jueves, enero 26, 2012, 10:55 AM - Comentarios a las Lecturas
DOMINGO 4º DEL TIEMPO ORDINARIO (29 de enero 2012)1ªLectura. Deuteronomio 18, 15-20. Suscitaré un profeta y pondré mis palabras en su boca.
Salmo 94.¡Ojalá escuchéis hoy su voz, no endurezcáis vuestros corazones!
2ª Lectura. El célibe se preocupa de los asuntos del Señor.
Evangelio. Marcos, 1, 21-28. Les enseñaba con autoridad.
Los hebreos tenían miedo de encontrarse cara a cara con Dios, decían “no se puede ver a Dios y seguir viviendo”. Tampoco se le puede escuchar y seguir sin hacer caso. Moisés les dice que Dios, movido por su comprensión y paciencia, les mandará un mediador, un profeta. Los profetas.
Pero, si bien se gana en cercanía, tenían que estar pendiente de no confundirse, de que el profeta se auténtico y no enseñe falsas doctrinas; y de obedecerle, no abusar de él, al considerarlo uno más.
El evangelio nos muestra que, por fin, el Padre, al profeta que envía es a su propio Hijo, que enseña con autoridad y hace gestos de liberación, cura.
Enseñar con autoridad es no tener discursos vacíos de contenido, altisonantes de forma, distantes. Tiene autoridad el que desde la coherencia de vida habla con sencillez y cercanía, con amor, llegando al corazón de las personas. El que tiene esta autoridad no puede quedarse en palabras, tiene que llegar a la acción en favor de las personas que sufren. Hoy en el evangelio, hasta el espíritu inmundo reconoció a Jesús como el que podía acabar con ellos. “Sé quién eres, el santo de Dios”.
El cristiano tiene que vivir la misión profética recibida del bautismo. Cuidar la palabra, el tono y el contenido; que exprese verdad, de los conocimientos y de la vida; que una desde el amor; que construya, que haga progresar; que sepa crear silencios para encontrarse con uno mismo.
Pero, sobre todo, que vaya unida a gestos eficaces de caridad que remedien el sufrimiento de las personas, o que les ayuden a vivirlo y a descubrir el sentido y el sin sentido que a veces tiene. Pero que nunca el profeta se quede solo en palabras, porque por muy extraordinarias que sean, si solo son palabras, no tendrán nada que ver con la Palabra hecha carne.
La segunda lectura nos habla del casado, del célibe, del soltero. Todos, desde el amor, se ocupan de Dios y de los demás. El casado tiene unas urgencias y prioridades cuando se trata de ocuparse de los demás. Después de Dios, está su familia. Todos tenemos el riesgo de no amar y de preferirnos a nosotros mismos. El resultado, con pequeñas diferencias es el mismo: el vacio. La dureza de corazón, la acritud, el egoísmo.
Hoy contemplamos al profeta que nos envía Dios, Jesucristo. En el salmo hemos respondido: ¡Ojalá escuchéis hoy la voz del Señor, no endurezcáis vuestro corazón! Ojalá no pase de hoy.
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