Blog del párroco
SAN JOSÉ, ESPOSO DE LA VIRGEN MARIA 
domingo, marzo 17, 2013, 05:35 PM - Comentarios a las Lecturas
SAN JOSÉ, ESPOSO DE LA VIRGEN MARIA. (19-3-2013)

1ª Lectura. 2 Samuel 7, 4-5a.12-14a.16. Dios le dará el trono de David, su padre.

Salmo 88. Su linaje será perpetuo.

2ª Lectura. Romanos 4, 13.16-18.22. Apoyado en la esperanza, creyó contra toda esperanza.

Evangelio. Mateo 1, 16.18-21.24a. José hizo lo que le había mandado el ángel del Señor.

José es el padre que Dios eligió para que cuidara, educara y ayudara a su Hijo.

Dios confió que José aceptara el plan que le proponía y se arriesgó a que José lo realizara bien. Era un requisito ser de la familia de David, y José lo era; pero sobre todo, era un hombre justo, creyente, que quería mucho a María y que fue capaz, por su fe, de anteponer el plan de Dios a todos sus proyectos.

José recibió el encargo de poner nombre al niño, Jesús, nombre que indica su misión, “Dios salva”. Con María, le contempló en su nacimiento; le defendieron de peligros, le cuidaron y acompañaron. Crearon la familia de Nazaret con la vida interior y el ambiente adecuado para que el niño, el adolescente y el joven Jesús creciera en edad, sabiduría y gracia, delante de Dios y de los hombres.

En la familia Jesús lo aprendió todo: a rezar, a amar, a convivir, a trabajar. Allí adquirió todos sus conocimientos sobre las personas, los trabajos del campo, la pesca, el pastoreo…que luego utilizó en su predicación. Pero allí aprendería a mirar con compasión a los enfermos, a los que sufren, a los pobres.

José, como creyente, se puso al servicio del plan salvador de Dios. Como esposo acogió amorosamente a María y vivió para ella y para que ella cumpliera todo lo que Dios le pedía. Como padre vivió para su hijo con ese profundo respeto de quien sabe que su hijo tiene una vida y una misión que le supera. Y lo vivió todo en humildad y discreción. Siempre donde Dios le pedía y su familia lo necesitaba. Y sin pedir nunca nada.

Parece que José sea un personaje de ficción, si le comparamos con las formas de vivir de hoy, de ser creyente, de ser esposo, de ser padre…José priorizó la voluntad de Dios, lo que Dios le pedía… y entregó todo lo que era, soñaba, amaba y tenía a los suyos. Así no se puede tener conflictos. En la vida de José hay una profunda unidad interna que le da su confianza en Dios. Todo encaja porque vive desde esta coherencia. Y su vida fue fecunda y fue feliz. Aun sigue iluminando la nuestra.

Hay otra forma de entender la vida, cuando cada uno es el centro de todo y todo se reduce y supedita al propio interés, a la comodidad y al capricho.

La devoción de los siete domingos de San José, los “dolores y gozos”, nos recuerdan la intensidad con la que José afrontó los grandes momentos de su vida y cómo los resolvió con esperanza.

Hoy le seguimos recordando con admiración y cariño, “al carpintero de Nazaret” por su sencillez y profundidad evangélica. Por su fidelidad hasta el final.

En Valencia se ha desarrollado mucho la celebración externa de su fiesta: las fallas, las mascletás, los castillos, la música, la ofrenda…Y ahí está San José, con su ejemplo de fidelidad al Padre, a María y al Niño. Para nosotros es un ejemplo admirable de persona y de creyente.

Patrón del gremio de carpinteros, patrón de la Iglesia universal, abogado de la buena muerte, modelo de padre y esposo.
San José, ruega por nosotros.

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DOMINGO 5º DE CUARESMA. Ciclo C. (17-3-2013) 
viernes, marzo 15, 2013, 12:02 AM - Comentarios a las Lecturas
DOMINGO 5º DE CUARESMA. Ciclo C. (17-3-2013)

1ª Lectura. Isaías 43, 16-21. Mirad que realizo algo nuevo y apagaré la sed de mi pueblo.

Salmo 125. El Señor ha estado grande con nosotros y estamos alegres.

2ª Lectura. Filipenses 3, 8-14. Todo lo estimo pérdida comparado con la excelencia del conocimiento de Cristo.

Evangelio. Juan 8, 1-11. El que esté sin pecado, que tire la primera piedra.

El día 13 de marzo, conocimos al nuevo Papa que el Señor envía a su Iglesia. Nos cautivó su sencillez y nos gustó su nombre, Francisco. Nos llenó de gozo rezar con él y por él. Y nos alegraron muchas cosas, también el que no fuera de los cardenales “papables”. Una vez más, verificamos que Dios está ahí, que también tiene opinión y preferencias; él sabrá por qué, y, al final, siempre tiene la última palabra, que es lo mejor para su Iglesia. Necesitamos aprender a confiar y no olvidar que Alguien dirige la nave de la Iglesia. Tiempo de esperanza.

La celebración de hoy, tan cercana a la Pascua, también respira esperanza. Isaías nos hable de renovación, de mirar hacia adelante, de proyectarnos al futuro de manera creadora. La palabra formula nuestro gran deseo: “que el Señor cambie nuestra suerte”, que no volvamos al pasado, sino que construyamos algo mejor, en nuestras vidas, en la sociedad, en la Iglesia. De los escombros, de las quejas y fracasos, es difícil sacar algo nuevo. Pero tener esperanza nos exige la sencillez y la humildad, el servicio y la donación personal.

El evangelio de hoy siempre nos admira por lo que escuchamos y por lo que vemos: la mujer, los acusadores, Jesús, la utilización de la ley, las palabras de perdón, la vida nueva que se abre hacia adelante… ¿dónde nos situamos nosotros?

Los que quieren apedrear a la mujer son los mismos que acusaban a Jesús de ir con los pecadores y de comer con ellos, y los que están dispuestos a condenarle si no aplica la ley de apedrear a las que han sido cogidas en flagrante adulterio (no “a los que”). Con su actuación nos hacen ver dos peligros: el vivir de medias verdades y el interpretar la Escritura en provecho propio. Conocemos la gravedad del adulterio, pero no solamente ella puede cometerlo y es pecadora. Este pasaje nos hace contemplar nuestra propia miseria cuando no aplicamos la misma ley a los demás y a nosotros mismos, y el grave peligro de situarnos en una actitud de condenar y no de salvar.¡Qué incómodo, difícil y arriesgado es situarse ante la persona marginada y caida!

Jesús no se alinea con los que condenan,sino con los condenados, porque él ha venido a buscar y a salvar a quien estaba perdido; después de mostrar que nadie está en situación de condenar, dirige a la mujer palabras de perdón y de misericordia: “tampoco yo te condeno, vete en paz y no peques más”. La persona perdonada tiene futuro y tiene esperanza.

Jesús no solo ayuda a la mujer. A quienes la condenan les hace recapacitar sobre su hipocresía: siempre es grave faltar a la ley de Dios aunque no lo conozcan los demás ni lo sepan.

Quinto domingo de cuaresma, ya estamos más cerca de la victoria del Señor. Pablo nos dirá que todo es basura en comparación con el conocimiento de Cristo Señor y de compartir su vida. El Papa, en su primera eucaristía ante los cardenales nos ha hablado de “caminar, construir y edificar con Cristo crucificado”, todo lo demás no sirve. De aquí brotará lo nuevo de lo que habla Isaías.

El pasado domingo contemplábamos al Padre misericordioso. Hoy a Cristo comprometido con los pecadores, frente a los mirones que denuncian con un corazón duro, violento y prepotente. El mensaje de la Pascua nos urge a convertirnos y a vivir de la misericordia que el Señor nos ofrece, haciéndola también norma de nuestro estilo de vida.

Solo el amor eleva la dignidad del ser humano y nos salva.

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DOMINGO 4º DE CUARESMA. Ciclo C (10-3-2013) 
sábado, marzo 9, 2013, 04:16 PM - Comentarios a las Lecturas
DOMINGO 4º DE CUARESMA. Ciclo C (10-3-2013) Día del Seminario.

1ª Lectura. Josué 5, 9-12. El pueblo de Dios celebra la pascua al entrar en la tierra prometida.

Salmo 33. Gustad y ved qué bueno es el Señor.
2ª Lectura. 2ª Corintios 5, 17-21. Dios nos ha reconciliado consigo en Cristo.

Evangelio. Lucas 15, 1-3.11-32. Ese hermano tuyo estaba muerto y ha revivido.

El domingo pasado las lecturas nos invitaban a la conversión y, con la parábola de la higuera, a dar frutos. Hoy nos hablan de fiesta: la de los israelitas al poder celebrar, por primera vez, la pascua en la tierra que les ha dado el Señor; y la del padre que ha recuperado al hijo que tenía perdido. Pablo nos recuerda que la misión del cristiano es reconciliar. Con la respuesta del salmo expresamos la bondad del Señor que tantas veces experimentamos.

Hoy, la parábola del hijo pródigo, nos expresa la alegría de Dios al recuperar al hijo que creía perdido. El motivo por el que Jesús nos relata esta parábola es porque los fariseos y maestros de la ley murmuraban contra él porque iba con pecadores y les trataba con tanta familiaridad que comía con ellos. Jesús quiere presentar la actitud de su padre y decirnos que él tiene la misma: acoger y perdonar.

El hijo menor se cansa de estar en la casa del padre, prefiere vivir al margen de él, lejos. Reclama un derecho, “la parte de su herencia”, que no le corresponde, pero que el padre le da, porque no quiere retener a nadie contra su voluntad. Esta actitud del hijo menor es la de muchas personas de nuestro tiempo que se distancian de Dios, de la Iglesia, de todo lo que han recibido, con la excusa de ser ellos mismos, y eligen una forma de vida alejada del evangelio y de los valores cristianos. Se puede llegar a extremos de perder la propia dignidad, el evangelio dice a pasar hambre y a comer lo que dejan los cerdos, cuando nos distanciamos tanto del padre.

El evangelio nos cuenta que el hijo pequeño decidió volver. Pasaba hambre, pero no fue solo por eso. Reflexionó, entró dentro de sí mismo, recapacitó y lo decidió. Tuvo mucho mérito porque venció la vergüenza de reconocer su error y su fracaso. Mucha gente no supera esta dificultad por vergüenza; incluso les parece que es retroceder, en un proceso personal vivido y sufrido. Pero no se trata de echar marcha atrás, sino de rectificar y recuperar. La verdadera libertad solamente se consigue en un ambiente de respeto y de amor, y esto el hijo lo tiene en la casa de su padre. El padre le espera, le abraza y le devuelve los atributos de hijo. Celebrará una fiesta. El gran amor del padre hace que sea muy fácil volver a recuperar la dignidad perdida.

El hijo mayor da mucha tristeza; ha permanecido en la casa del padre y nunca ha vivido en su amor. Cree que todo se lo ha ganado y que todo se lo merece. Nunca ha disfrutado ni de su padre ni de su hermano. La amargura, la dureza de corazón, la descalificación continua de los demás…indican que todo lo hacemos por nosotros y que nuestra vida está vacía de amor. En la Iglesia se puede estar por rutina, por inercia, por ideología, por comodidad, por miedo…Pero hay que estar con amor. No nos pueden molestar los hermanos, ni entristecer el que el padre quiera a todos. Vivir en el amor del padre es comprender y disfrutar el “todo lo mío es tuyo”. Nunca podremos disfrutar la alegría de sentirnos hermanos si antes no nos hemos reconocido como hijos queridos y perdonados.

El padre no ha dejado nunca de respetar y de esperar. Reconoció de lejos a su hijo, se le conmovieron las entrañas, salió corriendo a su encuentro, se le abrazó, le devolvió los atributos de hijo, le organizó una fiesta…Es la fiesta del perdón, del hijo recuperado. ¡Siempre es fácil recuperar el amor perdido de Dios! ¿Qué hacemos con nuestra libertad? ¿Nos condicionan muchas esclavitudes?

Hoy es el día del Seminario. Hacen falta sacerdotes que prediquen el amor de Dios y que sean ministros de la reconciliación. Estos días estamos valorando y agradeciendo de manera especial el ministerio de Pedro. Valoremos y respetemos a los sacerdotes. Recemos por ellos. Pidamos que el Señor suscite muchas vocaciones a la vida sacerdotal, que no falten trabajadores en su viña.

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DOMINGO TERCERO DE CUARESMA. Ciclo C (3-3-2013) 
sábado, marzo 2, 2013, 12:02 AM - Comentarios a las Lecturas
DOMINGO 3º DE CUARESMA. Ciclo C (3-3-2013)

1ª Lectura. Éxodo 3, 1-8ª.13-15. “Yo soy” me envía a vosotros.

Salmo 102. El Señor es compasivo y misericordioso.

2ª Lectura. 1ª Corintios 10, 1-6.10-12. La vida de Moisés en el desierto se escribió para enseñanza nuestra.

Evangelio. Lucas 13, 1-9. Si no os convertís, todos pereceréis de la misma manera.

Hoy la palabra de Dios nos invita a la conversión: a reorientar nuestra vida si está mal dirigida, a desandar lo equivocado, a dar fruto. Y a convertirnos ya.

El Señor, en el evangelio, a propósito de un suceso en el que Pilatos castigó indiscriminadamente a “justos y pecadores”, y de un accidente fortuito, la caída de una torre, en el que perecieron personas que no eran culpables de nada, nos recuerda la fragilidad de nuestra condición humana y lo amenazada que está nuestra existencia, y nos invita a la urgencia de la conversión. Lo que pasó a estos, pasa a otros muchos y nos puede ocurrir a nosotros. No podemos entretenernos, hay menos tiempo del que nos imaginamos, ya es hora de dar frutos.

Dios es compasivo y misericordioso. Dios es paciente y esperará un tiempo más, seguirá “abonando y regando” el campo con la higuera… pero para que demos frutos.

En la primera lectura contemplamos la llamada y la misión a Moisés. Dios se presenta como un fuego que no se extingue, porque su amor no pasa. Dios revela su nombre, que indica su proximidad a los hebreos, “el que existe, el que camina junto a vosotros…” Dios explica el porqué de su revelación: ha oído los lamentos, el sufrimiento de su pueblo, y ya no puede esperar más. Y envía y se compromete: “ve al faraón y yo estaré contigo”. Y encarga a Moisés que diga a los hebreos quien le envía. Moisés se descalza, se tapa la cara…pero hace lo que es Señor le pide con todos los miedos y riesgos que supone. Por obedecer al Señor los liberará de Egipto, sacará agua de la roca, mediará en la alianza en la que nacerá el pueblo, mediará entre Dios y el pueblo. Realizará, con la ayuda de Dios, lo que nunca hubiera soñado.

Convertirnos supone escuchar y obedecer la palabra de Dios, dejar que nos interpele, cambiar de vida y entregarnos a lo que Dios nos pide, que siempre tiene que ver con nuestro cambio personal y con la ayuda al hermano que sufre.

Los corintios quisieron compaginar la fe con la vida desordenada propia del paganismo del que procedían, separaban fe y vida moral. El que cree, vive desde Cristo y hace propia su vida y su misión.

Hoy el Señor nos recuerda que hemos recibido mucho y nos dice que no abusemos de su misericordia; la vida y el tiempo son ocasiones de hacer el bien, no excusas para no responder.

Muchas veces ocurren entre nosotros sucesos inesperados, trágicos y dolorosos. La tentación es revelarnos contra Dios, sin aceptar la fragilidad y provisionalidad de la condición humana. Debemos vivir de manera fiel y plena el tiempo que tenemos. Somos de Dios y para Dios. Nuestro Dios está muy entregado a nosotros para pensar que él es el culpable y justificar la esterilidad de nuestra vida.

El está con nosotros a lo largo de nuestra vida. Es compasivo, misericordioso, paciente y fiel. Está comprometido con el sufrimiento de los pequeños de este mundo. Nos ayuda continuamente para que demos frutos de santidad y justicia. ¿A qué esperamos? A los hebreos les dio de tiempo cuarenta años. La higuera tuvo tres años. La tendencia del hombre, cuando su fe es débil, es a entretenerse con lo vano de la vida o con lo que tiene que ver con su propio interés.

Hoy la palabra de Dios nos urge, “si no os convertís, todos pereceréis de la misma manera”. Dios no tiene mal carácter, tiene pasión por salvar al hombre. Es nuestro tiempo, es nuestra hora.



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SEGUNDO DOMINGO DE CUARESMA (24-2-2013) 
sábado, febrero 23, 2013, 01:05 AM - Comentarios a las Lecturas
DOMINGO 2º DE CUARESMA (24-02-2013)

1ª Lectura. Génesis 15, 5-12.17-18. Abrán creyó al Señor y se le contó en su haber. Dios hizo una alianza con él:”a tus descendientes les daré esta tierra”.

Salmo 26. El Señor es mi luz y mi salvación.

2ª Lectura. Filipenses 3, 17 – 4,1. Nosotros somos ciudadanos del cielo. Cristo nos transformará según el modelo de su cuerpo glorioso.

Evangelio. Lucas 9, 28b-36. Mientras oraba, el aspecto de su rostro cambió.

En este segundo domingo de cuaresma contemplamos a Jesús que sube a la montaña para orar. La montaña siempre ha sido lugar privilegiado de encuentro con Dios. Hay montes muy significativos: el Horeb, el Sinaí, el de las Bienaventuranzas, el Tabor, el del huerto de los olivos, el Calvario. Hoy acompañamos a Jesús al Tabor. Allí, en la oración, se trasfiguró.

Transfigurarse es hacer presente, mostrar su divinidad. Su rostro y sus vestidos se volvieron de un blanco resplandeciente. Hoy en el salmo decimos: “El Señor es mi luz y mi salvación, ¿a quién temeré?”; el Señor nos llena de confianza y de fuerza en medio de las dificultades.

Aparecieron junto a él Moisés y Elías, la ley y los profetas, y hablaron del “éxodo” que tenía que consumar Jesús en Jerusalén.

El primer éxodo rescató a los israelitas de la esclavitud de Egipto y duró cuarenta años; el pueblo recibió la ley en el Sinaí, Dios los guió, por medio de Moisés, y les protegió; una nube o una columna de fuego les indicaban el camino hasta que llegaron a la tierra que les dio el Señor. El éxodo de Jesús es su pascua, su paso de la muerte a la vida. Jesús habló con Moisés y Elías de su pasión. Jesús es la plenitud de la ley y el cumplimiento de todas las promesas y profecías; estos dos personajes junto a Jesús, todos resplandecientes de luz, nos lo muestran como el verdadero Mesías esperado. El Señor nos conquistará para siempre la verdadera tierra de promisión, el cielo, de donde somos ciudadanos, como nos dice San Pablo. La pasión, muerte y resurrección del Señor es el definitivo éxodo que nos libera de todas las esclavitudes.

Jesús subió con Pedro, Santiago y Juan, quienes llegaron cansados y con mucho sueño. También nos cuenta el evangelio que “Pedro no sabía lo que decía”, cuando hace la propuesta de montar las tres tiendas, y que, al cubrirles la nube “se llenaron de temor”. Pedro y los compañeros son el símbolo del hombre de hoy: cansado, adormecido, confundido ante el misterio, con la tentación de refugiarse en el pasado, con miedo a bajar al llano de la vida ordinaria a vivir el testimonio de quien ha visto la luz, de quien conoce la verdad. Necesitamos tener una vida cristiana más misionera, más coherente y comprometida; tenemos muchos miedos y respetos humanos que nos impiden ser auténticos testigos del evangelio.

Y se oyó la voz del Padre: “escuchadle”. Vivir de Cristo, vivir de su palabra. Tenemos que discernir la voz de Dios en medio de tantas palabras y saber lo que el Señor nos dice. Más conocimiento obediente de la palabra de Dios. En la primera lectura vemos a Abrahán que escuchó y creyó, y Dios prometió, se comprometió con él y cumplió: “se le contó en su haber”. En la segunda lectura Pablo nos habla de confianza a pesar de las dificultades del camino y nos recuerda que la obediencia a la palabra nos tiene que transformar, según el modelo que es Cristo, con esa energía que él tiene. La transformación personal es la invitación a la conversión continua.

Segundo domingo de cuaresma. La vida es un camino; necesitamos tiempos, espacios de oración para encontrar fuerzas, no olvidar nuestra identidad y no dejar de cumplir nuestra misión de testigos; transfiguración y escucha de la palabra; transformación. La contemplación de Cristo nos tiene que dar fuerza para recorrer los difíciles caminos de la vida, porque no hay resurrección sin cruz.

La eucaristía de cada domingo es el Tabor donde acompañamos a Cristo, escuchamos su palabra y queremos ser transformados por la comunión para que aparezca en nosotros la belleza de nuestra dignidad de hijos de Dios.

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