Blog del párroco
OBOLO DE SAN PEDRO (26-27 de junio) 
jueves, junio 24, 2010, 06:48 AM - Otros
OBOLO DE SAN PEDRO (26-27 junio)

Llamamos así a las donaciones de las diócesis y cristianos católicos del mundo al Papa, para que pueda responder a las urgencias y hacer realidad sus iniciativas en la Iglesia universal. Se llama también colecta de la caridad del Papa.

Se celebra el 29 de junio o el domingo mas próximo a la solemnidad de San Padre y San Pablo.
Nació en el siglo VIII, tras la conversión de los anglosajones y hasta 1534 fue una aportación de la Iglesia de Inglaterra a la Santa Sede. Pronto se difundió por los países europeos. Fue regulada por el Papa Pío IX en la encíclica “Saepe Venerabilis.”

En 2008 la cantidad recaudada fue de 54.387.714 euros.
Entre las obras realizadas recientemente se encuentran la ciudad de los muchachos “Nazaret” en Mbare (Ruanda), el hospital de San Vicente de Paúl en Sarajevo, la aldea para huérfanos del sida en Kenia., el hospital “Redemptoris Mater” en Armenia, las actividades de la fundación “Populorum progressio” para los campesinos e indígenas de Latinoamérica y de la fundación Juan Pablo II para el Sahel.

El Papa Benedicto XVI ha dicho que esta donación es la participación mas típica de los fieles en las iniciativas del Obispo de Roma en beneficio de la Iglesia universal. Además de su valor práctico es un signo de comunión con el Papa y de solicitud por las necesidades de los hermanos; así la Iglesia puede cumplir válidamente su oficio de presencia en la caridad universal.

Anteriormente ya tuvimos el gesto de la colecta de Pablo, en las nuevas comunidades que formaba, en favor de las pobres de la Iglesia madre de Jerusalén, como signo de comunión.

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DOMINGO XII DEL TIEMPO ORDINARIO 
martes, junio 15, 2010, 05:07 PM - Comentarios a las Lecturas
DOMINGO XII DE TIEMPO ORDINARIO

1ª Lectura: Zacarías 12, 10-11: Mirarán hacia mí, a quien traspasaron.
Salmo 62: Estoy unido a ti, tu diestra me sostiene.
Gálatas 3, 26-29: De Cristo habéis sido revestidos.
Lucas 9, 18-24: El que quiera seguirme, que se niegue a sí mismo, cargue con su cruz cada día y se venga conmigo.

Las tres lecturas evocan la estrecha relación que debe existir entre el creyente y el Señor: mirar hacia él, estar unido a él, seguirle…Porque no se trata solo de aceptar unas verdades o de bautizarse sino de llevar la misma vida de Jesús aunque muchas veces resulte difícil y doloroso.

La persona de Jesús interpelaba y no dejaba a nadie indiferente: ¿Quién dice la gente que soy yo? Es la pregunta que hizo a sus discípulos y que nos hace a cada uno de nosotros, ¿y vosotros, quien decís que soy yo?
Quien le reconoce en todo su misterio, le ama y se identifica con El, y ya solo puede vivir desde la obediencia de la fe.

Nosotros sabemos que es mas que Juan el Bautista, porque no viene a preparar el camino a nadie sino que El es el Camino para llegar al Padre y para ser persona en plenitud. Vivir su Evangelio es tener la experiencia de sentirse feliz, libre y en paz, de ver que la vida tiene sentido y destino. “Eres camino, y te recorremos”.
Nosotros hemos escuchado al Bautista decir que es el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo; y le hemos contemplado en la Cruz, entregado por amor; y nos hemos sentido salvados y liberados, porque sabemos que un amor tan grande vence al mal y a la muerte, y con su resurrección ha dejado abierta para toda la humanidad las puertas de la vida eterna.

Nosotros sabemos que es más que Elías u otro profeta, porque El es la Palabra definitiva del Padre al mundo y a los hombres. En su Persona, en sus palabras, en sus silencios, en sus obras; en sus prioridades, en su forma de hacer y decir, en cualquier pequeño detalle que vemos en El, se manifiesta, con un cariño inmenso, la verdad liberadora del Padre hacia nosotros, la Sabiduría de Dios, porque Cristo es la Verdad que nos hace tener una vida plena. “Eres Verdad y te creemos”.

Pedro, quien tanto le amó, respondió: el Mesías de Dios.
Dios no nos podía enviar a nadie que fuera o hiciera más que El: era su Hijo y obedeció hasta la entrega de su vida.
No vino a conquistar el mundo. Hubiera necesitado otro estilo y otras armas. Vino a transformarlo, a servirlo, a redimirlo, a elevarlo; desde dentro y por amor. “Eres Vida, y esperamos en ti”.
Por eso el Mesías tenía que sufrir tanto. “No vino a condenar al mundo, sino a que el mundo se salve por El”. “Os envío como corderos en medio de lobos”.”No sois del mundo, como tampoco Yo soy del mundo”. “El grano de trigo si no cae en tierra…para que de fruto”.”Estoy en medio de vosotros como el que sirve”…

¡Qué difícil le resultó a Pedro comprender el mesianismo de Jesús! Le quería mucho, tenía sus propios sueños humanos y a nadie gusta pasar por el fracaso. “El Hijo del Hombre tiene que sufrir mucho”.

A nosotros también nos resulta muy difícil ser cristianos de verdad.
Ser un poco mejores es agradable y cómodo. Hacer el bien, llena de satisfacción y tranquiliza. Dedicar un rato a la semana a Dios en la eucaristía, justifica; además, por si acaso, es el momento de pedir. Reducir determinados actos o prácticas a tradición y costumbre, no compromete. ¡Qué pena, dar la impresión de que somos unos nostálgicos, cada día menos, de unas formas de religión trasnochadas, que aportan poco y no convencen a nadie!

“¿Quién dice la gente que soy yo?”
Señor, ¿te tienen que encontrar en nosotros? Tú nos enseñaste que las palabras se comprenden desde la vida. ¿Tienen que recibir el mensaje desde el testimonio de la vida de los cristianos?

“El que quiera seguirme que renuncie a sí mismo, que cargue con su cruz de cada día y me siga”

Señor nos pides que tengamos en primer lugar tu proyecto sobre los hombres, sobre la vida, sobre todo…por encima de nuestros proyectos personales (renunciar a nosotros mismos); que “carguemos con la cruz”, que asumamos las consecuencias, por sacrificadas y dolorosas que resulten, “cada día” , en la vida cotidiana, no solo en los grandes momentos.

Los cristianos, en el mundo, debemos hacer que resuenen, por todos los medios, la verdad y la novedad del Evangelio. Todas las causas de Cristo, que son todas las causas del hombre y de la vida, son nuestras causas. Con convicción, con sencillez, con libertad, con alegría. No hay ningún problema de los hombres, nuestros hermanos, que nos sea extraño, “todo lo que hicisteis con uno de estos mus humildes hermanos…”
“Señor, que tu diestra nos sostenga”.
Ayúdanos en el camino de la fidelidad como personas, como comunidades, como Iglesia universal “para que el mundo crea”; porque somos tus pobres y débiles testigos, porque la mies es mucha, porque nos has dado mucho, porque siempre has querido contar con nuestros escasos medios y con nuestra pobreza personal.

“El que pierda su vida por mí, la encontrará”

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XI DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO 
viernes, junio 11, 2010, 10:19 AM - Comentarios a las Lecturas
DOMINGO XI DEL TIEMPO ORDINARIO

1ª Lectura: 2 Samuel 12,7-10.13: El Señor perdona tu pecado. No morirás.
Salmo 31: Tú perdonaste mi falta y mi pecado.
Gálatas 2, 16.19-21: Es Cristo quien vive en mí.
Lucas 7,36-8,3: Tus pecados quedan perdonados.

Las lecturas de hoy nos hablan de pedir perdón y de ser perdonados. Perdona el que amó hasta entregar la vida y ama el que se siente perdonado. No es suficiente confesar los pecados, es necesario sentirse necesitado de la misericordia de Dios y descubrir y agradecer que es el propio Dios quien se adelanta a perdonarnos por puro amor e interés por nosotros. Solamente entonces comienza la verdadera conversión.

La primera lectura nos narra el grave pecado del rey David. La Palabra de Dios nos lo muestra para nuestra enseñanza y corrección. Todo ser humano es frágil, que puede menospreciar los preceptos de Dios sea cual sea su situación, y lesionar los derechos del prójimo atentando contra su dignidad.. Pero también nos dice que es posible un arrepentimiento hondo y sincero, y que el amor y el perdón de Dios puede sanar al hombre.

En el salmo se reconoce la propia culpa: “perdona, Señor, mi culpa y mi pecado”. ¡Que importante es aceptar la propia realidad y no echar la culpa a nadie!. Así es posible el perdón.

En la segunda lectura encontramos la tesis fundamental de San Pablo expuesta en Gálatas y Romanos: la justificación es concedida a los hombres por la fe en Cristo Jesús y no por las obras de la ley.
Es don de la gracia, nosotros nunca nos podemos ganar o merecer todo los que el Señor nos regala. Podemos, con nuestra respuesta, disponernos a acoger los bienes de Dios, pero tanto el perdón, como la vida sobrenatural que el Señor nos ofrece, ha sido mérito de Jesucristo, a quien hemos sido incorporados por el bautismo.

El Evangelio nos describe lo que ocurre en casa de Simón, un hombre intachable y distinguido, que invita a Jesús a comer.
Debía tener a Jesús en alta consideración (si no, no le habría invitado), pero se crea una situación nueva, cuando irrumpe una mujer pecadora, saltándose todas las normas de lo correcto y oportuno, y empieza a lavar los pies al Señor.
Es un momento imprevisible en el que Simón juzga interiormente a Jesús, porque no comprende que consienta con lo que está ocurriendo: una mujer, una pecadora, le está tocando y lavando los pies. La escena es casi escandalosa.
El Señor responde con una comparación muy sencilla que tiene una consecuencia muy clara: ama mas a quien mas se le perdona.
La perspectiva de Jesús, “amigo de publicanos y pecadores”, es otra que la de Simón: El viene a salvar lo que estaba perdido y valora, por encima de todo, los gestos de amor. Conoce el corazón de las personas y los verdaderos motivos de sus actos y, por eso sabe, que esta mujer, de quien no sabemos nombre ni nada, porque puede ser cualquier persona, está agradecida porque se siente muy amada y muy perdonada y todo lo que hace le parece poco.
La “corrección” de Simón, que va de anfitrión con Jesús, le distancia del Señor y le ciega para comprender a la mujer. El verdadero anfitrión siempre es Jesús, quien nos regala su amor, su perdón y su vida, quien conoce el corazón del hombre y valora todo autentico gesto de amor.

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UNA SOCIEDAD SIN VALORES ES UNA SOCIEDAD SIN FUTURO 
lunes, mayo 31, 2010, 10:23 PM - Otros
“UNA SOCIEDAD SIN VALORES ES UNA SOCIEDAD SIN FUTURO”
Corpus Christi-Día nacional de caridad 2010

El último informe de la fundación FOESSA de 2008, sobre “exclusión y desarrollo social en España” dice: “No podemos subestimar la crisis ni reducirla a una cuestión financiera. Detrás asoma el fracaso de esta sociedad de bienestar y de un modelo de desarrollo que no ha logrado reducir las desigualdades ni disminuir la pobreza en lo últimos quince años a pesar de ser años de un gran desarrollo económico. Pero es necesario y urgente tomar conciencia de la necesidad de un cambio profundo personal y comunitario, hacer una revisión de valores, motivaciones y estilos en todos los ámbitos de la vida humana”.

La crisis de la sociedad es una consecuencia necesaria de la profunda crisis por la que pasa el ser humano.
Al perder el sentido de Dios, el ser humano deja de ser lo más importante, por la dignidad de su naturaleza y la grandeza de su origen y destino.
El Señor ya nos lo dijo, “no se puede servir a Dios y al dinero”. Cuando el dinero está en el centro, la sociedad se hace materialista, mercantil y consumista. El mercantilismo nos lleva a pensar que todo se compra y se vende, ya que el dinero es el valor absoluto, y “tanto tienes, tanto vales”. El consumismo nos instala en la cultura del “usar y tirar” haciéndonos caprichosos, despilfarradores y como consecuencia, poco respetuosos con los bienes de la creación, con los recursos naturales y el medio ambiente. Creemos que quien lo pueda pagar, tiene derecho a todo y de cualquier forma.
El individualismo, resultado de una mentalidad centrada en los bienes materiales, sitúa al hombre sintiéndose superior y con muchos más derechos, que sus hermanos más pobres, en cualquier acepción de la palabra.

Cáritas nos habla de cuatro valores necesarios para que nuestra sociedad sea más humana e integradora:-comunión,
-participación,
-diversidad y
-gratuidad.
La comunión es real cuando se basa en un amor respetuoso, eficaz y auténtico.
La participación es posible cuando a los demás se les considera “parte” de la totalidad, y se les tiene en cuenta en las decisiones y en las resoluciones. La diversidad supone considerar las diferencias como un bien que enriquece, no como una nota “colorista”; aportan una cultura, una sensibilidad y unos valores que muchas veces nos evangelizan.
La gratuidad nos hace encontrarnos con lo esencial de la vida cristiana: porque hemos sido amados, cuando todavía éramos pecadores, amamos; por que lo hemos recibido todo, nuestra vida no tiene sentido si no correspondemos. La pérdida del sentido de la gratuidad nos impide sentirnos hijos y poder vivir la alegría de sabernos hermanos. Sin sentido de gratuidad no podemos celebrar la Eucaristía.

Los cristianos, muchas veces, nos encontramos impotentes ante tanta necesidad y tanta pobreza. Ni sabemos valorar las urgencias más prioritarias ni contamos con medios para poder responder. Por esto, no podemos sentirnos paralizados. “Mucha gente pequeña, haciendo muchas cosas pequeñas, en muchos lugares pequeños, puede cambiar el mundo”. Toda acción hecha con amor tiene un efecto redentor. “Todo lo que hicisteis con uno de estos mis humildes hermanos, conmigo lo hicisteis” Mt. 25.

Fijar las prioridades y la forma de afrontarlas, y llevar un seguimiento de la ayuda prestada, es tarea de Cáritas. A nosotros el Señor nos sigue pidiendo que, como el niño del evangelio aportemos nuestros pocos panes y peces, para que el Señor pueda, a partir de ahí, hacer el milagro; y que, como el compasivo samaritano, no perdamos el tiempo analizando, si el caído es o no culpable de su situación, sino que echemos mano a nuestras alforjas para aliviar y curar con el poco aceite y vino que siempre llevamos con nosotros. El samaritano también ofreció su hombro y sus brazos para trasladar al enfermo a la posada; así imitó a aquel primer compasivo Samaritano, que en el camino del Calvario ofreció su espalda, sus hombros y sus brazos para llevar la cruz de todos.

Ecce Homo. Este es el Hombre que encarna los valores para que la sociedad tenga futuro, el mundo esperanza y el hombre, salvación.

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SOLEMNIDAD DEL SANTISIMO CUERPO Y SANGRE DE CRISTO 
lunes, mayo 31, 2010, 03:16 PM - Comentarios a las Lecturas
SOLEMNIDAD DEL SANTISIMO CUERPO Y SANGRE DE CRISTO

1ª Lectura: Génesis 14, 18-20: Melquisedec le ofreció pan y vino.
Salmo 109: Tú eres sacerdote para siempre
2ª Lectura: 1ª Corintios 11, 23-26: Haced esto en memoria mía
Evangelio: Lucas 9, 11-17: Dadles vosotros de comer.

El gran tesoro de la Iglesia es la Eucaristía: Jesús está realmente presente en su cuerpo, alma y divinidad; el mismo Señor también está presente en la comunidad cristiana, que es su Cuerpo.
Jesús nos encargó que celebráramos la Eucaristía en memoria suya, de su vida entregada, de su muerte y resurrección, presente en el pan que se parte y comparte, en el vino que se derrama en una comida de hermanos.
Este sacramento nos llena de la gracia de la comunión con Él, expresa a la Iglesia y quiere construir la comunión con todos sus miembros; también es prenda de la gloria futura, porque nos adelanta el estado en el que viviremos con El en el cielo.

La primera lectura, después de hablarnos de una victoria de Abraham, nos presenta a Melquisedec, personaje enigmático, sacerdote del Dios Altísimo, rey de justicia y de paz, que ya ofrece pan y vino.
El salmo expresa la esperanza en la llegada de un rey mesías consagrado a Dios.
En la segunda lectura Pablo recuerda una tradición fielmente guardada y enseñada, el memorial de la última cena, el banquete de despedida que organizó y presidió el Señor y que cambió el contenido de la tradicional cena pascual y adelantó su paso de este mundo al Padre. La iglesia, ininterrumpidamente lo ha celebrado.
El Evangelio, con el pasaje de los panes y de los peces repartidos a la multitud, subraya el compromiso que adquirimos cada vez que la celebramos. El mismo que nos dijo “haced esto en memoria mía” nos dijo también “dadles vosotros de comer”.

Los apóstoles propusieron a Jesús que despidiera a la gente, porque eran muchos y estaban en despoblado y, por tanto, necesitaban alojamiento y comida. La contrapropuesta de Jesús sigue resonando en la misión de la Iglesia y en el compromiso de los cristianos:”dadles vosotros de comer”.

En el pasaje evangélico vemos tres acciones que realiza Jesús a favor de la multitud: enseña, cura y da de comer, manifiestan su preocupación por toda la persona. Y cómo lo hace: después de orar, los bendice, los parte y los reparte; no se habla de ninguna multiplicación espectacular sino de un gesto sencillo de compartir en el que implica a los discípulos.
La colaboración que pide consiste en que aporten lo que tienen y lo que son, y en que los sirvan (los sientan, les distribuyan los panes y los peces…) y recojan lo sobrante para que no se pierda nada, porque los bienes son de Dios y siempre quedarán hermanos a quienes dar que comer.

Jesús es el verdadero pan, el que sacia todos los anhelos de la existencia humana.
Acogerlo a El, es vivir una vida entregada como la suya.
Comulgar con él, es dejar que nos transforme en él mismo.
La peor traición a Cristo Eucaristía es reducirlo a ritual aparatoso vacío de caridad comprometida.
“Es mi cuerpo que se entrega…”, “dadles vosotros de comer”…,”si yo vuestro Maestro y Señor os he lavado los pies…lavaos los pies unos a otros”, “deja tu ofrenda…y reconcíliate primero con tu hermano”, “perdónalos porque no saben…”.
La Eucaristía es el grito eterno de Dios, el de la cruz, que sigue reclamando caridad, justicia y misericordia para los pobres.
Juan Pablo II, en su documento sobre la Eucaristía dijo “la Iglesia vive de la Eucaristía”. Vivir de la Eucaristía, vivir la Eucaristía.
Nosotros cuando la celebramos, acudimos a Jesucristo, quien nos convoca, invita, sirve y se nos da, para que nos transforme en El, nos haga capaces de amar, nos ayude a reconocernos como hermanos y a sentirnos pobres alimentados por El, pan de vida.
Acudimos a El a reclinar nuestra cabeza cansada en su pecho, a que ilumine nuestros ojos con su luz llena de esperanza, a que sane nuestro corazón de las durezas e ingratitudes de la vida y nos haga capaces de amar.

En la procesión de Corpus paseamos y exponemos la belleza de Jesucristo, con su amor entregado, con su presencia eficaz y discreta en el pan, con su defensa en favor de los que tienen algún tipo de hambre que les impide vivir con toda la dignidad que tiene el ser humano, hijo de Dios.

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