sábado, marzo 21, 2015, 09:41 AM - Comentarios a las Lecturas
QUINTO DOMINGO DE CUARESMA. Ciclo B. 22-03-2015.1ª Lectura. Jeremías 31, 31-34. Haré una alianza nueva y no recordaré el pecado.
Salmo 50. ¡Oh Dios! Crea en mí un corazón puro.
2ª Lectura. Hebreos 5, 7-9. Aprendió a obedecer y se ha convertido en causa de salvación eterna.
Evangelio. Juan 12,20-33. Si el grano de trigo cae en tierra y muere, da mucho fruto.
Pascua ya está cerca. Este domingo nos habla de la Pasión del Señor y de sus frutos de salvación. Los profetas nos han anunciado la nueva alianza respecto a la del Sinaí: la ley ya no estará escrita en piedras, sino grabada en el corazón, una ley de comunión de Dios con su pueblo, una ley que nos traerá el perdón de los pecados y que nos capacitará para con conocer la voluntad de Dios. Una alianza gratuita que se realizará con la obediencia de Cristo, con su sangre y el don del Espíritu Santo; que elevará nuestra dignidad personal al ser salvados y rescatados por Dios
Antes de la Pasión Jesús instituirá el memorial de su pasión, establecerá la alianza nueva y eterna sellada con su sangre. Desde la Cruz nos entregará el don de su Espíritu cuando brote de su costado sangre y agua, eucaristía y bautismo, frutos del Espíritu.
En el evangelio contemplamos a Cristo en tres momentos. El primero cuando unos gentiles venidos a la fiesta manifiestan a Felipe, por curiosidad o algún otro interés personal, el deseo de “queremos ver a Jesús”; esta petición expresa como el ansia de todos los pueblos, de encontrarse con quien puede responder a todas sus aspiraciones. Felipe y Andrés, la Iglesia, son los mediadores del encuentro. La Iglesia y cada comunidad y cada cristiano debemos trasparentar a Jesús, mediar en el encuentro de los demás con El. Debemos llevar a Jesús y no ocultarlo.
El Señor dice una frase profética” y cuando yo sea elevado sobre la tierra, atraeré a todos a mí”. Será elevado en la Cruz. La cruz interpelará, a algunos los asustará y ahuyentará. Pero contemplada desde la fe, es la máxima expresión del amor y de grandeza de Dios que se entrega totalmente por nuestra salvación.
Un segundo momento es cuando se refiere al símbolo del grano de trigo que cae en tierra y muere para ser fecundo. Grano de trigo triturado para el pan eucarístico, roto en la cruz, enterrado en el sepulcro, resucitado a una vida nueva. Eucaristía, Cruz, comunión-alianza, resurrección.
El tercer momento nos sitúa ante Jesús, en una situación parecida a la noche del huerto de los olivos, con el alma agitada: “Padre, líbrame de esta hora”. Y desde el cielo una voz responde:”Le he glorificado y volveré a glorificarlo”. Como en la oración del huerto se escuchan las palabras de consuelo del Padre. El Padre siempre está con nosotros en la tribulación.
Contemplamos a Jesús en la lucha interior de la pasión. Su fuerza está en la confianza que tiene en el Padre. El fruto, la nueva alianza, eterna y definitiva con nosotros.
En la pasión de nuestra lucha diaria, donde experimentamos muchas veces la falta de fuerzas, necesitamos como Jesús la fuerza de la confianza, la cercanía del Padre y la perspectiva de la resurrección final.
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