Blog del párroco
SAN VICENTE FERRER (2 de mayo  
domingo, mayo 1, 2011, 09:15 AM - Otros
SAN VICENTE FERRER (2 de mayo, lunes siguiente a la octava de pascua)

Patrono principal de la Comunidad valenciana. Día de precepto.
Nació en Valencia el año 1350, en la calle del Mar, donde se hizo una capilla en la casa natalicia, llamada también “pouet”. Su padre era notario y lo bautizaron en su parroquia de San Esteban Protomártir. Allí se conserva la pila bautismal, donde son bautizados mucho niños/as valencianos/as.

Ingresó en la Orden de predicadores, destacó por su inteligencia; enseñó teología y ocupó distintos cargos de gobierno en la Orden.

Como predicador recorrió muchas comarcas con gran fruto y prácticamente toda Europa. Predicó en valenciano, con tanto fervor, que la gente le entendía: defendió la verdadera fe y se esforzó en trabajar por la reforma de costumbres de la época. “Temed, respetad al Señor, y tributadle todo el respeto y honor que se merece”.

Fue consejero de reyes y papas en función de la paz y de la unidad de la Iglesia, tanto en el compromiso de Caspe como junto al Papa Luna en Peñíscola.

Fundó en Valencia el primer colegio del mundo, para acoger a niños huérfanos y, este colegio sigue siendo el milagro permanente del “pare Vicent”. Durante su vida hizo muchos milagros, muchos permanecen reflejados en retablos de cerámica de la ciudad de Valencia y de toda la Comunidad.

Son muchos los lugares que recuerdan su paso, su predicación o algún signo prodigioso que realizó (caminos, balcones, fuentes…) Fue un hombre brillante, trabajador incansable, maestro lleno de sabiduría, predicador…pero, sobre todo, un humilde y piadoso religioso, perteneciente a una orden mendicante, que no buscó glorias humanas y que solo predicó el amor de Dios.

Muchos niños de Valencia, con mucho cariño y gratitud, representan sus milagros en altares preparados en las calles de la ciudad la víspera de su fiesta, y se realizan distintos actos para que permanezca vivo su recuerdo.

Murió en Vannes (Francia) el año 1419. En su colegio, sito en San Antonio de Benagener, se conserva una ilustre reliquia que visita muchos lugares donde se la requiere.

San Vicente Ferrer, ruega e intercede por nuestra Iglesia particular de Valencia y por toda la Comunidad Valenciana.

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SEGUNDO DOMINGO DE PASCUA (1 de mayo) 
domingo, mayo 1, 2011, 12:02 AM - Comentarios a las Lecturas
SEGUNDO DOMINGO DE PASCUA (1 de mayo)

Domingo de la Misericordia y día de la beatificación de Juan Pablo II

1ª Lectura. Hechos de los Apóstoles 2, 42-47. Los creyentes vivían todos unidos y lo tenían todo en común.

Salmo 117. Dad gracias al Señor porque es bueno, porque es eterna su misericordia.

2ª Lectura. De la primera carta del apóstol San Pedro. 1, 3-9. Por la resurrección de Jesús entre los muertos nos ha hecho nacer de nuevo para una esperanza única.

Evangelio. Juan 20, 19-31. A los ocho días, se les apareció Jesús.

La octava de Pascua era conocida antiguamente como “Dominica in Albis”, recordando que los neófitos romanos subían hasta la Basílica de San Pancracio, para depositar en la tumba del joven mártir las vestiduras blancas que habían recibido la noche de Pascua y con las que les recordaban, que los que hemos recibido el bautismo “hemos sido revestidos de Cristo”.

Este domingo, la liturgia y la Palabra de Dios, tienen toda la riqueza de la Pascua. La oración colecta expresa los dones del Resucitado: “Dios de misericordia infinita, que reanimas la fe de tu pueblo con el retorno anual de las fiestas pascuales; acrecienta en nosotros los dones de tu gracia, para que comprendamos mejor la inestimable riqueza del bautismo que nos ha purificado, del espíritu que nos ha hecho renacer y de la sangre que nos ha redimido”.

En el Evangelio el Señor se muestra lleno de alegría y da a la comunidad reunida, con las puertas cerradas por miedo a los judíos, los primeros dones de su resurrección: la paz, como saludo suyo y del Padre; les ofrece su cuerpo glorioso para que verifiquen que es El (los signos del resucitado son las heridas de la pasión); les da su Espíritu para que reciban lo más íntimo de Él y del Padre, y con Él reciban y trasmiten la salvación en plenitud.

Jesús tiene interés de que la comunidad toque, constate, verifique…que es Él quien ha resucitado y vive, el primer día de la semana y ocho días después. La comunidad tiene que testimoniar y predicar la resurrección del Señor, y lo tiene que hacer con convicción y firmeza. Lo han visto, han comido con El, ha caminado junto a ellos. La resurrección es obra del poder del Padre y del Espíritu.

Para nosotros es la bienaventuranza “dichosos los que crean sin haber visto” y las preciosas palabras de la epístola de Pedro: “no habéis visto a Jesucristo y le amáis; no lo veis y creéis en Él; y os alegráis con un gozo inefable y transfigurado”. Los cristianos somos testigos por la fe de la Iglesia, expresada en tantas vidas fieles al evangelio de Jesús, por la acción del Espíritu que recibimos en el bautismo, por la eucaristía, tantas veces celebrada y que nos ha mostrado a Jesús, nos ha ido transformando en El y nos ha urgido a compartir con los hermanos y a reconocer en ellos el rostro de Cristo.

Hoy contemplamos cómo la eucaristía, desde hace veintiún siglos, ha ido expresando, configurando, realizando a la Iglesia. La Iglesia la celebra, y se realiza desde la Eucaristía, presencia viva del Señor resucitado. La primera lectura nos recuerda que la primera comunidad necesitaba encontrarse para la fracción del pan, para la oración, la escucha de la palabra y para socorrerse en las necesidades que les planteaba la vida, como miembros de la misma familia que eran.

En este tiempo, la Iglesia tiene que perder el miedo al mundo y abrir puertas, para establecer el diálogo necesario con todos los hermanos que buscan sentido a la vida y que se encuentran solos y desamparados. Necesita recuperar la alegría, porque tiene y anuncia a Cristo, vencedor de la muerte y de todas las formas de muerte que amenazan al hombre: Cristo es el redentor del mundo. Necesita vivir su fe con más convicción, para que genere en nosotros más valor y entrega. Necesitamos que nuestras eucaristías sean más fraternas y anunciemos a Cristo muerto y resucitado que nos llena de su Espíritu para recrearnos y mejorarnos en todo lo que somos. Necesitamos que la Eucaristía dominical se viva menos como devoción y precepto (que es vivir de mínimos) y nos sintamos dichosos y honrados al ser invitados y servidos por el Señor que nos sienta a su mesa.

Tantos y tantos años ininterrumpidos de celebrar la eucaristía, en circunstancias, a veces tan difíciles, es el milagro de la acción del Espíritu del Señor resucitado, que incansablemente no cesa en su labor de transformar y salvar al mundo.

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VIGILIA PASCUAL (23 de abril) 
sábado, abril 23, 2011, 05:12 PM - Comentarios a las Lecturas
VIGILIA PASCUAL (23 de abril)

1ª Lectura. Génesis 1, 1-31; 2, 1-2.Vió Dios todo lo que había hecho y era muy bueno.

2ª Lectura. Génesis 22, 1-18. Sacrificio de Abraham, nuestro padre en la fe.

3ª Lectura. Éxodo 14, 15- 15,1. Los israelitas entraron en medio del mar a pie enjuto.

4ª Lectura. Isaías 54, 5-14. Con misericordia eterna te quiere el Señor, tu redentor.

5ª Lectura. Isaías 55, 1-11. Venid a mí y viviréis; sellaré alianza perpetua.

6ª Lectura. Baruc 3, 9-15.32- 4,4. Camina a la claridad del resplandor del Señor.

7ª Lectura. Ezequiel 36, 16-28. Derramaré sobre vosotros un agua pura, y os daré un espíritu nuevo.

Epístola: Romanos 6, 3-11. Cristo, una vez resucitado de entre los muertos, ya no muere más.

Evangelio: Mateo 28, 1-10. Ha resucitado y va por delante de vosotros a Galilea.

Esta noche resuena entre nosotros la buena noticia que dio el ángel a las mujeres y que ellas trasmitieron a los discípulos: “No temáis, buscáis a Jesús el crucificado, no está aquí, ha resucitado, y va por delante de vosotros a Galilea, allí le veréis”.

La resurrección de Jesús es su victoria sobre la muerte y sobre todas las fuerzas del mal, que quisieron acabar con él.
- Es el triunfo del amor sobre el odio, de la verdad sobre la mentira, del bien sobre el mal
-Es la prueba de que en su vida y en su predicación, todo fue verdad, porque él es la Palabra y la Verdad de Dios.
-Es la nueva creación del hombre, porque vencida nuestra muerte, por la fe y el bautismo hemos sido recreados, hechos hijos de Dios.
-Es la gran palabra del Padre sobre Cristo: aquí manifiesta, levantándolo de la muerte, que es su Hijo muy amado.

Nosotros, por nuestro bautismo, hemos sido incorporados a Cristo, a su vida, a su muerte y a su resurrección: “No temas, hermano, Cristo murió por ti y en su resurrección fuiste salvado” (del Ritual de exequias). Y como fruto de esta incorporación, nos recuerda Pablo, “debemos andar en una vida nueva”. Nuestra vieja condición ha sido crucificada con Cristo. Debemos vivir desde ahora según los valores del Evangelio.

La fe en el resucitado nos convierte en testigos. Le encontramos “en Galilea”, en las ocupaciones, retos y trabajos de la vida ordinaria. Y con nuestra vida y palabra debemos testimoniar que Cristo vive, y todo lo que supone su vida se mensaje, su victoria. La vida de cada cristiano debe ser palabra elocuente y testimonio claro de la presencia del Señor en el mundo, que lleve a los otros a la fe. Porque en Cristo hemos tenido la experiencia de ser recreados; en él nos hemos apoyado, él hace que salga de nosotros todo lo mejor. “Id a los hermanos “es la eterna misión del Resucitado.

La resurrección del Señor es la meta de todas las acciones salvíficas de la historia de salvación, como nos han proclamado las lecturas del Antiguo Testamento: Jesús nos ha recreado y ha elevado la dignidad de la condición humana; Él, nuevo Moisés, nos ha rescatado de la esclavitud del pecado y nos ha introducido hacia una patria nueva y definitiva; Él es el anunciado por los profetas, como Mesías, salvador de Israel y de todos los hombres; Él es quien sella con nosotros una alianza perpetua y nos da un corazón nuevo.

Cada Eucaristía que celebramos, y de manera especial cada domingo, son un eco de esta noche de Pascua y proclamamos la resurrección del Señor: “Anunciamos tu muerte, proclamamos tu resurrección, ven Señor, Jesús”.

Que nuestra fe sea viva y nuestro testimonio ejemplar para que Cristo no esté oculto bajo ninguna losa de infidelidades, temores, comodidades, rutinas, respetos humanos, cobardías. Ha resucitado y supone para nosotros una vida nueva, y para todas las personas, sobre todo, para todos aquellos que su dignidad está más maltratada, esperanza de salvación y liberación. El viernes Santo, en el grito de Cristo en la Cruz, se hizo presente todo el sufrimiento del hombre en todas sus formas. La resurrección de Jesús nos recuerda que ese dolor ha sido escuchado y que debe ser remediado. Que la fe en el resucitado acreciente en nosotros el compromiso, especialmente, por todos los que sufren .

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VIERNES SANTO. Celebración de la Pasión y Muerte del Señor (22 de abril) 
viernes, abril 22, 2011, 08:15 AM - Comentarios a las Lecturas
VIERNES SANTO (22 de abril)
Celebración de la Pasión y Muerte del Señor

Primera lectura: Isaías 52, 13- 53, 12. El fue traspasado por nuestras rebeliones. Dios quiere salvar a su pueblo; en el centro está el “siervo” a quien se refieren los demás y que será mediador entre Dios y su pueblo, se sacrificará como expiación por los pecados del pueblo
Salmo 30. Padre, a tus manos encomiendo mi espíritu.
Segunda lectura. Hebreos 4, 14-16; 5, 7-9. Experimentó la obediencia y se convirtió en causa de salvación eterna para los que le obedecen.
Pasión de nuestro Señor Jesucristo según San Juan 18, 1-19. 42

Hoy es el primer día del Triduo Pascual inaugurado con la Eucaristía vespertina de ayer. La Pascua es el tránsito de Jesús a través de la muerte a la Nueva vida de Resucitado. Hoy celebramos la primera parte, el paso a través de la crucifixión y contemplamos a Jesús que se dirige libremente a consumar su misión, como Rey triunfador que ya ha vencido al mundo.
La celebración de esta tarde está impregnada de silencios contemplativos. La entrada en la celebración con la postración de los celebrantes; el silencio que requiere la escucha de la lectura de la Pasión según San Juan, el apóstol que estuvo con María junto a la cruz del Señor; la adoración de la Cruz; el silencio final a la espera de la resurrección.
Pero el gran silencio es el del Padre. Y no porque esté lejos de Jesús y de sus padecimientos, sino porque se encuentra en una profunda comunión con Él y hace suya toda su pasión y todos sus anhelos.
Rompe el silencio el gran grito de Jesús. En ese grito está presente todo el dolor y el sufrimiento de todas las personas del mundo. Nada es ajeno al corazón del Padre. Todo ser humano, sea cual sea el motivo de su sufrimiento, en la experiencia aniquiladora del dolor, tiene junto a él, en profunda comunión, a Jesucristo.
“Dios mío, Dios mío, por qué me has abandonado”. Nunca ha estado tan escondida la divinidad de Jesús y nunca se ha manifestado con más grandeza su amor misericordioso, ya que es el momento de la revelación mas total del amor de Dios, que está junto a su Hijo “que nos amó hasta el extremo” en la entrega, llegando hasta el final, para ser el salvador de todos los hombres.
La muerte de Jesús es muerte liberadora del mal y del pecado, es antesala de resurrección y de vida en plenitud, para Él y para los que estamos unidos a El por el Bautismo. Pascua de Cruz, Cruz de vida.
En la Cruz el Señor pidió nuestro perdón y nuestra justificación. “Padre, perdónales porque no saben lo que hacen”. En la pasión y en la Cruz nos recuerda que no quiere perdernos y nos da nuevas oportunidades: a Judas en el cenáculo al distinguirlo con el primer trozo de pan, a Pedro cuando le miró después de las negaciones, al ladrón arrepentido desde la cruz. “hoy estarás conmigo”. Jesús siempre tiene un “hoy” y una “ahora” para el perdón.
Como Pablo repitámonos para crecer en la fidelidad: “me amó y se entregó por mí”. Como María y el discípulo amado, sepamos estar junto a la Cruz de Cristo y de los hermanos. Como el soldado sepamos descubrir en el rostro de Cristo entregado toda la grandeza de un Dios salvador nuestro: “Realmente era el Hijo de Dios”. Admirablemente es el Hijo de Dios.

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Sobre el MONUMENTO de Jueves Santo 
lunes, abril 18, 2011, 11:46 PM - Otros
SOBRE EL “MOMUMENTO”
DONDE SE RESERVA LA EUCARISTÍA PARA LA ORACION PERSONAL O COMUNITARIA DESPUES DE LA CELEBRACIÓN DE JUEVES SANTO

En todas las iglesias donde se ha celebrado la Misa de la Cena del Señor, se dispone un lugar adornado con flores y luces, sin excesos, donde se reserva la Eucaristía para la adoración y la comunión en la celebración del Viernes Santo. Debe evitarse el recargarlos de símbolos (panes-toallas, tonelitos de vino…) que distraigan la atención. No hacen falta símbolos cuando Cristo está realmente presente.

La oración ante el monumento es de una gran riqueza: agradecemos al Señor su amor inmenso manifestado en la entrega de su vida hasta la muerte; el don de la Eucaristía, presencia real permanente, con su cuerpo, alma y divinidad; el don del sacerdocio; el mandamiento del amor. La adoración de la Eucaristía en el monumento tiene también un carácter pedagógico, ya que nos recuerda que siempre tenemos al Señor, que nos espera en la oración y que está disponible para consolar y confortar a los enfermos cuando les llevamos la comunión fuera de la Misa.

La tarde-noche de Jueves Santo, con nuestra oración y presencia queremos acompañar a Jesucristo que pasó toda la noche siendo juzgado y maltratado entre el Sanedrín, Herodes y Pilatos. Vivimos aquella soledad y abrimos los ojos y el corazón para ser sensibles ante situaciones humanas de sufrimiento cercanas a nosotros y ante las que ni debemos ser insensibles ni pasar de largo, ni “negar” no reconociendo.

Es noche de compañía y de presencia.

Muchas personas tienen la costumbre de visitar, haciendo una breve oración, los “monumentos” de templos o capillas cercanas a su parroquia. Le llaman hacer “estaciones”, paradas para la oración. Es como una parábola de la vida, en la que se hacen diferentes estaciones para recuperar fuerzas y seguir el camino hacia la meta definitiva. Interesa hacerlas bien, con sentido religioso, uniéndonos a esa comunidad que espera junto a Cristo, evitando el aire de “maratón” y el tono de curiosidad. Es aconsejable que después de la media noche, el monumento muestra un aspecto más sobrio.

Hay que buscar momentos de silencio para encontrarse con el Señor y con nosotros mismos. La oración nos hace recuperar consciencia y luz. Y el fruto es la paz. Como el estanque donde se han agitado las aguas necesita tiempo para que vuelva a verse el fondo, así también el alma humana, necesita la oración, el tiempo de silencio ante el Señor.

En la oración hay que poner calor, afecto, pasión. Estamos junto al amigo juzgado, maltratado, insultado…Pablo no se cansaba de decir “me amó y se entregó por mí”. Y por ti. Y por cada uno de nosotros.

¿Dónde estamos esa noche, ese día…?.Ojalá no se repita el “no sé de qué me hablas, no conozco a ese hombre” que tantas lágrimas produjo aquella noche.







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