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BAUTISMO DEL SEÑOR. Fiesta. (8 enero 2012) 
viernes, enero 6, 2012, 05:06 PM - Comentarios a las Lecturas
BAUTISMO DEL SEÑOR. FIESTA (8 enero 2011)

1ª Lectura. Isaías 42, 1ss. Mirad a mi siervo a quien prefiero.

Salmo 28. El Señor bendice a su pueblo con la paz.

2ª Lectura. Hechos de los Apóstoles 10, 14-38. Dios eligió a Jesús con la fuerza del Espíritu Santo.

Evangelio. Marcos 1, 6b-11. Después del Bautismo del Señor, el cielo se abrió.

El episodio del bautismo del Señor, por Juan, en el Jordán, nos lo narran los cuatro evangelios, indicando así la importancia que tiene para la comunidad cristiana:
-El Padre nos presenta a Jesús, como su Hijo muy amado, como el Mesías esperado sobre el que se posa el Espíritu y permanece, y nos invita a escucharlo.
-Juan el Bautista es el testigo que lo ve todo y lo muestra: es el Hijo amado del padre, a quien él no es digno de bautizar. Juan no es el mesías y ha terminado su misión: preparar el camino, mostrarlo y ser su testigo.

Jesús aparece lleno de humildad. Él no necesita ningún gesto de conversión, pero se pone en la cola de los pecadores, porque ha venido a estar entre los pecadores, para rehacer la historia humana tan llena de injusticias y violencias, tanto a nivel individual como a nivel colectivo y social. Jesús sigue en la línea del estilo de su mesianismo: nació entre los pobres, comenzó entre los pecadores, desarrolló su ministerio entre los enfermos y necesitados de salvación, morirá entre los ajusticiados. En la primera lectura Isaías nos anuncia el estilo del Mesías “…no gritará, no voceará por las calles, la caña cascada no la quebrará, el pábilo vacilante no lo apagará…promoverá la justicia y el derecho…”

Con esta fiesta se termina el tiempo de navidad, se comienza el Tiempo Ordinario y Jesús comienza su misión, su vida pública, indicando quien es, a quien y a qué viene y cuál va a ser su estilo y sus métodos.

Quienes creemos el Él tenemos que reconocerle como hijo de Dios; dejar que él realice en nosotros la transformación que supone dejar nuestra manera de ser, de actuar, de sentir, para que nos transforme en él y vivamos para su proyecto de vida, trabajando codo con codo, corazón con corazón, junto a Él; esto exige ser y sentir como El, corriendo sus mismos riesgos, su vida y misión.

El día de nuestro bautismo no fuimos apuntados a una institución, club o grupo que nos da unos privilegios y que marca unas diferencias de tipo cultural o social: fuimos incorporados a Cristo, a su persona, a su vida, a su muerte. El día de nuestra muerte celebraremos la fiesta de la comunión plena con El. Con nuestro bautismo comenzó todo.

Fuimos hechos hijos adoptivos del Padre y hermanos de Cristo, con todos los derechos y obligaciones. Nos acogió la Iglesia, a quien nos incorporamos, y formamos un cuerpo, el Cuerpo místico (que no se ve, pero que realmente existe y es una gran fuerza), con todos los cristianos del cielo, de la tierra, que han vivido…
Recibimos la gracia de Dios, la fuerza y la ayuda de Dios, para que nos sobrepongamos a nuestras malas inclinaciones y tentaciones, y podamos hacer el bien y ser fieles al Señor y al Evangelio.
Fuimos ungidos con el Santo Crisma y sellados por el Espíritu Santo: templos, sagrarios del Espíritu, cuerpos de resurrección.

Cuando los padres cristianos eligen bautizar a su hijo eligen lo mejor. Reconocen al hijo como don y propiedad de Dios; lo acogen y se comprometen a cuidarlo y educarlo, a vivir para él, trasmitiéndole la fe y enseñándole a que todo en su vida sea expresión del evangelio.

Se tiene el peligro de desvincular fe y opción de vida ya que, incluso en familias cristianas, puede celebrarse el bautismo como una tradición o un simpático acto social. Las situaciones irregulares de muchos padres, donde además, se ha perdido toda práctica religiosa, hacen temer que el niño no reciba el ejemplo que necesita para crecer en la fe, ni los medios necesarios para ayudarle.

La Iglesia necesita a las familias cristianas: hogar donde aprendemos a amar; escuela donde experimentamos lo que es compartir e iglesia doméstica, como llamaba el Vaticano II, donde nos iniciamos en el mundo de la oración y tenemos nuestra primera experiencia de ser Iglesia de Cristo.

Agradezcamos el don del bautismo y pidamos el Señor vivir de acuerdo con nuestra condición de cristianos.

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