sábado, noviembre 6, 2010, 03:02 PM - Comentarios a las Lecturas
DOMINGO 32º DEL TIEMPO ORDINARIO (7 de noviembre)1ª Lectura: 2º de Macabeos 7, 1-2. 9-14: El Rey del universo nos resucitará para una vida eterna.
Salmo 16: Al despertar me saciaré de tu semblante, Señor.
2ª Lectura: 2ª a Tesalonicenses 2,15 -3,5; El Señor os de fuerzas para toda clase de palabras y de obras buenas.
Evangelio: Lucas 20, 27-38: Dios no es un Dios de muertos sino de vivos.
La primera lectura nos relata el valor y la fortaleza de los hermanos Macabeos y de su madre. Su fe en la resurrección les lleva a valorar más la fidelidad a las leyes del Señor que a su propia vida y les da fortaleza para resistir los sufrimientos de la tortura; su seguridad en una vida después de la muerte refuerza su fidelidad.
En la segunda lectura, Pablo tiene que corregir a los Tesalonicenses que esperan la venida inminente del Señor y les recomienda fortaleza y constancia en toda clase de palabras y de buenas obras.
El evangelio nos presenta a Jesús en Jerusalén, al final de su camino. Aquí, en el corazón del judaísmo, se produce con los saduceos el debate sobre la resurrección, hecho central del cristianismo.
Los saduceos no creían en la resurrección, porque decían que no se hablaba de ella en el Pentateuco, únicos libros de la biblia que ellos aceptaban, y se atreven a ironizar con Jesús a propósito de la ley del levirato que procuraba que todo judío tuviera descendencia legal, aun después de la muerte.
Jesús afirmará que Dios no es en Dios de muertos sino de vivos afianzando su enseñanza en la autoridad del mismo Moisés, a quien los saduceos aceptaban.
La vida viene de Dios y no puede terminar en la muerte. Dios es vida, fuente de vida, y conduce a la plenitud. Creer en este Dios de vivos y por quien todos viven supone querer y valorar la vida, defenderla, construirla.
La resurrección no es una continuación de esta vida presente: esta vida no es para eternizarse, hay mucha pobreza, mucho sufrimiento, mucha violencia, mucho mal. Resucitar no es volver a esta vida con sus todas sus pobrezas y limitaciones. Dios nos invita a creer en la vida eterna, una vida nueva, en plenitud, que cuesta entender desde nuestra realidad cotidiana.
Para un creyente morir es cambiar la vida y la resurrección nos recuerda que, aun en medio de tanto sufrimiento, nada está perdido.
Necesitamos que la esperanza en la resurrección de sentido a nuestra vida presente y nos anime a trabajar por un mundo más justo y mas humano. La fe en la resurrección nos impulsa a valorar, defender y acrecentar la vida, la propia y la de los demás. Nos sostiene en el compromiso (como a los Macabeos) porque siempre Dios está junto a nosotros y nos sostiene.
Debe de favorecer una sensibilidad especial para nuestra forma de ser cristianos y de estar en el mundo: nada que atente contra la dignidad del ser humano nos es indiferente porque estamos llamados a una plenitud, que Dios consumará después de este mundo y por la que nosotros nos esforzamos porque creemos en la vida que viene de Dios.
La verdadera esperanza en la resurrección nos libera de la pereza del vivir con brazos cruzados, nos impulsa al compromiso y nos da la alegría de saber que el mal, aunque sea mucho, será vencido.
( 317 visualizaciones )