Blog del párroco
Domingo 24º del Tiempo Ordinario (12 de septiembre) 
viernes, septiembre 10, 2010, 11:47 PM - Comentarios a las Lecturas
DOMINGO 24º DEL TIEMPO ORDIARIO (12 de septiembre)

1ª Lectura: Éxodo 32, 7-14: El Señor se arrepintió de la amenaza que había pronunciado.

Salmo 50: Me pondré encamino adonde está mi padre.

2ª Lectura: 1ª a Timoteo: Jesús vino al mundo a salvar a los pecadores.

Evangelio: Lucas 15, 1-32: Habrá alegría en el cielo por un solo pecador que se convierta.

Es siempre la misma historia.
Una y otra vez, el pueblo se aleja de Dios y Dios sale a buscarlo.
En el éxodo, al poco de sellar Dios en el Sinaí su alianza, los israelitas se fabricaron el becerro de oro y Dios les perdonó.
Es la historia que se nos narra Pablo en la 1ª a Timoteo: “a mí, que era un blasfemo y perseguidor…Dios me ha tratado con misericordia”.
Son las historias que nos cuenta Lucas, la de la oveja perdida que el pastor bueno sale a buscar y cuando la encuentra vuelve con ella rebosante de alegría; y la de la moneda perdida encontrada con mucho esfuerzo y que provoca una gran fiesta; o la del padre bueno que abandonado y ninguneado por el hijo que piensa que para ser feliz tiene que prescindir del padre, de su familia y de todo lo que ha aprendido. El padre, en silencio, siempre espera, para acoger de nuevo, como hijo muy querido, a quien le ha abandonado, sin reproches, para que recupere su dignidad perdida.

La historia del padre bueno nos sitúa ante el misterio de Dios y el misterio de la condición humana. El hijo menor, como muchas personas, quiere romper ataduras, piensa que para ser libre, tiene que desaparecer su padre: dame la parte de herencia que me corresponde. El padre accede porque sabe que el hijo debe decidir libremente su camino, aun con todos los riesgos.
Es la situación actual. Cuantas personas y cuantas veces incluso nosotros mismos, pensamos que para ser felices y realizarnos debemos vernos libres de Dios, quien debe desaparecer de las conciencias y de la sociedad, porque es un freno y un peso. El Padre siempre guarda silencio, nos sigue de cerca, pero no nos coacciona. Cada mañana nos seguirá esperando.

Con tristeza y preocupación vemos como la sociedad moderna se aleja de Dios, de su doctrina, de su autoridad, de su recuerdo. Esperamos que Dios nos siga acompañando aunque nos empeñemos en perderle de vista.
Cuando el hijo de la parábola se instala en una vida desordenada y caótica, y llega a experimentar el vacío interior y el hambre de Dios, puede aparecer en su interior el deseo de una libertad nueva y verdadera junto a su padre. Reconoce su error y toma una decisión> me pondré en camino y volveré junto a mi padre.

Muchos lo harían si conocieran a ese Dios, que según la parábola de Jesús, sale corriendo en nuestra búsqueda, nos abraza, nos perdona, nos dignifica. Hace que volvamos a sentirnos personas, hijos y hermanos. Por desgracia, para muchas personas, Dios ha desaparecido por completo del horizonte de sus vidas.

Los cristianos, en vez de llevar una vida que refleje miedos, tristezas, fastidios…necesitamos vivir desde la experiencia de que tenemos un Padre que nos ama, nos busca, nos espera y nos sostiene así. Nada hace crecer tanto a nivel personal ni sentirse mas libres que el vivir el evangelio. Igual que nada compromete tanto, como sentirse tan queridos. El tener un Padre tan bueno, nos pone muy alto el listón de corresponder con nuestra vida. A tal Padre, tales hijos. Y a tantos hermanos alejados, mayor entrega.

Debemos ser testigos e indicadores del amor de Dios.
El hijo mayor de la parábola se entristeció por la vuelta del hermano. Nosotros debemos ayudar al Padre, para que los hermanos que viven en la oscuridad y lejanía se reencuentren con el Padre que quiere cambiar y llenar de sentido sus vidas.

Comentarios