miércoles, febrero 29, 2012, 10:54 AM - Comentarios a las Lecturas
PRIMER DOMINGO DE CUARESMA (26 febrero 2012)1ª Lectura. Génesis 9, 8-15.Yo hago un pacto con vosotros y con vuestros descendientes.
Salmo 24.Tus sendas, Señor, son misericordia y lealtad, para los que guardan tu alianza.
2ª Lectura. Pedro 3, 18-22. Como poseía el Espíritu, fue devuelto a la vida.
Evangelio. Marcos 1, 12-15. El Espíritu empujó a Jesús al desierto.
El miércoles, con la imposición de la ceniza, como rito penitencial, comenzábamos la Cuaresma. “Recuerda que eres polvo y al polvo volverás”, “convertíos y creed en el evangelio”. La Iglesia, Madre y Maestra, nos recordaba la fragilidad y temporalidad de la condición humana y nos invitaba a poner los ojos y el corazón en el evangelio, para, desde él, desandar lo equivocado de la vida y reordenarla, reorientarla, reconducirla desde Jesucristo.
Una Cuaresma mas, un tiempo de gracia especial, para recorrer el camino que nos conduce al encuentro del Señor resucitado, plenitud de la condición humana, meta del hombre, hermano mayor que ha conseguido para nosotros el que podamos aspirar a la vida para siempre junto a Dios.
Este primer domingo, las dos primeras lecturas nos hablan del diluvio. La Iglesia nos recuerda, en las primeras lecturas, las alianzas de Dios con Israel en la antigüedad. Dios siempre ha estado empeñado en ser amigo del hombre y de no perderlo, a cualquier precio. El sacrificio de Cristo, permanentemente actualizado por la Eucaristía, es el último gran gesto de Dios para consumar esta alianza de amor. ¡Hemos sido rescatados pagando un gran precio!
Pedro, en la segunda lectura, nos recuerda lo que el bautismo ha realizado en nosotros; la Iglesia, nueva arca de salvación donde fuimos bautizados, después de la larga tormenta de la vida, presente en los cuarenta días del diluvio, nos conduce a buen puerto, a la tierra firme de la salvación. Emociona la poesía de Dios que quiere sellar su alianza con toda la humanidad con el arco Iris, puente de color entre el cielo y la tierra.
Marcos nos presenta a Jesús “empujado” por el Espíritu al desierto, lugar donde se vive a la intemperie, donde la soledad nos hace enfrentarnos con nosotros mismos y con Dios, donde surgen las dudas y tentaciones sin elementos de distracción, donde se escucha el silencio, donde se siente el hambre y el miedo, donde Dios nos habla al corazón. Allí, Jesús, es tentado. Luego, a lo largo de su vida, volverá a ser tentado, y siempre optará por la fidelidad al Padre. En el desierto, fue probado por el tentador y servido por los ángeles.
Nosotros en la vida, permanentemente somos tentados, porque tenemos que elegir en distintas circunstancias y situaciones, y podemos inclinarnos en la elección desde intereses y valores que no son los de Dios. En el “Padrenuestro” pedimos, dando por supuesto que vamos a tener tentaciones, que el Padre “no nos deje caer en la tentación” y nos libre del tentador. Con la ayuda de la gracia, recibida en el bautismo, podemos resistirnos a la inclinación al mal impresa en nuestra naturaleza por nuestra condición humana. La lucidez, conseguida por la escucha de la Palabra de Dios, la actitud humilde, frente a las seguridades personales y arrogancias, y la ayuda de la gracia de Dios, nos ayudarán a no sucumbir antelas tentaciones, disfrazadas siempre “agradables a la vista y sabrosas al paladar” como nos recuerda el libro del Génesis.
En la segunda parte del Evangelio se nos invita a convertirnos y abrirnos a la predicación, al mensaje siempre nuevo y necesario de Jesús, de unirnos a su proyecto de Reino de Dios, desde el que podemos ser y vivir desde el mundo y la cultura actual.
La llamada a la conversión es llamada a crecer como personas desde el proyecto de Dios, a no enquistarnos en los vicios y fijaciones de siempre, a salir de las trampas en las que nos metemos, por comodidad, codicia u otras cosas, nosotros mismos. Para salir de nosotros y rectificar y desandar caminos hace falta un proyecto esperanzador: “Creed en el Evangelio”, vivid el Evangelio, sed Evangelio. El proyecto lo tenemos. Fiel camino cuaresmal.
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