Blog del párroco
LA ASUNCION DE LA VIRGEN MARIA (15-8-2013) 
martes, agosto 13, 2013, 12:38 PM - Comentarios a las Lecturas
LA ASUNCION DE LA VIRGEN MARIA. (15-8-2013)

1ª Lectura. Apocalipsis 11, 19ª; 12, 1-6a.10ab. Una mujer vestida de sol, la luna por pedestal.

Salmo 44. De pie a tu derecha está la reina, enjoyada con oro.

1ª Corintios 15, 20-26. Primero Cristo como primicia, después todos los cristianos.

Evangelio. Lucas 1, 39-56. El poderoso ha hecho obras grandes por mí; enaltece a los humildes.

El 1 de noviembre de 1950, mediante la Bula Munificentissimus Deus, el Papa Pio XII, en la plaza de San Pedro, y ante más de ochocientos obispos venidos de toda la Iglesia, declaró que el dogma de la Asunción de la Virgen María era de revelación divina y pertenecía a la fe de la Iglesia. Decía el Papa que “la Inmaculada Madre de Dios, siempre Virgen María, cumplido el curso de su vida terrena, fue asunta en cuerpo y alma a la gloria celeste”. La Iglesia proclamaba solemnemente una creencia muy querida y documentada en el pueblo de Dios desde el siglo V.

Los tres primeros siglos de la vida de la Iglesia fueron muy discretos sobre los detalles del final de la vida de la Virgen. Predicaban el núcleo fundamental de la fe y estaban centrados en la resurrección del Señor y en su señorío universal. Sin embargo, los discípulos de Jerusalén conservaron el recuerdo de lo que ocurrió en el torrente Cedrón, donde hoy está la basílica que contiene el sepulcro vacío de la Virgen.

Sobre la dormición de la Virgen tenemos noticias en escritos de los padres apostólicos y bellos testimonios en iconos y mosaicos de la época. Antes de la proclamación oficial de la Iglesia, siempre hemos tenido abundantes testimonios de lo que el pueblo de Dios ha creído y celebrado.

La Iglesia, para afirmar y proclamar el dogma de la Asunción de la Virgen, ha partido de dos principios fundados en la Sagrada Escritura y de gran valor teológico:
1º La configuración de la Virgen con su Hijo Jesucristo en su vida, pasión y glorificación. Si Cristo no conoció la corrupción del sepulcro, tampoco la debía conocer quien le dio su carne, no cometió pecado y siempre estuvo tan unida a Él.
2º La Asunción de la Virgen, más que un premio o una victoria personal de María, es una obra de la Trinidad: el Padre acoge a la hija Predilecta, Cristo comparte con su madre su victoria, el Espíritu que la fecundó la consagra con una vida gloriosa. Un misterio para contemplar, para agradecer…que manifiesta el bien hacer de Dios.

En María todo empezó en Nazaret. Desde su primer “sí” en la Anunciación ya no se perteneció a sí misma; su vida fue coherente con este acto de amor y entrega incondicional. Hizo siempre lo que Dios le pidió y como Dios dispuso. No podemos separarla en su muerte, del destino de Cristo que compartió durante toda su vida. Siempre en profunda comunión, sin necesidad de mediación ni de las palabras: ¡qué elocuentes serían las miradas, la proximidad y presencia!

Esta fiesta de la Asunción, la Virgen de Agosto, es para la Iglesia y cada cristiano un motivo de alegría muy grande. Es el triunfo de nuestra Madre. También es un motivo de esperanza, ya que en la Asunción de María contemplamos el destino que nos espera, un destino de vida y de gloria, la meta hacia donde nos dirigimos. Y, mientras vivimos en este mundo, la tenemos en el cielo intercediendo por nosotros.

Somos ciudadanos del cielo. Busquemos los bienes de allá arriba, no los de la tierra. Que esta gran verdad aumente nuestra esperanza y esté presente en nuestras decisiones, en nuestras prioridades, en todas nuestras obras.

Que profesemos a la Virgen un cariño y una devoción cada día más grande y más intensa expresada en nuestra oración y recuerdo y, sobre todo, en la imitación de su fidelidad y de su santidad de vida.


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