Blog del párroco
DOMINGO 30º DEL TIEMPO ORDINARIO (28 de octubre 2012) 
viernes, octubre 26, 2012, 12:46 AM - Comentarios a las Lecturas
DOMINGO 30º DEL TIEMPO ORDINARIO (28 de octubre de 2012)

1ª Lectura. Jeremías 31, 7-9. Os congregaré de los confines de la tierra.

Salmo 125. El Señor ha estado grande con nosotros y estamos alegres

2ª Lectura. Hebreos 5, 1-6. El sumo sacerdote está puesto para representar a los hombres ante Dios…para ofrecer dones y sacrificios…para comprender…

Evangelio. Marcos 10, 46-52. Maestro, que pueda ver.

Hoy, como muchos domingos, la Palabra de Dios nos trae un mensaje de gozo, de consuelo, de liberación.

Jeremías, en la primera lectura, invita a los desterrados de Israel a alegrarse y regocijarse, porque Dios les ha reunido y les ha salvado. Dios siempre escucha el gemido de los pobres, de los que sufren, de los perseguidos…, como escuchó el gemido de los israelitas cuando estaban esclavos en Egipto. Nuestro Dios es especialmente sensible ante el sufrimiento humano de las personas y comunidades de todos los tiempos, y esto es para nosotros un motivo de confianza y de paz.

La segunda lectura nos presenta a Jesús como sacerdote, Dios y hombre verdadero, escogido de entre los hombres, compartiendo nuestras debilidades, menos el pecado, para que pueda comprendernos y cargar con todas nuestras miserias, y rescatarnos por el perdón de nuestros pecados. Jesús, sacerdote eterno, mediador compasivo, nos consigue el perdón de los pecados.

El evangelio es un encuentro entre Jesús y el ciego Bartimeo.
Jesús siempre pasa cerca, siempre escucha a quien le llama y siempre ve a quien le busca. Y actúa de manera directa y eficaz:” ¿qué quieres que haga por ti? Tu fe te ha curado”.

El ciego está al borde del camino pidiendo limosna. Ve como todo pasa de largo junto a él. Resultan molestos a la gente sus gritos y peticiones. El tiene algo de luz en su corazón, sabe que puede acudir a Jesús, y no tiene ningún respeto humano. Cuando Jesús pidió que le llamaran, alguien le dirigió una palabra de aliento: “ánimo, levántate que te llama”. Y él, dejó rápidamente lo que le molestaba, la capa (como hizo la samaritana con el cántaro), el pasado…y de un brinco se puso ante Jesús.

Su grito a Jesús, “Jesús, Hijo de David, ten compasión de mí” es la oración del sencillo y del pobre, la oración del creyente, la oración que llena de paz y serenidad el corazón de quien la susurra desde la confianza, “ten, Jesús, compasión de mí, tu el mesías esperado”. Y su petición, la oración de quien vive en la sombra, sin sentido…y sabe que Jesús puede dar un vuelco a su vida “Maestro, que pueda ver”. Y Jesús le curó la vista y le dio la fe, porque a partir de aquel momento “lo seguía por el camino”, ya no se pudo separar de él.

¿Somos conscientes de todas nuestras cegueras y oscuridades? Jesús en otro pasaje dijo “si un ciego guía a otro ciego, los dos caerán en la fosa”. Muchas veces no queremos ver para no cambiar y no tener que actuar. Debemos ser valientes y gritarle también al Señor: “Que vea”, a personas de quien paso de largo, a situaciones que provoco o consiento y que generan dolor, al mal que hago y que justifico. “Jesús, que vea”. Jesús nos da una luz nueva, para llegar al corazón de las personas y situaciones. Pero, no nos quedemos en análisis ni consideraciones; si vemos, ¿Tendríamos valor para abandonar pronto y de manera definitiva algunos planteamientos personales que nos hacen vivir en la oscuridad, desde nosotros y no desde el Señor?

La Iglesia y los cristianos tenemos que animar a que gente que se ha separado del evangelio y de la Iglesia escuchen la invitación del Maestro y vuelvan. ¿Cómo está nuestro ánimo evangelizador? ¿Nuestras rutinas, comodidades… nos hunden en nuestro propio desánimo y nos llevan a pensar que la nueva evangelización no es misión de todos? La increencia del mundo nos puede contagiar la falta de fe, sin embargo, el sacrificio de los cristianos que viven en situaciones difíciles, el testimonio de los mártires, nos debe alentar a ser apóstoles de verdad.

El encuentro con Jesús, el gozo de contemplarlo desde la oración nos debe hacer cristianos fieles, fervorosos y apostólicos. Que así sea

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