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CELEBRACION COMUNITARIA DE LA UNCION DE ENFERMOS (10-mayo-2012) 
miércoles, mayo 9, 2012, 05:30 PM - Otros
CELEBRACIÓN COMUNITARIA DE LA UNCION DE ENFERMOS (10 -5- 2012)

En el evangelio vemos que Jesús dedicó su tiempo a las personas más necesitadas, especialmente a los enfermos. El signo de que comenzaba el tiempo nuevo era “…los ciegos ven, los cojos andan, los leprosos quedan limpios…” El vino a salvar a todo el hombre, alma y cuerpo, y a todo hombre.

La comunidad cristiana continuó con este servicio del Señor: “curad a los enfermos y decidles: está cerca el reino de Dios” (Mc 10,9) y ellos “ungían con aceite a muchos enfermos y los curaban” (Mc 6, 12ss).

La Iglesia siempre se ha apoyado en el texto de la carta del apóstol Santiago 5, 13-15, para ver un testimonio de cómo la primera comunidad celebraba el sacramento de la Unción: “está enfermo alguno de vosotros, llame a los presbíteros de la Iglesia, recen sobre él, lo unjan con aceite invocando al Señor, y la oración de fe salvará al enfermo y si ha cometido pecados los perdonará”. Los cristianos siempre hemos tenido en gran estima este sacramento y hemos procurado que todos los cristianos lo recibiéramos antes de morir, porque es un sacramento que nos da la gracia de Dios para afrontar el sufrimiento y la enfermedad; aviva la esperanza y la confianza en el Señor; nos da el perdón de los pecados; nos une a Cristo que sufre y se ofrece por la salvación de todos, y nos acompaña con la oración de intercesión de toda la Iglesia.

Antes del concilio Vaticano II se administraba en situación de extrema gravedad (Extrema-unción). El Concilio dijo que podía llamarse “ y aún mejor, Unción de Enfermos,” y que no es un sacramento solo para aquellos que están a punto de morir; que es tiempo oportuno para recibirlo “ cuando el fiel está en peligro de muerte por enfermedad o vejez” (SC 73). La nueva forma de celebrar este sacramento, con motivo de la doctrina conciliar, desde el año 1974, permitió que se celebrara también comunitariamente.

La unción es un sacramento para los cristianos enfermos que nos ayuda a encontrarnos con Cristo médico y pastor, que nos alivia y nos cura. “Con la sagrada Unción de los enfermos y la oración de los sacerdotes, toda la Iglesia encomienda los enfermos al Señor paciente y glorioso, para que los alivie y los salve e incluso les exhorta a que, a que asociándose voluntariamente a la pasión y muerte de Cristo, contribuyan al bien del pueblo de Dios” (LG 11).

El sacerdote, ministro de este sacramento, cuando unge al enfermo en la frente y en las manos dice: “Por esta santa unción y por su bondadosa misericordia, te ayude el Señor con la gracia del Espíritu Santo. Para que, libre de tus pecados, te conceda la salvación y te conforte en tu enfermedad”. En la oración sobre todos los ungidos, se explicita a qué alcanza la “gracia del Espíritu Santo”: Te rogamos, Redentor nuestro que “cures…sanes…perdones…ahuyentes…devuelvas la salud espiritual y corporal” (Ritual 144).

No hay que privar a los cristianos ancianos y enfermos de la vida sacramental ni separarlos de la vida de la comunidad cristiana. Por la pérdida del sentido religioso, por falta de formación, por comodidad, por mal entendidos respetos humanos, por… cualquier excusa que no es razón, se priva a muchos enfermos, ancianos o impedidos de los medios de santificación que el Señor ha dispuesto y de los que nos encontramos más necesitados en momentos de enfermedad o debilidad física. Los sacramentos son “de vivos” y se reciben “desde la fe”. Hay que desechar la idea de “que no se den cuenta para que no se impresionen” que condiciona tantas veces a la hora de llamar al sacerdote y que hace que se le llame cuando ya ha muerto. Lo ideal es que el anciano o enfermo no haya perdido la relación habitual con sus sacerdotes y comunidad parroquial, para que vivan este momento con lucidez, desde la fe, como un don y un tiempo de gracia. La familia es responsable de esta negligencia cuando se aísla al anciano o enfermo y se le priva de estos bienes espirituales que si él hubiera estado en condiciones, hubiera recibido.

La celebración comunitaria de este sacramento en tiempo pascual es una manifestación más de la presencia y cercanía del Señor Resucitado que, en medio de nosotros, nos da su paz y salvación.



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