sábado, septiembre 19, 2015, 10:41 AM - Comentarios a las Lecturas
25º DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO. Ciclo B. 20-09-2015.Sabiduría 2, 17-20. Acechemos al justo, que nos parece incómodo.
Salmo. El Señor sostiene mi vida.
Santiago 3, 16 – 4, 3. Pedís y no recibís porque pedís mal.
Marcos 9, 29-36. El que acoge a un niño como éste en mi nombre me acoge a mí, y el que me acoge a mí acoge a quien me ha enviado.
Jesús hace el segundo anuncio de su pasión; los discípulos, que saben de qué va, temen preguntar a Jesús y siguen entretenidos con la discusión de quien es el más importante.
Jesús se sentó, habla como maestro, y les dice que quien quiera ser el primero, que sea el último y el servidor de todos. Y Jesús hizo un gesto nuevo: acercó a un niño, lo puso en medio, lo abrazó y les dijo: “el que acoge a un niño como éste, me acoge a mí, y quien me acoge a mí acoge a quien me ha enviado”.
Muchos exégetas dicen que “el niño” representa al pobre. Estos días, es de cruel actualidad el drama de los refugiados, el sufrimiento, los rechazos, la impotencia… Y el misterio de por qué hemos llegado a esta situación, en la que tantos pobres, que están resistiendo por ayudas familiares, se encuentran con otros más pobres que ellos. Siempre resonará en nuestra conciencia la palabra de Jesús que llama a nuestra puerta en “la persona pobre y desamparada”.
Pero hoy quiero decir una palabra sobre los niños y Jesús.
Los niños se acercaban al Señor y les bendecía. En la entrada a Jerusalén lo aclamaron. Hay milagros con niños. Hoy los pone como ejemplo “hacerse como este niño” en otras versiones de sinópticos. El Señor está con los niños y los niños le siguen y le aclaman.
¿Por qué hoy no cuidamos ni valoramos la educación cristiana de los niños? Dios debe ser alguien que desde el principio esté presente en la vida del niño, formando parte su conocimiento de las experiencias básicas y primeras. Hay cosas que a un niño no se les enseña, el nombre de sus padres…, porque forma parte de ellos y lo han sabido siempre. Aprender a rezar, sentir a Dios cerca, incorporar a su vida los aprendizajes básicos de la vida cristiana.
Trasmitir la fe es una misión y un privilegio. Un niño siempre guardará lo que ha recibido de las personas que más le aman. No podemos privar a un niño del conocimiento y de la experiencia de quien es Dios para él.
Hoy, por desgracia, hay muchos niños bautizados que no han aprendido en sus familias a santiguarse, que no saben rezar y que no saben entrar ni estar en una iglesia. Tenemos que emplearnos a fondo en las familias, ya que tenemos tantas dificultades en los medios de comunicación, en las escuelas, en el ambiente social…Incluso, la preparación a la recepción de los sacramentos de iniciación cristiana, por la falta de preparación y de continuidad, muchas veces se convierte en un punto y final en la vida cristiana de muchos niños.
Son los primeros en el Reino. No se lo impidamos.