Blog del párroco
SOLEMNIDAD DE JESUCRISTO, REY DEL UNIVERSO (25 de noviembre de 2012) 
jueves, noviembre 22, 2012, 09:43 AM - Comentarios a las Lecturas
JESUCRISTO, REY DEL UNIVERSO. Último domingo ordinario. (25-11-2012)

1ª Lectura. Daniel 7,13-14. Su poder es eterno, no cesará.

Salmo 92. El Señor reina, vestido de majestad.

2ª Lectura. Apocalipsis 1, 5-8. Aquel que nos amó, nos ha liberado de nuestros pecados.

Evangelio. Juan 18, 33-37. Tú lo dices: soy Rey.

Termina el año litúrgico con la solemnidad de Jesucristo Rey del Universo. Le hemos contemplado en la cruz y le celebramos como Señor del Universo, principio y fin de la historia.

En la visión de Daniel de la primera lectura, la Iglesia siempre ha contemplado a Jesucristo: él es el hombre, que avanza entre las nubes del cielo, y a quien se le da poder, honor y reino; su poder es eterno y su reino no pasará.

El salmo insiste en la firmeza del reino y en la santidad como distintivo y adorno de los que pertenecen a él.

El Apocalipsis, en la segunda lectura, nos presenta a Jesucristo con los títulos de Testigo fiel, Primogénito de entre los muertos y Príncipe de los reyes de la tierra; por amor nos ha rescatado con su sangre y elevados a ser un pueblo consagrado, de sacerdotes para siempre.

En el evangelio, ante la pregunta de Pilato sobre si Jesús es rey de los judíos, Jesús dirá “mi reino no es de este mundo” y…”tú lo dices, soy Rey”.
El es Rey, es el Hijo de Dios, es el Señor. Es un rey Pastor bueno.

Su “reino no es de este mundo” porque no se apoya en la fuerza ni en la violencia; ni su realeza es de lujo ni de apariencias; ni tiene que fingir, mentir, esconder, ni justificar; su reino no es de este mundo, porque conoce a cada uno por su nombre, da su vida, dignifica, eleva, libera, rescata a quienes le seguimos y reconocemos como único Señor. Hoy, ante él nos sentimos orgullosos, seguros y comprometidos; por eso, nuestra la primera reacción es de adoración, de admiración y de agradecimiento.

Cristo, en el evangelio, lleva una túnica rota, la caña cascada como cetro, la corona de espinas…todo se lo han puesto los soldados. El reinó desde la cruz y pasó su vida, sin tener donde reclinar la cabeza, entre los pobres y los enfermos. Es un rey lleno de autoridad y de dignidad, el es la Verdad. Ante él dudó Pilato lleno de miedo (…y ¿qué es la verdad?) y el pueblo judío no se atrevió ni a juzgarlo ni a entrar en el pretorio. Es él quien juzga al mundo.

Cristo es la única alternativa a este mundo difícil, con tantas intrigas; siguiéndole a él no tiene cabida la codicia, la violencia, las traiciones, engaños ni odios. En el prefacio de la misa diremos que el Reino de Cristo es un reino de la verdad y de la vida, contra las ideologías de promesas vacías y de mentiras, y contra la cultura de la muerte (abortos, eutanasia, violencias en el seno de los hogares…). Un reino de santidad y de gracia, donde los que queremos ser parte de él debemos crecer en santidad de vida, en vivir los valores del evangelio. Un reino de justicia, de amor y de paz. Palabras excesivamente manoseadas y trivializadas que adquieren toda su grandeza cuando se contemplan en Cristo, el Justo, el Compasivo, el Reconciliador.

Se pertenece al reino de Dios cuando se ha escuchado su voz y se vive su propia misión con sus mismos sentimientos y actitudes. La Iglesia no puede perder el sabor y el estilo de Cristo, ni confundirse con un mundo que vive de otras cosas. Ser de verdad, para ser fermento. Ser de verdad, para iluminar y entusiasmar.
Predicar a Cristo es ser sus testigos.

Queremos pertenecer al Reino de Dios, por tanto, no ha de reinar el pecado en nosotros. Que el Espíritu Santo, que nos ha consagrado como templos de Cristo, lo haga en nosotros todo nuevo.
¡Venga a nosotros tu Reino, Señor!

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