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DOMINGO 32º DEL TIEMPO ORDINARIO (11 de noviembre de 2012) 
viernes, noviembre 9, 2012, 08:33 AM - Comentarios a las Lecturas
DOMINGO 32º DEL TIEMPO ORDINARIO (11 de noviembre de 2012)

1ª Lectura. 1º de los Reyes 17, 10-16. La viuda hizo un panecillo de su puñado de harina y se lo dio a Elías.

Salmo 145. Alaba, alma mía, al Señor.

2ª Lectura. Hebreos 9, 24-28. Cristo se ha ofrecido una sola vez para quitar los pecados de todos.

Evangelio. Marcos 12, 38-44. Esa pobre viuda ha echado más que nadie.

La Palabra de Dios siempre nos ilumina, la lección de este domingo es clara: Dios nos pone como ejemplo el comportamiento de dos viudas, que a pesar de su condición humilde y de su situación de pobreza, dan lo que tienen para vivir y que ellas también necesitan.
Dios se hace pequeño y prefiere a los pequeños; su estilo es la sencillez y se encuentra entre los suyos cuando está con los enfermos y con los pobres. No es un Dios de cantidades, sino que mira la calidad, el corazón, el interior, la generosidad.

A la viuda de Sarepta, que socorrió con todo lo que tenía al profeta Elías, ni se le acabó la harina de la jarra ni el aceite de la alcuza. Dios hace el milagro cuando se lo damos todo. La generosidad es fecunda. El que lo da todo, se da a sí mismo, recibe mucho más y trasmite vida.

El comportamiento de la viuda del evangelio contrasta con la actuación de los letrados del tiempo de Jesús; mientras estos solo buscan honores y distinciones, reconocimientos y privilegios, y, aunque colaboran con las necesidades del templo, lo hacen desde lo que les sobra, la viuda entrega de lo que necesita para vivir. Dios agradece su generosidad, “ha dado más”, porque ha entregado lo que tenía para vivir, su vida.

La avaricia y la codicia son pecados que están presentes en todos los tiempos. En épocas de pobreza se intentan justificar considerando las necesidades que cada uno tiene o puede tener. En épocas de más alegría económica, están justificadas, como justa retribución a lo que tenemos e invertimos y al nivel de vida que por nuestro estado y condición debemos llevar. El Señor, en el evangelio, no hace tanta distinción: se puede tener el dinero como un dios, como el sumo bien, o se puede priorizar la apremiante necesidad del hermano.

El Evangelio no favorece ningún igualitarismo. Mira con compasión (con amor de implicación personal) a los pobres y hace propio su sufrimiento, proponiendo compartir lo que somos, tenemos y podemos. Hay mucho trabajo que realizar juntos.
La corrupción es una falta muy grave porque roba, miente, malgasta, genera pobreza, arruina. Favorece el enriquecimiento codicioso individual y lleva a la ruina a la sociedad. Es propio de quien no tiene conciencia.

La reivindicación social debe tener prioritariamente en cuenta las necesidades de los más pobres y el bien del conjunto de la sociedad. No hay que llegar a destruir, alterar el orden o sembrar discordias, complicando la paz social, favoreciendo el odio y dificultando la búsqueda de soluciones a los problemas.
Es necesario despertar la solidaridad de todos, con el deseo de atender a los más necesitados y colaborando con soluciones más definitivas. Nuestro Dios se despojó de sí mismo y tomó la condición de esclavo…se dio para dar vida.

Todos podemos hacer por los demás. Debemos liberarnos de la codicia y de sentirnos superiores a los demás. Y valorar la aportación de los sencillos, de los pobres…que son quienes, a la hora de la verdad, mas trabajan y escriben las mejores páginas de la historia con su esfuerzo y sacrificio.

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