Blog del párroco
DOMINGO 7º DEL TIEMPO ORDINARIO (19 DE FEBRERO 2012) 
sábado, febrero 18, 2012, 10:57 AM - Comentarios a las Lecturas
DOMINDO 7º DEL TIEMPO ORDINARIO (19 de febrero de 2012)

1ª Lectura Isaías 43, 18ss. Algo nuevo está brotando, ¿no lo notáis?

Salmo 40. Sáname, Señor; porque he pecado contra ti.

2ª Corintios 1, 18-22. Todas las promesas de Dios se han cumplido en él.

Marcos 2, 1-12. El hijo del hombre tiene potestad para perdonar pecados.

Dios perdona, cura y salva toda parálisis que nos impide ponernos en pie. Nos resulta, muchas veces, difícil descubrir nuestras parálisis. No somos felices, nos falta mucho en la vida, nos encontramos insatisfechos…y no sabemos por qué. Incluso podemos acostumbrarnos a vivir con esta tristeza o amargura. Necesitamos lucidez para descubrir la causa y valor para buscar la solución donde se encuentre. En Jesús está la salvación y, la mayoría de las veces, las dificultades de acceso las creamos nosotros. Localizarle es fácil “está en la casa”, en el sagrario, en la palabra, en la comunidad, en el hermano.

Nos resistimos a acudir a alguien y a dejarnos ayudar. El episodio de hoy del evangelio nos recuerda que sin la ayuda de los amigos, nunca el paralítico hubiera llegada ante Jesús. Lo único que hizo fue dejarse llevar, ya fue mucho que no ofreciera resistencias. Luego ya vino el milagro. Jesús, viendo la fe de los que lo llevaban, lo perdonó y lo curó.

En nombre de un falso respeto humano, nos falta valor para afrontar las dificultades que pueden impedir llevar a otros a Jesús. Pensamos que es cosa de cada uno. Quien ama de verdad debe procurar la curación y la salvación de las personas que le importan, aunque sea difícil. Esa dificultad el Señor la ve y la premia, “viendo la fe de los que le llevaban, dice al paralítico…”. Pero, el Señor, en primer lugar le perdona. No hay verdadera ni completa salud si no hay perdón. El sufrimiento interior, el desorden moral, es causa de muchos sufrimientos físicos.

El cristiano debe ser consciente de sus parálisis para acudir a Jesucristo y ser transformado, sanado. El encuentro con el Señor siempre debe asemejarnos a Él. El contacto con el fuego, con el agua…no deja igual. Tampoco el encuentro con Cristo. Debemos sentirnos, también, “camilleros “de nuestros hermanos; el apostolado, el acompañamiento, el seguimiento es exigencia natural de la vida de cada cristiano. El que ama y el que es bueno, desea para los otros lo mejor. Y además, debe ser agradecido y anunciar todo lo que el Señor ha hecho en él. Quien contempla las maravillas de Dios “nunca ha visto nada igual” y no puede seguir indiferente.

El Señor cura con la palabra. ¡Qué valor el de la Palabra de Dios, tantas veces no valorada ni bien acogida! Siempre nueva, personal, llena de afecto. Y ¡qué eficacia la de la fe!

Son muchas la parálisis de nuestro mundo pero es mayor la confianza que podemos tener en la acción transformadora del Señor.


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