trasparente y santo. No un obstáculo, sino un medio útil; pero siempre está el misterio de la aceptación por parte de quien lo recibe. La libertad personal nos puede cerrar a la acción de la gracia. No obstante hay que seguir. Jesús no se cansaba de consolar, curar, predicar. El mundo está muy cerrado a la acción de Dios. Hay que seguir con el testimonio de la misericordia. Dios nunca se rinde ni abandona, la Iglesia, tampoco.
En toda ocasión, con el espíritu de Jesús, a llevar la salvación a los pobres.