Blog del párroco
LA CANDELARIA Y SAN BLAS (2 Y 3 DE FEBRERO) 
lunes, enero 28, 2013, 12:58 AM - Otros
Semana del 28 de enero al 3 de febrero

Sábado 2 de febrero. Presentación de Jesús y purificación de la santísima Virgen.

A los 40 días del nacimiento del Señor ha llegado el tiempo de subir al templo a presentar en él a Jesús.

La ley del Señor mandaba que las mujeres de Israel, después de su alumbramiento, permaneciesen 40 días sin acercarse al templo, terminado este plazo ofrecían un sacrificio para quedar purificadas; un cordero y una tórtola o paloma, si eran pobres.
Otro precepto del Señor declaraba propiedad de Dios todos los primogénitos y el precio del rescate eran cinco siclos, que representaban cada uno veinte óbolos. María, sin necesidad y con mucha humildad cumple el doble precepto. Entre la gente, con humildad, rescata a su hijo.

El cordero que ofrecen es Cristo mismo.

Vivía un anciano que había sabido mantener viva en su corazón la esperanza del mesías; el Espíritu Santo le había hecho sentir que antes de morir conocería al Mesías. Cuando lo tuvo en sus brazos exclamó: “Ahora, Señor, según tu promesa, ya puedes dejar a tu siervo irse en paz, porque mis ojos han visto al Salvador, luz de los pueblos y gloria de Israel”. Con él estaba la anciana profetisa Ana que también celebraba la gloria del Señor.

Este día bendecimos las candelas unidos a la purificación de la Virgen y con ellas salimos al encuentro de Cristo luz de las gentes.
Estos cirios se han encendido para protegernos de tormentas y en el lecho de muerte, como recuerdo de la inmortalidad que Cristo nos ha ganado. Siempre han sido valorados y utilizados en momentos importantes de la vida de las familias cristianas.


San Blas, obispo y mártir.
Fue obispo de Segaste y mártir a principios del siglo IV. En Oriente, y sobre todo en Armenia, se le tiene gran devoción y su culto, introducido pronto en occidente, ha sido muy popular. Se le invoca especialmente contra los males de garganta y de muelas. Es considerado uno de los santos auxiliares. Se le celebra fiestas en muchos pueblos y terminada la celebración se bendicen alimentos y frutos que portan los devotos para poderlos comer bendecidos y pedir la protección del santo.

En la parroquia hacemos la bendición de San Blas terminada la misa de 11 horas.


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DOMINGO 3º DEL TIEMPO ORDINARIO. Vivir la Palabra. 27-1-2013 
jueves, enero 24, 2013, 07:59 AM - Comentarios a las Lecturas
DOMINGO 3º DEL TIEMPO ORDINARIO (27-1-2013)

1ª Lectura. Nehemías 8,2-4ª.5-6.8-10. Leyeron el libro de la ley y todo el pueblo estaba atento.

Salmo 18, Tus palabras, Señor, son Espíritu y vida.

2ª Lectura. 1 Corintios 12, 12-30. Vosotros sois el cuerpo de Cristo y cada uno es un miembro

Evangelio. Lucas 1,1-4.4, 14-21. Hoy se cumple la escritura que acabáis de oír.

En las lecturas de este tercer domingo el tema se centra en la palabra y en la asamblea. La palabra nos recuerda que Dios nos ha hablado, se ha comunicado y sigue comunicándose, y que el lugar es la asamblea reunida.

Desde el tiempo del Sinaí, cada vez que el pueblo ha necesitado recobrar su identidad se ha hecho asamblea. En la primera lectura contemplamos al pueblo que regresa del exilio en el que han sobrevivido cada uno como ha podido. Esdras les reúne, vuelven a tomar conciencia de pueblo de la alianza, y lee la Tora que contiene la revelación; el pueblo alaba, acepta, se emociona, adora…con un profundo respeto. Saben que Dios acontece cuando se proclama la palabra, y que les habla con un amor muy grande: en la Palabra encuentran un anuncio de vida y salvación. ¡Qué envidia respecto a lo que ocurre en nuestras asambleas, donde no interesa la palabra proclamada porque se considera que no va con nosotros y que no tiene nada que decirnos! Nos queda un largo camino que recorrer para evitar el llegar tarde, el no prestar atención, o aprovechar el momento de la proclamación de las lecturas para hacer cualquier otro comentario. También hay que recuperar la dignidad de ejercer el ministerio de lector, forma de vivir la dimensión profética en la asamblea. Ojalá en nuestras celebraciones se notara más hambre de escucha de la palabra y se viviera con alegría y gratitud, sabiendo que esa palabra acontece entre nosotros y se cumple hoy.

La primera lectura y el salmo, además de subrayar la importancia del texto nos dicen que las palabras del Señor “son espíritu y vida” que “alegran el corazón”, “que dan luz a los ojos”, que son “descanso del alma”…La Palabra de Dios nos muestra los secretos del corazón de Dios y son para nosotros vida que nos crea y nos recrea.

El evangelio presenta dos partes. La primera es la introducción a todo el tercer evangelio donde Lucas quiere subrayar el rigor de la metodología empleada, la verdad de la palabra trasmitida, ya que es una palabra verificada. En la segunda parte se presenta el momento de la presentación de Jesús como el tiempo de realización de la palabra que acaban de oír; Jesús ha elegido un texto de Isaías donde se anuncia un liberador para Israel, alguien que trae la salvación definitiva. Esa palabra se cumple en Jesús, palabra encarnada de misericordia y de consuelo. Pero la palabra se tiene que acoger con fe y con amor.

En la segunda lectura se acentúa la unidad de todos los miembros de la iglesia y la profunda relación que debe existir en ellos para que sea posible su eficacia. Cada miembro hace funcionar y rendir con eficacia a todos los demás, y cada uno vive el sufrimiento o el éxito de los otros.

Como consecuencias debemos examinarnos sobre nuestra valoración personal de la Palabra de Dios: cómo la leemos, cómo la estudiamos, cómo la meditamos, cómo interpela nuestras vidas y la cambia. Sin escucha y obediencia a la palabra, la religión queda reducida a un sentimiento cambiante. Una comunidad cristiana debe dar mucha importancia a la lectura y estudio de la palabra de Dios, personalmente y en grupo, en sesiones de estudio y formación, en las celebraciones…Para aprender, gozar en el diálogo con el Señor y aprender el camino de la vida. La escucha de la palabra expresa nuestra acogida del Señor.

Desde nuestro bautismo y confirmación vivimos cada día la realidad de que el “Espíritu del Señor está sobre mí”. Docilidad al Espíritu, escucha obediente de la palabra, comunión con los otros miembros de la comunidad eclesial…valorar todo lo cotidiano que llena nuestra vida desde la fidelidad al Señor…vivir desde la fe. “Las palabras del Señor son espíritu y vida”. A ser testigos de la palabra, palabra hecha carne, trabajo, misión, compromiso. “¡Que el gozo del Señor sea nuestra fortaleza”!

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DOMINGO 2º TIEMPO ORDINARIO (20-1-2013) 
jueves, enero 17, 2013, 08:32 PM - Comentarios a las Lecturas
DOMINGO 2º DEL TIEMPO ORDINARIO (20 -1-2013)

1ª Lectura. Isaías 62, 1-5. El marido se alegrará con su esposa

Salmo 95. Contad a todos los pueblos las maravillas del Señor.

2ª Lectura. 1 Corintios 12, 4-11. El mismo y único Espíritu reparte a cada uno como a Él le parece.

Evangelio. Juan 2, 1-11. En Caná de Galilea Jesús comenzó sus signos.

Empezamos el tiempo ordinario, el tiempo en el que iremos escuchando las enseñanzas del Señor que nos irán ayudando en nuestra vida cristiana.

A partir del próximo domingo retomaremos la lectura del evangelio de Lucas. Hoy hemos leído un episodio del evangelio de Juan, el primer signo que Jesús realizó, en Caná de Galilea, donde asistió a unas bodas con su madre y sus discípulos. San Juan nos precisa que fue el séptimo día de la semana inaugural del ministerio de Jesús, haciendo una referencia clara a la semana de la creación y al primer día de la semana, el día de la resurrección. Jesús va a comenzar un tiempo nuevo, una nueva creación: es el tiempo, la Hora de Jesús.

El fragmento tiene cuatro partes; en la primera se presenta el acontecimiento: Caná, unas bodas, estaba ya la madre de Jesús antes de llegar él con sus discípulos (Israel espera la intervención del Mesías), se terminó el vino. Una boda sin vino es una fiesta sin alegría.

En la segunda parte la “madre de Jesús”, es quien percibe las carencias del pueblo, de la humanidad, “no tienen vino”; ella provoca el adelanto de la actuación del Señor. En el evangelio de Juan aparece dos veces María, y en las dos ocasiones, Caná y la cruz, Jesús le dice “Mujer”. En el cuarto evangelio cada palabra tiene su significado especial. Jesús no la llama así por una falta de respeto sino porque la contempla desde su papel en la historia de la salvación: en Caná es Israel, en la cruz es la Iglesia. El tiempo y forma de realizar el plan de salvación lo marcará el Padre del cielo: “Mujer aun no ha llegado mi hora”.

La figura de María en este texto adquiere una grandeza especial. Con una gran discreción, medio de la fiesta, está atenta a las carencias, a las causas de sufrimiento de los demás, intercediendo permanentemente. Ella quiere remediar todas las carencias que existen en toda vida humana, procurar que no falte el vino nuevo del amor y del sentido de la vida que nos trae Jesucristo. Ella, como misión especial suya, nos entrega a Jesús y nos refiere permanentemente a él: “haced lo que él os diga”.

La tercera parte del relato describe las tinajas, el tiempo y el culto de Israel: seis, de unos cien litros cada una, para las purificaciones. Son insuficientes, solamente Jesucristo nos trae el vino necesario, el “mejor vino”.

Aquí Jesús manifestó su “gloria”, que es más que su poder. Su gloria la manifestó en la Cruz, en la Hora, donde nos amó “hasta el extremo”, como solo Dios puede hacer. Aquí nos la manifiesta porque consuma este nuevo desposorio con toda la humanidad, sellado con el vino nuevo signo de su sangre redentora. “Y creció la fe de sus discípulos en él”. A estas bodas estamos todos invitados.

Es muy hermoso contemplar a Jesús en unas bodas, en una fiesta, en un banquete. Si él está presente en un hogar nunca faltará el vino del verdadero amor. El bendice y se alegra con el amor humano, y lo eleva a la dignidad de sacramento. El amor de los esposos ha expresado siempre el amor de Dios y su pueblo, el amor de Jesucristo a su Iglesia. El amor de Dios, sin medida y hasta la entrega más total, debe ser ejemplo y estimulo del amor matrimonial. Los esposos, con su amor, son signos de esperanza y estímulos para que otros encuentren en el amor el camino de la verdadera felicidad. La Iglesia está muy agradecida a la entrega de los esposos y a su misión de crear hogares donde se trasmite la fe y se enseña a amar.

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BAUTISMO DEL SEÑOR. 13-1-2013 
jueves, enero 10, 2013, 10:12 PM - Comentarios a las Lecturas
BAUTISMO DEL SEÑOR (13-1-2013)

1ª Lectura. Isaías 40, 1-5.9-11. Se revelará la gloria del Señor, y la verán todos los hombres.

Salmo 28. El Señor bendice a su pueblo con la paz.

2ª Lectura. Tito 2, 11-14; 3,4-7. Nos ha salvado con el baño del segundo nacimiento.

Evangelio. Lucas, 3, 15-16.21-22. Después del bautismo de Jesús el cielo se abrió.

La fiesta de hoy es una nueva Epifanía, una nueva manifestación del Señor.

El evangelio nos lo narra de manera preciosa. El contexto: “el pueblo estaba en expectación…” Juan nos introduce: “viene el que puede más que yo…y os bautizará con Espíritu Santo y fuego”. El acontecimiento: “mientras oraba (Jesús), se abrió el cielo, bajó el Espíritu Santo sobre él en forma de paloma (evocando la primera creación), y vino una voz del cielo (en la creación todo se hizo por la palabra): Tú eres mi Hijo, el amado, el predilecto.” En el Jordán se da como un nuevo nacimiento, como una nueva creación: Jesús, la Palabra hecha carne, es presentado por el Padre como el Hijo amado y como el Mesías esperado.

Jesús surge entre la gente, entre los pecadores: viene a salvar y su mesianismo es de humildad y servicio. Se recoge en oración, buscando hacer siempre la voluntad del Padre; y recibe el Espíritu que permanecerá sobre él durante toda su misión.

En la Epifanía del domingo pasado Jesús era la luz de todos los hombres y de todos los pueblos. El próximo domingo, con el signo de la conversión del agua en vino en Caná de Galilea, Jesús será quien ofrece el vino nuevo que nos dé la verdadera alegría. Luz, vida y alegría. Todo esto es Jesús, el amado del Padre. Vida, agua, Espíritu, fuego, Palabra.

Hoy se manifiesta el misterio de la Trinidad. El Hijo, presentado por el Padre, ungido por el Espíritu. Hoy comprendemos la grandeza de nuestro bautismo: recreados y regenerados por el agua y el Espíritu, bautizados en el nombre del Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo.

La Iglesia acoge a los padres con alegría y agradecimiento cuando piden el Bautismo para sus hijos, y les recuerda la misión de educarlos en la fe, para que la vida divina que la Iglesia les entrega, crezca en los bautizados de día en día, para que no se apague en ellos la luz de la fe.

Los bautizados son presentados por los padres y padrinos con el respaldo de toda la comunidad cristiana y acogidos como hijos en la gran familia que es la Iglesia; incorporados a Cristo, a su vida, muerte y resurrección, asumiendo como programa de vida el evangelio; consagrados por el Espíritu que nos hace sacerdotes-profetas-reyes, esto es: capaces de entregar la vida-testigos de la verdad y portadores de la Palabra-y hombres libres para resistirse a las fuerzas del mal y de combatirlas; con el nuevo apellido de cristianos; fortalecidos por la gracia que nos va trasformando interiormente en verdaderos hijos de Dios.

Al don de la vida, se añade el don de la fe y de la vida sobrenatural; llamados a “pasar por el mundo haciendo el bien”, construyendo “el reino de Dios” y esperando un destino eterno.
¡Qué misión más preciosa enseñar a los propios hijos el “Padrenuestro” y rezarlo todos los días, primero junto a ellos (cuando son muy pequeños) y después, con ellos! Es, como ir descubriéndoles el privilegio de formar parte de la familia que tiene a Dios como Padre y a los demás hombres como hermanos! Y hacerles, en distintos momentos, la señal de la cruz en la frente, recordando que llevan las “marcas de Cristo”, de su amor redentor.

En las comunidades debemos tener más vivo el recuerdo de nuestra condición de bautizados. Santiguarse con el agua bendita al entrar en el templo nos recuerda que estamos allí desde nuestra condición de bautizados. El bautizado está consagrado, el amor de Dios es nuestra fuerza y debemos vivir desde él; es hijo de Dios, su estilo personal es el de Jesús, una presencia servicial y humilde entre los pequeños y los pobres. Somos hijos de Dios.

Seamos con nuestro testimonio de vida Epifanía de Cristo, mostremos a Cristo. Seamos presencia viva del Señor y de su Evangelio que lleve a otros al encuentro con él.

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LA VIDA OCULTA DE JESÚS Y LA VIDA ORDINARIA DE LOS CRISTIANOS, TIEMPO DE GRACIA Y DE CRECIMIENTO PERSONAL. Retiro parroquial del 8-enero-2013. 
martes, enero 8, 2013, 09:06 AM - Otros
RETIRO ESPIRITUAL PARROQUIAL. 8 enero 2013

La vida oculta de Jesús y la vida ordinaria de los cristianos, tiempo de gracia y de crecimiento personal.

El evangelio de la infancia en San Mateo termina con la revelación del ángel a San José en Egipto, informándole que ya habían muerto los que atentaban contra la vida del niño en Israel: entonces, José “se levantó, tomó al niño y a su madre y se dirigió a Israel”. Por prudencia, en vez de ir a Judá, donde reinaba Arquelao, hijo de Herodes, “avisado en sueños” se dirigió a Nazaret (Mt 2, 21-23). A continuación, ya comienza el ministerio de Juan el Bautista y aparecerá Jesús, adulto, para ser bautizado por Juan. Treinta años de verdadero silencio.

San Lucas concluye los pasajes de la infancia de Jesús con la presentación del niño en el templo de Jerusalén al octavo día de su nacimiento; “cumplidos todos los preceptos de la ley del Señor, se volvieron a Galilea, a su ciudad de Nazaret. El niño crecía y se fortalecía llenándose de saber; y la gracia de Dios lo acompañaba” (Lc 2, 39-40). El niño, en la escuela de su familia, se hacía mayor, aprendía muchas cosas y maduraba humana y religiosamente con la gracia de Dios y el ejemplo y la ayuda de sus padres y paisanos.

En el versículo siguiente ya contemplamos a Jesús de doce años. San Lucas se extiende en el relato: subían al templo de Jerusalén todos los años en la fiesta de pascua; estuvo “perdido” tres días; sus padres, con la mejor intención, confiaron uno en el otro y ambos en el niño. Por fin, lo encontraron el templo entre los doctores. María, como cualquier buena madre, confundida y dolida, dijo: “Hijo, ¿por qué nos has hecho esto?”. Jesús estaba sentado, como el Maestro que es, entre los doctores, quienes le escuchaban y le hacían preguntas. La respuesta de Jesús a sus padres es toda una presentación de su persona y de su misión a su familia, a Israel y a los destinatarios del evangelio: “¿No sabíais que tengo que estar (ocuparme) en la casa (de las cosas) de mi Padre?”. Ellos no entendieron. Bajó a Nazaret, siguió bajo su autoridad; su madre lo guardaba todo en su corazón; Jesús crecía en edad, sabiduría y gracia delante de Dios y de los hombres (Lc. 2, 41-52). Allí seguirá, en su vida oculta, dieciocho años más.

Jesús estuvo treinta años en Nazaret, viviendo con sus padres, trabajando. Para sus paisanos era “el carpintero” y “el hijo del carpintero” (Mc 6, 1-6). Era un trabajador que aprende y hereda el oficio de su padre; que lleva una vida de familia creyente, sencilla, trabajadora, discreta, sin distinguirse del resto de familias de su pueblo.

Ha habido autores que han dicho que el niño estuvo preparándose para la vida apostólica que inició a los treinta años. El pasaje de los doce años, a punto de conseguir el ser adulto en Israel, nos dice que el niño sabía quien era y cuál era su misión. La vida oculta en Nazaret no es un tiempo en función de otro, nos muestra el valor de lo ordinario, del trabajo sencillo y escondido.

En la vida de Jesús todo tiene valor redentor, de salvación; asume las realidades humanas por pequeñas que sean; el valor está en el amor con que se viven importando menos las circunstancias externas que las condicionan.

Toda la vida de Jesús es una revelación divina, sus palabras, sus hechos y su forma de realizarlos, y nos dice que cualquier situación humana es valiosa para Dios; a través de lo pequeño nos santificamos.

Nos quejamos de que somos personas corrientes, con vidas anodinas y rutinarias, que todos los días son iguales. Pues…este planteamiento tiene valor divino, interesa a Dios; Cristo actúa desde lo más humilde y silencioso. Es lo que realmente mueve el mundo. Cualquier sacrificio no conocido tiene valor. O nos encontramos con Jesús en las cosas pequeñas, vividas con discreción o no lo encontraremos nunca. Tenemos que dejar las falsas ilusiones: “cuando tenga dinero, haré mucha caridad; cuando tenga tiempo me ofreceré para ayudar en la parroquia; cuando sea mayor haré mas oración y visitará enfermos; cuando pueda, participaré de la eucaristía algún día entre semana; cuando no tenga pereza, me plantearé la confesión…” A Dios ni se le ponen excusas ni se le ofrecen “sobras” de la vida; hacer el bien, no es una “inversión “por si acaso…Los planes de Dios tenemos que vivirlos en nuestros propios ambientes, en nuestro estado, trabajo, circunstancias…

Inconscientemente le damos importancia a lo brillante, aparatoso, importante…¡Qué difícil nos resulta comprender a un Dios que nace en Belén y muere en la cruz! Según esto, ¿qué valor tiene lo pequeño y escondido? El trabajo bien hecho y acabado, justamente valorado, el orden, la limpieza, la palabra dada, el espíritu de disponibilidad y servicio, la colaboración familiar…El hogar y el trabajo es una escuela, un taller y un hogar.

Los pequeños que hacen bien su trabajo son grandes, ellos y sus obras y son los verdaderos constructores de un mundo más justo y fraterno. En este tiempo de crisis, la buena administración, la generosidad, el olvido de sí y el amor de muchas madres ancianas es lo que realmente sostiene a sus familias. Otros solo piensan en sí mismo y el dinero, tienen su vista pegada al suelo, el trabajo es un castigo.

Dios nos ha creado a cada uno como a alguien único, irrepetible, valioso y amado por sí mismo. Y nos pide convertir cada día lo pequeño en algo grande y trascendente.

La unidad de vida se logra cuando llenamos de grandeza (amor a Dios y a los demás) todo lo pequeño que llena nuestra vida. No hay cosas de poca importancia. Dios nos ha hablado y nos sigue hablando por lo pequeño.

Además, el verdadero crecimiento requiere tiempo: la semilla para dar fruto; el aprendiz, para hacerse maestro; el adolescente, para llegar a ser un fuerte deportista; la persona virtuosa, para curtirse en la santidad. Los crecimientos rápidos, muy propios de quien quiere llegar a la meta sin esfuerzo, siempre son falsos y más que cambiar la vida son una especie de maquillaje que dura poco.

Hemos comenzado un nuevo año. Dios nos da más tiempo para ser santos, para hacer el bien. Tenemos la Palabra, los sacramentos, la oración personal, la caridad…y el altar del cumplimiento de nuestras obligaciones desde donde nos ofrecemos cada día y donde, como ocurre en la eucaristía, tenemos que ser transformados en Cristo.


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