jueves, diciembre 13, 2012, 07:41 AM - Comentarios a las Lecturas
TERCER DOMINGO DE ADVIENTO (16-12-2012)1ª Lectura. Sofonías 3, 14-18ª. El Señor se alegrará en ti.
Salmo. Isaías 12, 2-3. 4. 5-6. Gritad jubilosos: “Qué grande es en medio de ti el Santo de Israel”.
2ª Lectura. Filipenses 4, 4-7. El Señor está cerca.
Evangelio. Lucas 3, 10-18. ¿Qué hemos de hacer?
El tercer domingo de Adviento la liturgia nos invita al gozo, a la espera confiada. En la oración colecta pedimos: “Concédenos llegar a la Navidad, fiesta de gozo y salvación, y poder celebrarla con alegría desbordante”. Cuando esperamos de verdad, ya vivimos lo que esperamos aunque no lo poseamos todavía. El anuncio, ya nos hace felices. Este es nuestro gozo.
Cuando esperamos a alguien muy querido estamos en vilo, y lo disponemos todo para que se encuentre muy bien acogido. San Agustín hablaba del gozo del deseo, descubriendo lo que llevamos en el corazón para Dios: “La fe es el deseo de la visión; la esperanza, el deseo de la posesión; la caridad es el deseo del amor lleno de felicidad”. Cuando llega el Señor se cumplen las promesas; el Bautista, amigo del Esposo, dirá que se alegra al escuchar su voz.
Sofonías en la primera lectura nos llama a la alegría: “Regocíjate…grita de júbilo…alégrate…gózate de todo corazón…” por todo lo que Dios hace con su pueblo: nos ha salvado y nos ha liberado (“ha cancelado tu condena, ha expulsado a tus enemigos…”; es nuestro Señor y está entre nosotros; se complace en nosotros y nos ama. El verdadero gozo está en la certeza de que Dios es amor y viene como salvador. Aquí está la razón de la plenitud de vida del cristiano que nos impulsa a evangelizar.
Pablo en la segunda lectura nos invita a la alegría: “Hermanos, estad siempre alegres en el Señor, os lo repito, estad alegres”. El motivo es “el Señor está cerca”. Por la oración presentaremos al Señor nuestras preocupaciones e inquietudes y el fruto será la paz.
El domingo pasado el Bautista nos llamaba a la conversión. Hoy nos dice esta conversión hacia donde nos lleva, qué nos exige. A la pregunta: “entonces, ¿qué hacemos”, a la gente les dice que “compartan (túnicas, comida…)”. A unos publicanos (pecadores públicos reconocidos) que vienen a bautizarse que “no sean duros y exigentes”; a unos militares, “que no extorsionen, que no se aprovechen de los demás, que sean justos”.
Los frutos de la conversión, a la que estamos llamados todos, no se centran en actos piadosos sino en la relación fraterna con el prójimo, en la búsqueda de la justicia, en la honradez y en la renuncia a toda forma de violencia. Y a esto, estamos llamados todos.
En la segunda parte del evangelio Juan nos manifiesta lo que piensa del Mesías, para que no lo confundan con su persona: “Yo bautizo con agua…él con Espíritu Santo y fuego; él es más fuerte que yo, quien no merezco desatar ni la correa de la sandalia. El viene como juez, a separar la paja del grano, yo solo a preparar el camino”.
Cuando Juan Bautista contemple a Jesús en la cola de los pecadores para ser bautizado, comprenderá que su mesianismo no es de fuerza, sino de humildad y misericordia, y se presentará como anunciador de la Buena Noticia.
Hemos de recuperar la alegría de ser cristianos, el gozo de la fe. La vida cristiana no es una carga que reparte condenas y recorta libertades y posibilidades. La Iglesia tiene que evangelizar con alegría, porque el Señor está cerca de nosotros y tenemos que anunciar el amor salvador de Dios. La fe nos da sabiduría para llegar al corazón de personas y situaciones y no olvidar que la vida tiene sentido, porque hay Alguien comprometido con ella; la esperanza nos hace audaces, resistentes, perseverantes; la caridad nos llena de amor y hace posible la entrega. Y todo, lo tenemos que vivir con actitud humilde y servicial.
¡Alegraos, el Señor está cerca!
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