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JUEVES SANTO. 2-4-2015 
miércoles, abril 1, 2015, 07:52 AM - Comentarios a las Lecturas
JUEVES SANTO. 2-4-2015.

1ª Lectura. Éxodo 12,1-8. 11-14. Prescripciones sobre la cena pascual.

Salmo 115. El cáliz que bendecimos es la comunión de la sangre de Cristo.

2ª Lectura. Primera a Corintios 11, 23-26. Cada vez que coméis del pan y bebéis del cáliz, proclamáis la muerte del Señor.

Evangelio. Juan 13, 1-15. Los amó hasta el extremo.

“Señor Dios nuestro, que nos has convocado esta tarde para celebrar aquella misma memorable Cena en que tu Hijo, antes de entregarse a la muerte, confió a la Iglesia el banquete de su amor, el sacrificio nuevo de la alianza eterna; te pedimos que la celebración de estos santos misterios nos lleve a alcanzar plenitud de amor y de vida”

Con esta oración comenzamos esta celebración de la Eucaristía de Jueves Santo en la que vamos a celebrar la cena del Señor. Cena de agradecimiento por la liberación de Egipto; cena del esposo que celebra una alianza eterna; cena que nos dispone para vivir el misterio pascual; cena que nos condensa y describe lo que será la vida de la Iglesia, vida de comunión y servicio hasta que el Señor vuelva.

En la primera lectura Israel se enfrenta con su origen: siempre hubiera sido un pueblo de esclavos, sin libertad, sin culto a su Dios, viviendo en situación de opresión y amenaza en Egipto si el Señor no los hubiera liberado. Pero el Señor los sacó, los puso en camino de la libertad, los guió, los alimentó, los protegió, hicieron un largo y difícil camino hacia su tierra, con muchas pruebas y dificultades. La cena de Pascua era la cena de acción de gracias, Dios cumplía su alianza con Israel, de vivir en libertad, tener su tierra y vivir su religión con su Dios y ser su pueblo para siempre. Esta última cena con Jesús cambió el ritual, Jesús era el cordero pascual, y la renovación de la alianza sería para siempre.

De la liberación de Egipto nacerá un nuevo pueblo cuyo fundamento es el amor. En el evangelio, San Juan nos dice que “Jesús, habiendo amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el extremo”. Les dará el mandamiento del amor y les enseñará la naturaleza de ese amor.

El Señor, como los esclavos hacen a sus señores, nos lavó los pies y nos pidió que hiciéramos lo mismo unos a otros. Pedro se resistió, pero para formar parte de la comunidad de Jesús, hay que servir y dejarse servir con humildad y amor. “Si yo…os he lavado los pies, también tenéis que lavaros los pies unos a otros”. Jesús también distinguió al amigo que le traicionó dándole el primer trozo de pan en la cena, porque su amor también llega a los que le hacen mal, a sus enemigos. La Iglesia es la comunidad que se deja amar y que corresponde al amor. Y el amor tiene que ser para siempre. Somos muy pobres en la capacidad de amar.

La Iglesia en la Eucaristía tiene a Cristo, su don más precioso. En ella Cristo nos entrega su persona y su vida, para redimirnos, perdonarnos y transformarnos en él. Ser como Cristo es nuestra misión en el mundo, ser fermento de amor y de la salvación de Dios.
Jueves Santo, tarde de dones de Jesús a su Iglesia: la eucaristía (“esto es mi cuerpo, esta es mi sangre”), el sacerdocio ministerial (“haced esto en memoria mía”) y el mandamiento del amor (“amaos como yo os he amado”).

Tarde de contemplación, de interiorización, de gratitud, de correspondencia a tanto amor. Cada Jueves Santo la Iglesia se estremece ante el tesoro que es Cristo y su misión. Que la celebración de estos santos misterios nos “alcancen plenitud de amor y de vida”.

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