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BAUTISMO DEL SEÑOR. 13-1-2013 
jueves, enero 10, 2013, 10:12 PM - Comentarios a las Lecturas
BAUTISMO DEL SEÑOR (13-1-2013)

1ª Lectura. Isaías 40, 1-5.9-11. Se revelará la gloria del Señor, y la verán todos los hombres.

Salmo 28. El Señor bendice a su pueblo con la paz.

2ª Lectura. Tito 2, 11-14; 3,4-7. Nos ha salvado con el baño del segundo nacimiento.

Evangelio. Lucas, 3, 15-16.21-22. Después del bautismo de Jesús el cielo se abrió.

La fiesta de hoy es una nueva Epifanía, una nueva manifestación del Señor.

El evangelio nos lo narra de manera preciosa. El contexto: “el pueblo estaba en expectación…” Juan nos introduce: “viene el que puede más que yo…y os bautizará con Espíritu Santo y fuego”. El acontecimiento: “mientras oraba (Jesús), se abrió el cielo, bajó el Espíritu Santo sobre él en forma de paloma (evocando la primera creación), y vino una voz del cielo (en la creación todo se hizo por la palabra): Tú eres mi Hijo, el amado, el predilecto.” En el Jordán se da como un nuevo nacimiento, como una nueva creación: Jesús, la Palabra hecha carne, es presentado por el Padre como el Hijo amado y como el Mesías esperado.

Jesús surge entre la gente, entre los pecadores: viene a salvar y su mesianismo es de humildad y servicio. Se recoge en oración, buscando hacer siempre la voluntad del Padre; y recibe el Espíritu que permanecerá sobre él durante toda su misión.

En la Epifanía del domingo pasado Jesús era la luz de todos los hombres y de todos los pueblos. El próximo domingo, con el signo de la conversión del agua en vino en Caná de Galilea, Jesús será quien ofrece el vino nuevo que nos dé la verdadera alegría. Luz, vida y alegría. Todo esto es Jesús, el amado del Padre. Vida, agua, Espíritu, fuego, Palabra.

Hoy se manifiesta el misterio de la Trinidad. El Hijo, presentado por el Padre, ungido por el Espíritu. Hoy comprendemos la grandeza de nuestro bautismo: recreados y regenerados por el agua y el Espíritu, bautizados en el nombre del Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo.

La Iglesia acoge a los padres con alegría y agradecimiento cuando piden el Bautismo para sus hijos, y les recuerda la misión de educarlos en la fe, para que la vida divina que la Iglesia les entrega, crezca en los bautizados de día en día, para que no se apague en ellos la luz de la fe.

Los bautizados son presentados por los padres y padrinos con el respaldo de toda la comunidad cristiana y acogidos como hijos en la gran familia que es la Iglesia; incorporados a Cristo, a su vida, muerte y resurrección, asumiendo como programa de vida el evangelio; consagrados por el Espíritu que nos hace sacerdotes-profetas-reyes, esto es: capaces de entregar la vida-testigos de la verdad y portadores de la Palabra-y hombres libres para resistirse a las fuerzas del mal y de combatirlas; con el nuevo apellido de cristianos; fortalecidos por la gracia que nos va trasformando interiormente en verdaderos hijos de Dios.

Al don de la vida, se añade el don de la fe y de la vida sobrenatural; llamados a “pasar por el mundo haciendo el bien”, construyendo “el reino de Dios” y esperando un destino eterno.
¡Qué misión más preciosa enseñar a los propios hijos el “Padrenuestro” y rezarlo todos los días, primero junto a ellos (cuando son muy pequeños) y después, con ellos! Es, como ir descubriéndoles el privilegio de formar parte de la familia que tiene a Dios como Padre y a los demás hombres como hermanos! Y hacerles, en distintos momentos, la señal de la cruz en la frente, recordando que llevan las “marcas de Cristo”, de su amor redentor.

En las comunidades debemos tener más vivo el recuerdo de nuestra condición de bautizados. Santiguarse con el agua bendita al entrar en el templo nos recuerda que estamos allí desde nuestra condición de bautizados. El bautizado está consagrado, el amor de Dios es nuestra fuerza y debemos vivir desde él; es hijo de Dios, su estilo personal es el de Jesús, una presencia servicial y humilde entre los pequeños y los pobres. Somos hijos de Dios.

Seamos con nuestro testimonio de vida Epifanía de Cristo, mostremos a Cristo. Seamos presencia viva del Señor y de su Evangelio que lleve a otros al encuentro con él.

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