Blog del párroco
DOMINGO DE PENTECOSTES 
viernes, mayo 21, 2010, 04:00 PM - Comentarios a las Lecturas
DOMINGO DE PENTECOSTES
1ª Lectura: Hechos 2, 1-11: Todos quedaron llenos del Espíritu Santo
Salmo 103: Envías tu Espíritu, los creas y renuevas la faz de la tierra.
2ª Lectura: 1ª Corintios 12, 3-7. 12-13: En cada uno se manifiesta el Espíritu para el bien común.
Evangelio: Juan 20, 19-23: Exhaló su aliento sobre ellos y les dijo: “Recibid el Espíritu Santo”.

Pentecostés marca la hora de la Iglesia, el comienzo de su vida y de su misión.

Jesús, antes de marcharse, dijo a los apóstoles que no les dejaría solos, que les enviaría el Espíritu Santo. El les conduciría a la verdad plena para que lo vieran todo desde la sabiduría de Dios. El les daría fuerza para cumplir la misión encomendada, y valor, para ser sus testigos hasta en los momentos más difíciles. El les aumentaría la capacidad para comprender la Palabra y, así, servir mejor a los hermanos. El les procuraría una caridad más eficaz y afectuosa, para que pusiesen mas empeño en cuidar la fe y la vida cristiana.

El Espíritu Santo cambió sus vidas, les transformó, les hizo unos hombres nuevos. Fueron recreados desde la misma vida de Dios. Con esta fuerza, les envió Jesucristo a continuar su misión de transformar a las personas y la realidad en la que viven, según el proyecto de Dios.

Nosotros hemos recibido y recibimos el Espíritu Santo en muchas ocasiones. En nuestro bautismo fuimos ungidos y hechos miembros de un pueblo de sacerdotes, profetas y reyes, o sea, de un pueblo capaz de ofrecer su vida, de entregarla, de hacerla eucaristía con Cristo; de ser testigos de la verdad, superando mentiras, disimulos, oportunismos convenientes; de ser conductores de nuestra propia vida, señores, con la ayuda de la gracia, plantando cara a las tentaciones y malas inclinaciones. También lo recibimos en la Confirmación, como don sobrenatural que nos capacita para defender y difundir la fe. En cada Eucaristía, que al transformar el pan y el vino en Cristo vivo y resucitado que se entrega, quiere transformarnos a nosotros y convertirnos en Cristo y, mas allá de nuestras diferencias, a cada comunidad de cristianos, en una comunidad de hermanos. La presencia del Espíritu se puede notar.

El Espíritu es el alma de la Iglesia: “Envías tu Espíritu y los creas, y repueblas la faz de la tierra”.
El Espíritu se nos da en semilla, con capacidad de crecer mucho. Hay que valorarlo, agradecerlo, acrecentarlo, para que este don, cree firmes virtudes y favorezca la aparición de muchos carismas que nos ayuden a crecer en santidad y nos capaciten para servir mejor a los hermanos.

La presencia del Espíritu Santo está en las almas que están en gracia de Dios. En quienes tienen una visión sobrenatural de todo, por encima del propio interés; en quienes tienen el corazón lleno de paz por la confianza que ponen en el Señor, y la trasmiten y la construyen. En los que viven y testimonian su fe con sencillez y normalidad en todos los ambientes, sin falsos respetos humanos.
El Espíritu está presente cuando hay diálogo respetuoso, comunión a pesar de la diversidad de opiniones, alegría y paz.

El Señor sigue enviando su Espíritu para renovar la faz de la tierra, para renovarnos a su imagen y, así, tengamos su misma vida.

Pentecostés nos recuerda que no estamos solos y que todo no depende solo de nosotros.
Pentecostés hace que veamos a la Iglesia no como una sociedad de hombres con fines e intereses humanos, sino como una comunidad de hermanos, como el cuerpo de Cristo, como al Pueblo de Dios.

El día de Pentecostés la Iglesia celebra la jornada de todos los Movimientos laicales, el día de la Acción Católica, de todos los movimientos de apostolado seglar. Todos los laicos nos sentimos enviados en nuestra tarea por Jesucristo, con una fuerza mayor y distinta que nuestra capacidad personal, el Espíritu Santo y nunca estamos solos en la misión, porque lo hacemos en la Iglesia y con la Iglesia.



Comentarios