Blog del párroco
DOMINGO 33º DEL TIEMPO ORDINARIO (18 de noviembre de 2012) 
jueves, noviembre 15, 2012, 01:28 PM - Comentarios a las Lecturas
DOMINGO 33º DEL TIEMPO ORDINARIO (18 de noviembre de 2012)

1ª Lectura. Daniel 12, 1-3. Entonces se salvará tu pueblo.

Salmo 15. Protégeme, Dios mío, que me refugio en ti.

2ª Lectura. Hebreos 10, 11-14.18. Con una sola ofrenda ha perfeccionado para siempre a los que van siendo consagrados.

Evangelio. Marcos 13, 24-32. Reunirá a sus elegidos de los cuatro vientos.

Termina el año litúrgico y termina el evangelio de Marcos que nos ha acompañado durante el ciclo B. Hoy Marcos nos anuncia la venida del Hijo del Hombre, la segunda venida del Señor.

No nos anuncia una venida como fue la primera, en Belén, discreta, humilde, en la fragilidad de un niño. Vendrá “sobre las nubes, con gran poder y majestad”. Vendrá como Señor, “a juzgar a vivos y muertos, y su Reino no tendrá fin”. Todos los domingos, cuando rezamos el credo, lo proclamamos para no olvidar nuestro destino y que se fortalezca nuestra esperanza.

El evangelio nos dice que precederán unos signos: después de una gran tribulación, el sol se hará tinieblas, la luna no dará su resplandor, las estrellas caerán del cielo, los ejércitos celestes temblarán. Cuando parezca que todo está terminado él vendrá y nos reunirá de todas las partes del mundo.

Este artículo de la fe es central en la vida de los cristianos. El Señor, que llegó hasta la muerte en cruz, volverá con gloria. En cada eucaristía proclamamos que le esperamos “anunciamos tu muerte, proclamamos tu resurrección, ven Señor Jesús”. En el mundo no nos encontramos perdidos; tampoco son indiferentes todos los actos. La vida y el mundo no son del más fuerte, son del Señor. El Señor lo es del mundo y de la historia, somos de él y él siempre defenderá la causa del hombre y estará de parte del honrado, del justo, del bueno.

No sabemos cuándo será. No tenemos el día ni la hora, pero contamos con la certeza de que vendrá, y eso es para nosotros un motivo de esperanza y un estímulo para la responsabilidad personal cada día.
El mundo no es eterno, terminará. El hombre, no lo conduce por caminos de desarrollo y plenitud; recibió el mandato de “creced, multiplicaos, llenad la tierra y sometedla…”no de destruirla ni esquilmarla.

El Señor vino en la primera navidad. De manera misteriosa, viene cada día en el esfuerzo y en la entrega de muchas personas buenas que son quienes sostienen, siempre discreta y calladamente, la vida. Y vendrá al final de los tiempos, con poder y gloria, porque su vida y su palabra son la verdad sobre el mundo y sobre todo ser humano.

Hay que evitar el sentimiento de miedo o de amenaza y el de la alegre inconsciencia por la falta de responsabilidad ante la vida porque se piensa que todo da lo mismo. Este mensaje de hoy nos recuerda que Dios completa su obra y que nosotros estamos llamados a colaborar en ella.

Mientras el Señor llega tengamos nuestra vida llena de buenas obras y dediquemos nuestras cualidades y tiempo a hacer el bien.

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DOMINGO 32º DEL TIEMPO ORDINARIO (11 de noviembre de 2012) 
viernes, noviembre 9, 2012, 08:33 AM - Comentarios a las Lecturas
DOMINGO 32º DEL TIEMPO ORDINARIO (11 de noviembre de 2012)

1ª Lectura. 1º de los Reyes 17, 10-16. La viuda hizo un panecillo de su puñado de harina y se lo dio a Elías.

Salmo 145. Alaba, alma mía, al Señor.

2ª Lectura. Hebreos 9, 24-28. Cristo se ha ofrecido una sola vez para quitar los pecados de todos.

Evangelio. Marcos 12, 38-44. Esa pobre viuda ha echado más que nadie.

La Palabra de Dios siempre nos ilumina, la lección de este domingo es clara: Dios nos pone como ejemplo el comportamiento de dos viudas, que a pesar de su condición humilde y de su situación de pobreza, dan lo que tienen para vivir y que ellas también necesitan.
Dios se hace pequeño y prefiere a los pequeños; su estilo es la sencillez y se encuentra entre los suyos cuando está con los enfermos y con los pobres. No es un Dios de cantidades, sino que mira la calidad, el corazón, el interior, la generosidad.

A la viuda de Sarepta, que socorrió con todo lo que tenía al profeta Elías, ni se le acabó la harina de la jarra ni el aceite de la alcuza. Dios hace el milagro cuando se lo damos todo. La generosidad es fecunda. El que lo da todo, se da a sí mismo, recibe mucho más y trasmite vida.

El comportamiento de la viuda del evangelio contrasta con la actuación de los letrados del tiempo de Jesús; mientras estos solo buscan honores y distinciones, reconocimientos y privilegios, y, aunque colaboran con las necesidades del templo, lo hacen desde lo que les sobra, la viuda entrega de lo que necesita para vivir. Dios agradece su generosidad, “ha dado más”, porque ha entregado lo que tenía para vivir, su vida.

La avaricia y la codicia son pecados que están presentes en todos los tiempos. En épocas de pobreza se intentan justificar considerando las necesidades que cada uno tiene o puede tener. En épocas de más alegría económica, están justificadas, como justa retribución a lo que tenemos e invertimos y al nivel de vida que por nuestro estado y condición debemos llevar. El Señor, en el evangelio, no hace tanta distinción: se puede tener el dinero como un dios, como el sumo bien, o se puede priorizar la apremiante necesidad del hermano.

El Evangelio no favorece ningún igualitarismo. Mira con compasión (con amor de implicación personal) a los pobres y hace propio su sufrimiento, proponiendo compartir lo que somos, tenemos y podemos. Hay mucho trabajo que realizar juntos.
La corrupción es una falta muy grave porque roba, miente, malgasta, genera pobreza, arruina. Favorece el enriquecimiento codicioso individual y lleva a la ruina a la sociedad. Es propio de quien no tiene conciencia.

La reivindicación social debe tener prioritariamente en cuenta las necesidades de los más pobres y el bien del conjunto de la sociedad. No hay que llegar a destruir, alterar el orden o sembrar discordias, complicando la paz social, favoreciendo el odio y dificultando la búsqueda de soluciones a los problemas.
Es necesario despertar la solidaridad de todos, con el deseo de atender a los más necesitados y colaborando con soluciones más definitivas. Nuestro Dios se despojó de sí mismo y tomó la condición de esclavo…se dio para dar vida.

Todos podemos hacer por los demás. Debemos liberarnos de la codicia y de sentirnos superiores a los demás. Y valorar la aportación de los sencillos, de los pobres…que son quienes, a la hora de la verdad, mas trabajan y escriben las mejores páginas de la historia con su esfuerzo y sacrificio.

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DOMINGO 31º DEL TIEMPO ORDINARIO (4 de noviembre 2012) 
sábado, noviembre 3, 2012, 11:04 PM - Comentarios a las Lecturas
DOMINGO 31º DEL TIEMPO ORDINARIO (4 de noviembre de 2012)

1ª Lectura. Deuteronomio 6,2-6. Escucha, Israel, amarás al Señor tu Dios con todo el corazón.

Salmo 17. Yo te amo, Señor, tú eres mi fortaleza.

2ª Lectura. Hebreos 7, 23-28. Como permanece para siempre, tiene el sacerdocio que no pasa.

Evangelio. Marcos 12, 28-34. Este es el primer mandamiento. El segundo le es semejante.

“¿Qué mandamiento es el primero de todos?”. Jesús responde con prontitud a la delicada pregunta del letrado: “Escucha, Israel, el Señor es nuestro Dios, el Señor es uno; amarás al Señor con todo tu corazón, con toda tu mente, con todo tu ser”. Es el “Shemà Israel” con el que todo israelita piadoso rezaba tres veces al día, mirando a Jerusalén, así confesaba su fe en el Dios único y recordaba la alianza del pueblo con él.

Jesús, con esta respuesta confiesa la fe que ha recibido y manifiesta la continuidad de su predicación con la fe del pueblo, la fe de los Padres. Israel, cuando confesaba la fe en el Dios único, expresaba su agradecimiento por todos los acontecimientos del pasado en los que Dios les había manifestado su predilección; el Deuteronomio habla de conservar esta fe en la memoria, contarla a los hijos, vivir envueltos en ese gozo siempre, en casa y de camino, acostados y levantados…durante toda la vida, y trasmitirla a las nuevas generaciones para que nunca olviden las acciones del Señor. La fe era el gran tesoro en la vida religiosa, cultural y social de Israel.

Jesús equipara a este mandamiento el segundo:”Amarás a tu prójimo como a ti mismo”. No hay mandamiento mayor que estos. El amor al prójimo es la consecuencia porque no se puede amar a Dios sin amar a quien él mas ama, que son sus hijos.

Confesar la fe, trasmitirla y vivir en coherencia con el amor contemplado y recibido, es la vida y misión del creyente.
Toda la historia de la salvación es una manifestación del amor de Dios que sale de sí mismo y se entrega para que el hombre viva. La dignidad del hombre procede de este gran amor que lo fundamenta; en la cruz llega al extremo, por parte del Padre, que ya no puede darnos más y por parte de Cristo que no puede entregarse más. El sacrificio de Cristo es el cumplimiento del Shemà Israel. En la Cruz encontramos la escuela donde el ser humano aprende a amar de verdad.

El niño aprende a amar en su familia, escuela y comunidad de vida. Los padres, la familia, es el lugar privilegiado para trasmitir la fe, como valor que ilumina todo en la vida. Aquí el niño tiene que aprender, que el amor de sus padres es manifestación, icono del amor de Dios, amor que le hace salir de sí mismo y, desde la fe, buscar las respuestas a todos los problemas de la vida. En la familia se trasmite la vida y el sentido de la vida. La Iglesia necesita a los padres para la trasmisión de la fe, la iniciación en la vida de oración y la trasmisión de los valores del evangelio que ilumines todas las dimensiones de la vida.

La ingratitud, la cerrazón, el egoísmo, la dureza de corazón…con sus muchas consecuencias y manifestaciones, males de nuestro tiempo, nos impiden vivir la fe.

A Dios hay que amarle con todo el corazón, desde todo lo que somos. Él no es algo ni alguien más. Y esto, no se vive como si fuera una obligación, sino con el gozo liberador de quien ha descubierto a su gran Padre que le ama y dignifica.



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HALLOWEEN 
jueves, noviembre 1, 2012, 09:30 AM - Otros
HALLOWEEN (2012)

Hoy nos hemos despertado con la triste noticia del fallecimiento de tres jóvenes y del estado crítico de dos más, como consecuencia de un aplastamiento en una avalancha de gente en el Madrid Arena de la capital de España. Parece que alguien tiró una bengala en un pasillo. El lugar tenía un aforo de 10.000 personas, pero parece que habría más gente, como suele ser normal. Ya hemos rezado por ellas y por sus familiares y amigos. Que lamentable que puedan ocurrir estos accidentes.

Halloween es una fiesta de origen celta propia de EE.UU, Canadá, Irlanda, Reino Unido; parece que también se celebra en México y Colombia. Aquí se ha implantado con gran facilidad. Para los niños del catecismo, Todos los Santos es Halloween. Ya lo han celebrado en los colegios y el ambiente de alrededor favorece los disfraces y otras acciones.

Nosotros, los católicos celebramos el 1 de noviembre la Solemnidad de Todos los Santos, fiesta muy luminosa, llena de gratitud y de alegría; la fiesta de todas las personas buenas, fieles a Jesucristo y a su conciencia, muchas las hemos conocido y han sido muy cercanas a nosotros. No recordaremos sus nombres, pero están con el Señor. Ellos son quienes desde el silencio, la fidelidad y la perseverancia, el trabajo y su sentido de la justicia, escriben las mejores páginas de la historia y llenan de humanidad y verdad la vida.

El día 2 de noviembre celebramos la Conmemoración de Todos los Fieles difuntos. La muerte no nos arrebata para siempre a quienes nos han querido y llevamos en el corazón. Por la oración vivimos la comunión de los santos. Ellos interceden por nosotros, nosotros les manifestamos nuestro amor con oraciones y ofrendas. Son fiestas de vida, de cariño, de gratitud. No hay brujas, sangre ni aquelarres. No hay que emborracharse, disfrazarse ni enajenarse. Conmemoramos porque no queremos perder todo lo mejor que hemos recibido.

Me produce tristeza el que cambiemos nuestras costumbres y celebraciones por otras que nunca han sido nuestras. Si olvidamos lo que somos no seremos nada. Esto nos está pasando en muchas cosas y el resultado es arrancar las raíces y no tener horizontes y ni metas. Vivir de lo inmediato es vivir a merced de la improvisación y estar perdidos.

En mi infancia iba al cementerio con mis padres estos días y visitábamos la tumba de los familiares y amigos. Rezábamos ante las tumbas y depositábamos alguna flor. Era un día de mucho cariño. No tenía ningún miedo. Recordaba que a los nuestros no los habíamos perdido y que también mi destino era el cielo. Aquello me ayudaba a vivir.


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SOLEMNIDAD DE TODOS LOS SANTOS (1 de noviembre de 2012) 
martes, octubre 30, 2012, 03:18 PM - Comentarios a las Lecturas
SOLEMNIDAD DE TODOS LOS SANTOS (1 de noviembre de 2012)

1ª Lectura. Apocalipsis 7, 2-4.9-14. Vi una muchedumbre inmensa, que nadie podía contar, de toda nación, razas, pueblos y lenguas.

Salmo 23. Estos son los que buscan al Señor.

2ª Lectura. 1ª carta de Juan 3, 1-3. Veremos a Dios tal cual es.
Evangelio. Mateo 5, 1-12ª. Estad alegres y contentos porque vuestra recompensa será grande en el cielo.

En el prefacio de la misa de hoy rezamos:
“Porque hoy nos concedes celebrar la gloria de tu ciudad santa, la Jerusalén celeste, que es nuestra madre, donde eternamente te alaba la asamblea festiva de todos los santos, nuestros hermanos.
Hacia ella, aunque peregrinos en país extraño, nos encaminamos alegres, guiados por la fe y gozosos por la gloria de los mejores hijos de la Iglesia; en ellos encontramos ejemplo y ayuda para nuestra debilidad”.

La Iglesia celebra en una misma fiesta la victoria de los “mejores hijos de la Iglesia”, de “los que vivieron en tu amistad a través de los tiempos”. Sus nombres no son conocidos, pero están inscritos en el corazón de Dios y participan de la gloria del cielo para siempre. Ellos, perteneciendo a distintas culturas, en diversos lugares y tiempos, habiendo vivido retos y dificultades diferentes, lo han hecho desde el evangelio, siendo fieles a Jesucristo y trasmitiendo la fe en él. Ellos han sido y son los principales evangelizadores.

La fiesta de hoy, también nos recuerda que todos, por el bautismo, estamos llamados a la santidad, que el cielo es nuestra meta, donde contemplaremos a Dios tal cual es, y que contamos, por la comunión de los santos, con la ayuda de todos “los que nos precedieron en la fe”.

El Evangelio nos muestra el camino de la santidad. Un camino que nos da una felicidad y una plenitud que no encontramos en el mundo. Las bienaventuranzas nos asemejan a Jesús, son un proyecto de vida. Nos anuncian el valor de la sencillez que nos acerca a los demás; de la perseverancia en las dificultades, de la sensibilidad para acompañar a los hermanos en sus sufrimientos, de la misericordia como forma eficaz de amar; de la coherencia para ser fieles por encima de miedos e intereses, del vivir en paz y de tender puentes de paz para posibilitar el encuentro y la reconciliación entre las personas, de la verdad y la trasparencia que nos hace realmente libres. Precioso programa de vida. Proyecto para un hijo de Dios.

La vida de los cristianos unas veces conoce la experiencia de la alegría y otras la prueba del sufrimiento. Muchos santos han experimentado la soledad. Hoy, muchos cristianos de nuestro tiempo, son probados por el silencio de Dios. Las pruebas de la vida nos ponen en situaciones muy difíciles, nos sitúan ante el misterio de la Cruz y hacen que nos confiemos en las manos de Dios desde la fe.

El papa nos ha dicho en su reciente carta apostólica Puerta de la Fe, que lo que el mundo necesita son testigos de la fe, cristianos iluminados en la mente y en el corazón por la Palabra de Dios, capaces de abrir la mente y el corazón de muchos al deseo de Dios y de la vida verdadera, esa que no tiene fin. Este es nuestro reto y nuestra misión, en este tiempo en el que muchos se han alejado de Dios y viven como si Dios no existiera.

Estos días recordamos a familiares y amigos difuntos. Visitamos en los cementerios sus tumbas y les ofrecemos flores, cirios y, sobre todo, oraciones y sufragios. Es piadoso rezar por los difuntos para que les sean perdonados los pecados y para que intercedan por nosotros que todavía peregrinamos en el mundo.

Que la alegría de la celebración de esta fiesta nos anime a crecer en santidad de vida, a ser testigos del amor de Dios.


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