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DOMINGO 4º DEL TIEMPO ORDINARIO (3-2-2013) 
jueves, enero 31, 2013, 10:51 AM - Comentarios a las Lecturas
DOMINGO 4º DEL TIEMPO ORDINARIO (3-2-2013)

1ª Lectura. Jeremías 1, 4-5.17-19. Te nombré profeta de los gentiles.

Salmo 70. Mi boca anunciará tu salvación.

2ª Lectura. 1ª Corintios 12, 31 – 13, 13. Quedan la fe, la esperanza, el amor; pero lo más grande es el amor.

Evangelio. Lucas 4, 21-30. Ningún profeta es bien acogido en su tierra.

Hoy es domingo de vocación y de envió.

En la primera lectura Jeremías nos habla de su vocación: se siente elegido desde el seno materno y enviado para ser profeta entre los gentiles; misión muy difícil, que le costó muchas lágrimas y sufrimientos, donde experimentó el rechazo entre aquellos a quienes fue enviado. Pero el Señor se comprometió con él:”te convierto en plaza fuerte…estoy contigo para librarte”. El Señor siempre nos da los medios para poder realizar el encargo que nos hace.

En el evangelio Jesús, el enviado por excelencia, es rechazado entre los suyos, hasta el punto de querer tirarlo por un barranco muy grande para acabar con él. No le aceptan por su origen humilde, es de su pueblo y como ellos y les cuesta reconocer que vale más, que es mejor, que hay algo en él que le hace especial. Tampoco les gusta el que realice milagros entre los forasteros y extranjeros; todo lo quieren para ellos. Jesús es fiel a su estilo de actuación, con su sencillez y humildad nos recuerda que viene a todos, porque todos son importantes para Dios, como ya hicieron los antiguos profetas.

Los cristianos sabemos que también hemos sido llamados a la vida desde el vientre materno, que nuestra vida es regalo de Dios; en el bautismo fuimos llamados, consagrados y enviados; siempre van unidas la vocación y la misión; pero… ¿cuál es, en concreto, la nuestra? ¿Qué quiere el Señor de nosotros? La oración y la reflexión nos ayudan a descubrir lo que Dios nos pide; luego, seremos buenos testigos si hemos vivido y actuado cristianamente, con mucho amor, con mucha entrega, con mucho interés por los demás, sin regatear sacrificios.

Dios nos eligió y nos llamó a la vida fue por amor. ¡Qué difícil nos resulta ser conscientes de que en nuestra vida todo lo que hemos recibido ha sido porque somos amados! Todos tenemos una misión, Dios cuenta con todos, nos necesita a todos. En la oración, Dios nos ayuda a ver lo que quiere de cada uno en el hoy que vivimos; muchas veces no coinciden nuestros planes personales, nuestros intereses, gustos o prioridades con lo que Dios nos pide. Muchas veces nos gustaría más hacer, dirigir, protagonizar…que sufrir, acompañar, trabajar en la sombra…Lo importante es hacer con amor la voluntad de Dios.

De todo esto nos habla San Pablo en la segunda lectura. Nos urge a que todo lo hagamos porque amamos y porque nos sentimos amados; solamente lo que se hace por amor es auténtico y permanece: “el amor no pasa nunca”. Hay amoríos que son como un espejismo, no tienen consistencia: solo se busca a sí mismo y al propio interés.
El amor por excelencia es el que vemos en el Padre y en Jesucristo. El Padre nos da lo más valioso de sí mismo, a su Hijo; Jesús nos da su vida, entregada sin regateos, con mucho sufrimiento. Cuando nuestro amor corresponde al amor recibido, nuestro amor, tampoco pasa nunca.

Pero la misión es difícil. Tuvieron dificultades los profetas. Tuvo dificultades Cristo entre sus paisanos. Nosotros, también tenemos dificultades y sufrimos críticas, calumnias, envidias…En la sociedad se evita que estén presentes signos cristianos, valores evangélicos. La moral cristiana estorba donde el ideal de felicidad está en la satisfacción de los sentidos.

El lugar del cristiano es estar en todas las realidades, tareas y situaciones en que se sirva al ser humano con los valores del evangelio, desde el verdadero amor, sirviendo realmente al hombre y a la causa del hombre. Hoy tenemos un gran campo por la descristianización generalizada, por la sociedad tan multirracial y multirreligiosa, por tantas situaciones de sufrimiento y pobreza. “Hoy” es el tiempo de Dios para empezar a actuar. Y no tengamos la actitud de los paisanos del Señor; seamos generosos para valorar y alegrarnos de las cualidades de todos, sin envidias ni rivalidades. Todo lo bueno de los demás nos enriquece.

“Quedan la fe, le esperanza, el amor…la más grande es el amor”.

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