Blog del párroco
DOMINGO 17º DEL TIEMPO ORDINARIO (29 de julio de 2012) 
jueves, julio 26, 2012, 10:35 PM - Comentarios a las Lecturas
DOMINGO 17º DEL TIEMPO ORDINARIO (29 de julio de 2012)

1ª Lectura. 2º libro de los Reyes, 4, 42-44. Dádselos a la gente para que coman; comerán y sobrará.

Salmo 144. Abres tú la mano, Señor, y sacias de favores a todo viviente.

2ª Lectura. Efesios 4, 1-6. Un solo cuerpo, un Señor, una fe, un bautismo.

Evangelio. Juan 6, 1-15. Repartieron a los que estaban sentados todo lo que quisieron.

Los domingos del Tiempo Ordinario del ciclo B, leemos de forma continuada del Evangelio de Marcos. Dada su brevedad, durante cinco domingos seguidos, leeremos el capítulo 6º del evangelio de Juan, una profunda reflexión teológica y una preciosa catequesis sobre Jesús, Pan de Vida. Este texto siempre, y de forma especial en estos tiempos de recortes, paro y tanta pobreza, nos centra y ayuda a crear criterios para la vida y actuación de los cristianos.

Juan, quien no nos narra la institución de la eucaristía, nos relata este milagro. Es un capítulo muy bien estructurado, nada repetitivo, que comienza con un signo, la multiplicación de los panes y los peces; continúa con el descubrimiento del misterio de Jesús, verdadero Pan de Vida; en esta reflexión, Jesús prolonga su acción y su presencia en el pan eucarístico, carne y vida, que se entrega para que tengamos verdadera vida y nos vayamos transformando en él; compromiso y fruto de esta trasformación es, como Cristo, compartir la vida y entregarnos al servicio de los pobres. Es importante no perder la unidad temática de estos cinco domingos para seguir al evangelista en su profundización.

La primera lectura nos introduce en el tema del evangelio, al contarnos cómo actúa Eliseo con los veinte panes de cebada que le dan para él:dice a su discípulo: “dáselos a la gente para que coman; comerán y sobrará”. El milagro está en la generosidad del profeta al repartir lo recibido.

La segunda lectura nos describe la vida interna de la Iglesia: “Andad como pide la vocación a la que habéis sido convocados”. Esto es ser cristianos: sed humildes, amables, comprensivos, sobrellevaos con amor, mantener la unidad por encima de todas las cosas, con el vínculo de la paz. Un Dios, Padre de todos, que lo trasciende, penetra e invade todo. ¡Qué grandeza ser cristianos, qué vocación y qué misión! Quien actúa desde el espíritu del mundo no es así.

El Evangelio nos habla de multiplicación de pan. En el salmo hemos respondido: “abres tú la mano, Señor… “y nos sacias de favores. Abundancia y generosidad por parte de Dios, no injustas distribuciones, robos codiciosos ni restricciones fundamentales. El relato está lleno de elementos simbólicos; la palabra “pan” va llenándose de significado, para hablar de los panes materiales, de Cristo, Pan de Vida, de la Palabra, de la Eucaristía.

San Juan trasmite signos. Un milagro es una acción extraordinaria, expresión de amor y de poder, para remediar una necesidad. Un signo es una revelación y una manifestación, verdad y vida a la vez. Está cerca la Pascua, donde contemplaremos a Jesús plenamente revelado, como Mesías y pan de Vida, sacrificado y entregado, que permanece en manos de la Iglesia, como su gran bien.

Para hacer el milagro Jesús quiere contar con la colaboración de la gente. El dinero no lo solucionaría, “con doscientos denarios no sería suficiente…” pero hace falta la generosidad de un niño. El niño aporta todo lo que tiene, que sería suficiente para él, cinco panes y dos peces, y el Señor lo multiplica para que llegue a todos. El pan procede del trigo molido, de la harina amasada, es símbolo de la vida. El pez, por sus letras en griego, expresa una confesión de fe en Cristo, Hijo de Dios y Salvador. El pan hace presente el trabajo humano y los bienes recibidos de Dios (“fruto de la tierra y del trabajo de los hombres que recibimos de tu generosidad…”). Cuando Jesús lo toma en sus manos, eleva los ojos al cielo, contemplando de donde procede todo, y lo reparte…se nos está entregando él para que tengamos su vida. Y el pan, la vida, se reparte, se multiplica, llega a todos…Así es Dios. Esta es la misión de Cristo, dar vida, la vida auténtica. Esta es la vida de los cristianos, la misión de la Iglesia.

Todos comieron, se saciaron y se recogieron doce cestos para que no se pierda nada. En nuestra infancia nos enseñaron a no tirar el pan, incluso a besarlo si caía al suelo, a colocarlo en su posición adecuada en el cestillo, a tratarlo con respeto. Siempre nos hemos acordado de los que no tenían pan y nos hemos sentido unos privilegiados. En la eucaristía, recogemos respetuosamente las partículas del pan consagrado, porque está Cristo. En la cultura del derroche, que genera pobreza y expresa insolidaridad, se tira, se estropea y se malgasta. Hemos olvidado que todo es don de Dios y que hay que sentirse responsable ante las cosas. Que los bienes son de Dios, para que lleguen a todos.

A Jesús lo buscaron para hacerlo Rey. Vieron que les podía solucionar la vida sin trabajar, se escapó a la montaña él solo. Lo querían utilizar, ni acogieron sus palabras ni a su persona. La misma gente, en otras circunstancias gritará: “crucifícale”. ¡Qué difícil es la misión de la Iglesia! El Señor nos dijo, “dadles vosotros de comer”. La Iglesia siempre tendrá que responder a la atención primaria, al ejercicio concreto de la caridad y del servicio, pero no lo hará buscando prestigio ni justificando su presencia y misión en el mundo.

Damos pan, vivimos y animamos a la caridad, porque hemos contemplado el Pan de Vida, que es Jesucristo. Servimos a los pobres, a los enfermos, a los necesitados…porque en ellos hemos descubierto el rostro de Cristo que sufre.

Sin contemplar a Cristo en la oración, no le podremos reconocer en el hermano solo y desamparado. Si estamos unidos al Señor, contemplaremos a todo ser humano con toda su grandeza y dignidad y entenderemos la vida entregando la propia vida. Cuando Cristo nos trasforma él, vive en nosotros y a través de nosotros sigue siendo pan de vida para todo hombre.

Ni existe vida cristiana sin caridad, ni verdadera caridad sin sentido sobrenatural; tampoco somos una institución junto a otras, que quieran asegurar su espacio en la sociedad. Madre Teresa de Calcuta, Vicente de Paul, Teresa de Jesús Jornet, Luís Gonzaga, Damián de Molocai, Martín de Porres, Mª Rosa Molas…y tantos otros, testigos de Cristo, riqueza de la Iglesia, maestros de humanidad, nos ayudan y estimulan a vivir en caridad.

Hoy la Iglesia celebra a Santa Marta, hermana de María y Lázaro, la mujer que en Betania hospedó y sirvió al Señor. Supo crear un ambiente de confianza y afecto para que Jesús eligiera su casa como lugar de recuperación personal y descanso. Que ella nos ayude a acoger en nuestra casa y en nuestro corazón a los hermanos y a descubrir la grandeza y dignidad del servicio humilde, constante, discreto y generoso.

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