sábado, abril 6, 2013, 09:49 AM - Comentarios a las Lecturas
DOMINGO 2º DE PASCUA. DE LA MISERICORDIA .Ciclo C. (7-4-2013)1ª Lectura. Hechos de los Apóstoles 5, 12-16. Crecía el número de los creyentes.
Salmo 117. Dad gracias al Señor porque es bueno, porque es eterna su misericordia.
2ª Lectura. Apocalipsis 1, 9ss. Estaba muerto y ya ves, vivo por los siglos de los siglos.
Evangelio. Juan 220 19-31. A los ocho días se les apareció Jesús.
Todos los años, el domingo de la octava de pascua, proclamamos este fragmento del evangelio de Juan que nos narra dos apariciones del Señor Resucitado entre las que media una semana de tiempo. La primera, el primer domingo, el día de la Resurrección; y la segunda, a los ocho días con Tomás, quien no estuvo en la primera aparición a la comunidad. El Señor, a la comunidad reunida, les da su paz y su Espíritu que les hace capaces de perdonar pecados en nombre de Dios; muestra las cicatrices de la pasión, sus señas de identidad, y les envía a evangelizar. A los ocho días, se dirige a Tomás, quien no creyó el testimonio de la comunidad y quien manifestó su necesidad de tener experiencia de Cristo para creer, de ver y de tocar. “Tomás mira y mete tu dedo…mete tu mano…y no seas incrédulo sino creyente”.
La experiencia de Cristo resucitado se vive, se anuncia, se expresa cada domingo cuando nos reunimos para celebrar la eucaristía. Para esto nos reunimos en la Eucaristía cada domingo. Cristo nos da su paz y su Espíritu, y nos convierte en personas y comunidades nuevas, con la misión, que se convierte en necesidad, de evangelizar. Quien le ha “visto”, quien se ha sentido alguien nuevo por él, tiene necesidad de compartirlo. “Este es el día en que actuó el Señor”
Los apóstoles tenían miedo y se llenaron de valor. La segunda lectura nos dice que muchos que les veían se sentían atraídos por la integridad de sus vidas, por el amor que se tenían entre ellos y que les llevaban los enfermos para que los apóstoles los bendijeran. Estaban llenos de la paz y del amor de Jesucristo. Las comunidades crecían, necesitaban abrirse, salir de si mismas y llegar y acoger a otros.
En la segunda lectura nos narra Juan que la visión de Cristo, principio y fin, vencedor de la muerte, le libró de todo temor. Necesitamos contemplar a Cristo, cuidar la amista personal con él ,que nos da fuerza y libertad y aviva la fe verdadera, libera de prejuicios, de miedos que paralizan, y nos hace sentirnos hombres nuevos.
Tomás pasó sus dudas, como muchas veces nos ocurre a nosotros. A veces crees que todo sucederá como te imaginas y te sientes defraudado si no ocurre así. O surgen dificultades injustas e imprevistas y las vivimos en soledad, y nos obsesionan y encierran en nosotros mismos. Tomás volvió a tener experiencia del Cristo entregado, al contemplar las huellas de la pasión y en la comunidad, y su reacción fue, desde la humildad, la del verdadero creyente: ¡Señor mío y Dios mío!
Necesitamos a la comunidad para vivir en la fe. El testimonio y los sufrimientos de los otros, pequeños y grandes, sus luchas y trabajos, la eucaristía compartida. La parroquia abierta y acogedora es icono del corazón de Cristo, donde nace y se vive el amor, donde todos caben, donde nos encontramos con el Señor resucitado que nos vivifica. No es un grupo de afines que va a la suya, aunque este las practicas sean buenas. Es una familia que ayuda, acompaña y espera y que su vida es el mismo Cristo Resucitado.
“Ya que hemos resucitado con Cristo, busquemos los bienes de arriba, donde está Cristo”. “Somos ciudadanos del cielo”. “Si perseveramos, reinaremos con él”. Para nosotros la vida es ser como Cristo.
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