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SEGUNDO DOMINGO DE CUARESMA. Ciclo A. (16-3-2014) 
jueves, marzo 13, 2014, 10:48 AM - Comentarios a las Lecturas
SEGUNDO DOMINGO DE CUARESMA. Ciclo A. 16-3-2014.

1ª Lectura. Génesis 12, 1-4a. Vocación de Abrahán, padre del pueblo de Dios.

Salmo 32. Que tu misericordia, Señor, venga sobre nosotros como lo esperamos de ti.

2ª Lectura. 2ª de San Pablo a Timoteo 1, 8b-10. Dios nos llama y nos ilumina.

Evangelio. Mateo 17, 1-9. Su rostro resplandeció como el sol.

Hoy acompañamos a Jesús al Tabor. Al contemplarle trasfigurado encontramos la fortaleza necesaria para seguir cada uno su camino y su misión.

Cristo quiso que los apóstoles, y nosotros, nos preparáramos para afrontar la dureza del final, de la pasión y muerte. Es, como adelantar el final, la resurrección. En la montaña le vemos en su gloria, con su rostro y vestidos resplandecientes, con Moisés y Elías, respaldado por la palabra del Padre: “Este es mi Hijo muy amado”… En el monte calvario le contemplaremos desfigurado, desnudo, entre dos malhechores, abandonado ante el gran silencio de Dios…El rostro más doloroso de la humanidad.

La lección es que no se llega a la gloria sin pasar por la cruz, que la misión y la caridad, como dice el papa Francisco, “duele”. Y el cristiano no puede quedarse en palabras ni teorías, y que tiene que bajar a las obras, al llano de la vida para seguir realizando su tarea.

No podemos olvidar quien es Cristo, el Hijo de Dios. Su final pasó por la cruz, por obediencia al Padre, para entrar en su gloria. La misión del cristiano tiene que ser como la del Hijo del Hombre, que no tenía donde reclinar la cabeza y que venía a salvar todo lo que estaba perdido. La pobreza, la dedicación, la entrega comprometida con el necesitado, exige renuncia a muchas cosas de sí mismo y sacrificio y sufrimiento en la dedicación a los demás.

La humanidad presenta un rostro desfigurado. Cristo viene a todos ellos. Los pobres y necesitados son la misión del cristiano. Cristo les ama través de nosotros. Cuando la Iglesia no es evangélica dificulta la misión del Señor.

En la primera lectura contemplamos a Abrahán, nuestro padre en la fe, quien apoyado en la Palabra, en la Promesa de Dios, deja su tierra y se pone en camino. Sacrificará el mundo de sus seguridades para vivir solo de la promesa de Dios. Dejar y vivir a la intemperie confiando en Dios, en camino hacia “el hermano solo y desamparado”. Eso es vivir como creyente.

La vida y la fe es un camino que se hace muy largo cuando está lleno de sufrimientos. Muchas veces hay que parar, recuperar fuerzas y retomar la meta. En el Tabor encontramos fuerzas, la realidad del misterio de Cristo, para seguir superando desánimos, cansancios, sacrificios. Y para ser conscientes de la meta. La oración, la Palabra de Dios, la comunidad, el ejemplo de los demás, la alegría del bien que podemos hacer. Los pobres, servirlos, siempre nos evangeliza.

La Cuaresma nos conduce al encuentro de Cristo crucificado y resucitado, para que nos vaya trasfigurando y haciendo semejantes a Él, despegándonos de tantas capas de dureza, indiferencia religiosa y humana y formas de pecado que nos va cambiando el corazón por el contacto con el mundo.

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