Blog del párroco
DOMINGO 11º DEL TIEMPO ORDINARIO. Ciclo C (16-06-2013) 
viernes, junio 14, 2013, 07:50 AM - Comentarios a las Lecturas
DOMINGO 11º DEL TIEMPO ORDINARIO (16-6-2013)

La fiesta del arrepentimiento y el perdón.

1ª Lectura. 2º libro de Samuel. El Señor perdona tu pecado. No morirás.

Salmo 31. Perdona, Señor, mi culpa y mi pecado.

2ª Lectura. Gálatas 2,16.19-21. No soy yo, es Cristo quien vive en mí.

Evangelio. Lucas 7,36-8,3. Sus muchos pecados están perdonados porque tiene mucho amor.

Hoy las lecturas nos hablan de pedir perdón y de ser perdonados. Confesar los pecados es la actitud de quien se siente necesitado de la misericordia de Dios y descubre que es el propio Dios quien se adelanta a perdonarnos gratuitamente.

Jesús provoca un verdadero escándalo al dejarse lavar los pies por una prostituta y al valorar y poner como ejemplo los actos con que lo acompaña: secarlos con sus cabellos, besarlos…Solamente ve “actos de amor”, y “se le perdona mucho, porque ha amado mucho”; de Simón y los fariseos, la defiende”. Ante las críticas Jesús no se fija en su vida sino en su valentía y libertad, y, porque ama mucho. El amor regenera la vida y solo el amor transforma.

Contrasta la dureza y la frialdad del fariseo Simón, a quien el Señor le había concedido la prueba de amistad de comer en su casa. Mira, siente y juzga desde un sentido de la ley que le lleva a condenar. La hipocresía siempre lleva a despreciar y a considerar en menos a los demás.

Jesús defiende a la mujer. “Se le perdona mucho, porque ama mucho”. Ella no puede “contaminar al Señor” cuando le toca, como consideraba la ley; la santidad de Jesús y su pureza de corazón son los que la purifican y cambian.

La primera lectura nos trae el pecado del rey David, quien revivió muchas muestras de afecto de Dios. Pero se llenó de soberbia y pecó gravemente.

Cuando reconoció su pecado delante del profeta, inmediatamente fue perdonado; se puso “con verdad” y en actitud humilde ante el Señor.

Pablo nos dice que el hombre no se justifica por la ley. La ley solamente nos ayuda a “ver” el pecado; quien nos justifica es la fe en Jesús. Si estoy unido a Cristo, es Cristo quien vive en mí. Vivir unidos a Cristo con la mente, los sentimientos, las obras…

Jesús es el Maestro y el Redentor. El enseña y salva. En él está la fuente del perdón y la vida. El Papa Francisco nos dice que él “lo perdona todo y no se cansa de perdonar”, pero necesitamos acudir a él con humildad y confianza.

Cuando sentimos que el perdón ha sido abundante, entonces amamos más, porque el amor no deja que el pecado y el mal nos invadan la vida.

Si no tenemos los ojos y el corazón en Cristo no tenemos conciencia de nuestro pecado. Si no vivimos su perdón gratuito y generoso no tenemos fuerzas ni razones para corresponder y cambiar, para vivir la grandeza de experimentar lo que Cristo hace en nosotros. Para amar de verdad. Si estamos llenos de nosotros, miramos al Señor para que condene a los demás (que no es para lo que ha venido) y seguimos entretenidos y “enrollados” en nuestros defectos siendo muy duros con todos.

Al Señor le preocupa y busca a todo ser humano, y lo ama, y no lo quiere perder. Y quiere que experimente su amor, para que pueda cambiar. Los cristianos tenemos que hacer llegar con nuestra actitud, manera de ser…el amor de Dios. ¡Que se manifieste el amor de Dios a través de nosotros! Cada día tenemos muchas ocasiones, todas las ocasiones, si vivimos desde Cristo y no desde nosotros. Salgamos de esa concepción de vida cristiana de cumplir devociones, ir a la nuestra, no considerar a los demás y pensar solo en nosotros.

También debemos ser sensibles y agradecidos ante las muestras de amor y de interés recibidos. Porque “dejarse amar” también es una prueba de amor.

Jesús no paraba: en casa del fariseo, con la mujer pecadora…aprovechó todo para llegar al pecador y supo mirar al fondo de cada persona y situación para no quedarse en lo superficial. También nosotros somos instrumentos del amor de Dios.

Un día, un niño de la parroquia, esperando el autobús del colegio, preguntó a su padre:”Y ahora qué hará Dios?”. Y su padre, con toda normalidad le dijo: “Trabajar, no ves que tiene tantas personas de quienes ocuparse?” Y al niño le convenció la respuesta. Nosotros tampoco debemos dejar de evangelizar desde el amor, porque hoy muchas personas de las que quiere Dios ocuparse y puede necesitar nuestra mediación y testimonio.

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DOMINGO 10º DEL TIEMPO ORDINARIO (9-6-2013) 
viernes, junio 7, 2013, 09:34 AM - Comentarios a las Lecturas
DOMINGO 10º DEL TIEMPO ORDINARIO (9-6-2013)

1ª Lectura. Libro primero de los Reyes 17, 17-24. Tu hijo está vivo.

Salmo 29. Te ensalzaré, Señor, porque me has librado.

2ª Lectura. Gálatas 1, 11-19. Dios tuvo a bien hacerme un mensajero entre los paganos.

Evangelio. Lucas 7, 11-17. Muchacho, a ti te lo digo, levántate.

Las lecturas de hoy nos hablan de un Dios que da la vida, que tiene compasión ante el sufrimiento y el dolor, y que resucita muertos.

La primera lectura nos habla de la viuda de Sarepta, territorio pagano; mujer hospitalaria con el profeta y que está a punto de perder a su hijo. El profeta tomó al niño del regazo de su madre, oró con insistencia y se lo devolvió sano. La madre viuda exclamó: “Ahora reconozco que eres un hombre de Dios y que la palabra del Señor en tu boca es verdad”.

En el evangelio, otra viuda, de Naín, va a enterrar a su único hijo que ha muerto. Le acompañaba mucha gente. Jesús salió a su encuentro, se conmovió y la consoló. Pero además de consolar, se acercó al muchacho que le llevaban en el ataúd y le dijo: “muchacho, a ti te lo digo, levántate”. Y Jesús, se lo entregó a su madre. Todos quedaron sobrecogidos y exclamaban: “Un gran profeta ha surgido entre nosotros y Dios ha visitado a su pueblo”.

Dios es poderoso y compasivo, se acerca en nuestros límites, y nos da la vida; además, nos la hace recobrar cuando la habíamos perdido.

La vida pertenece a Dios quien la entrega a cada ser humano, la cuida, la defiende, la devuelve…y, por la resurrección del Señor, la hace eterna.

En la segunda lectura vemos la resurrección que se ha operado en Pablo; ciego de fanatismo, con el corazón lleno de odio, se dedicó a perseguir a Cristo en los cristianos; pero cuando se encontró con Cristo y se convirtió, su vida cambió radicalmente y se comenzó a dar testimonio de todo lo que el Señor había hecho en él. Lo hizo un hombre nuevo.

Impresiona ver y oír, cada día en los medios de comunicación, lo que estamos haciendo con la vida: de los no nacidos, de los niños no cuidados convenientemente, de los pobres socialmente más amenazados, de los que consideramos que valen menos y de los rivales, de los ancianos terminales. Por fanatismos de ideas, por despecho en las relaciones, por ajustes de cuentas, por codicia, por pura crueldad y maldad, por desestructuración de personalidades de vidas vacías y trastornadas, por nulo respeta a la condición humana…se mata, se miente, se esconde, Se es impasible ante las víctimas y todo el dolor que provocan.

Hoy vemos a Jesús. Y cada uno de nosotros, y cada comunidad cristiana, y toda la Iglesia… tenemos que ser como el Señor. Sensibles y compasivos ante el dolor, no distantes, duros ni indiferentes. Los más fieles a Jesús son los cristianos que tienen entrañas y corazón de madre; no hay otra rebaja en el amor. Y actuar, como Elías, como Jesús. Interceder y tomar de la mano para devolver esperanza, para hacer posible la vida. Desde lo que somos y podemos.

Debemos anunciar el evangelio de la vida; ser testigos del valor sagrado de la vida humana, don de Dios, con nuestro comportamiento; educar para la vida y procurar su defensa desde las instituciones y la defensa de leyes justas y convenientes.

Una cultura que va contra la vida humana está acabada por el nulo valor moral de sus miembros y porque no tiene futuro.

Pero Dios ha visitado a su pueblo. Este es el mensaje central, Y él es el Señor y el dueño de la vida que viene para que la tengamos auténtica y en abundancia, ahora, siendo fieles al evangelio…y luego la vida eterna.

¡A vivir con autenticidad y fidelidad, y a trabajar por la vida de los demás!

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CORPUS CHRITI. (2-06-2103) 
viernes, mayo 31, 2013, 11:08 PM - Comentarios a las Lecturas
CORPUS CHRISTI (2-06-2013)

1ª Lectura. Génesis 14, 18-20. Melquisedec ofreció pan y vino.

Salmo 109. Tú eres sacerdote eterno, según el rito de Melquisedec.

2ª Lectura. Primera a Corintios 11, 23-26. Cada vez que coméis de este pan y bebéis de la copa, proclamáis la muerte del Señor.

Evangelio. Lucas 9, 11b-17. Comieron todos y se saciaron.

La Eucaristía es “el sacramento admirable” en el que el Señor nos dejó el memorial de su pasión, su Cuerpo y su Sangre, para que tengamos vida, su vida. La Iglesia tiene a Cristo, quien quiso quedarse eterna y permanentemente, en el sacramento del pan y del vino.

En Cristo Eucaristía encontramos consuelo, escucha, compañía. Podemos descansar en el Señor, en el sagrario, en la celebración de la Santa Misa. Dios está aquí.

Pero la Eucaristía es llamada a vivir en comunión. San Pablo nos dice que sin estar en comunión no podemos celebrar la Cena del Señor.

La comunión es una actitud interior que nos sitúa ante todos los hombres con respeto, con interés, con amor. La comunión no es la afinidad, ni la simpatía ni la amistad…que se tiene con personas cercanas. La tiene el Padre, cuando crea el mundo como hogar de todos los hombres; la tiene Cristo, cuando da su vida por todos, pecadores y justos. Y nos deja el sacramento de la comunión, para que, teniendo este signo de su presencia, que nos recuerda su vida entregada, también nosotros, con El, sirvamos a la comunión con creyentes y no creyentes. Todo ser humano es hijo de Dios y hermano nuestro.

La Eucaristía es urgencia de solidaridad, de caridad eficaz: “dadles vosotros de comer”, nos dice el Señor. La Eucaristía nos urge a mirar en primer lugar, a los pobres de cualquier pobreza, implicándonos en su necesidad. Las consecuencias de un mundo tan materializado siempre son peligrosas y malas: la pobreza y la miseria de muchas personas sin familia, sin trabajo, sin techo, sin futuro y sin esperanza… la codicia, la injusticia, el egoísmo desmedido, la insolidaridad.

El lema de Caritas, en esta Jornada Nacional de Caridad, nos invita a vivir austeramente para compartir y sentirnos próximos de los que tienen menos: “Vive sencillamente para que también otros puedan sencillamente vivir”; derrochar nos hace irresponsables, caprichosos e injustos.

La crisis actual, económica y cultural, que hace que muchas personas no encuentren ni el primer trabajo, o lo pierdan, o trabajen en condiciones precarias…hace que los cristianos vivamos especialmente cerca de los que peor lo pasan. Cristo presente en el pan, tan humilde y pobre, se puede repartir, se deja comer… para que nosotros, quienes comulgamos con él, vivamos con sencillez, entre los pobres, como pobres, para que los bienes lleguen a todos y sea posible una vida digna.

El día de Corpus tiene una importancia especial la procesión. Acompañamos a Cristo Eucaristía por las calles de nuestras ciudades y pueblos, en custodias preciosas, sobre alfombras de murta, bajo lluvias de pétalos de rosas. Le seguimos, lo mostramos, lo adoramos: “Oh Dios, que en este sacramento admirable nos dejaste el memorial de tu pasión”. Dios está entregando su viva para cambiarnos a nosotros y que sea posible la vida para todos. Van unidos la fe, el amor y el compromiso con los pobres.” Ubi caritas et amor Deus ibi est”. La Eucaristía nos hace humildes, agradecidos, amables, comprometidos. La procesión de Corpus es una parábola de Cristo y la comunidad con él, que caminan al encuentro del necesitado.

La Eucaristía de cada domingo es el momento en el que los hermanos en la fe, transformados por el espíritu, e convierten en comunidad de hermanos que viven del amor de Dios se dejan transformar y vuelven al mundo a servirlo y mejorarlo desde el amor recibido

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SANTISIMA TRINIDAD (26-05-2013) 
viernes, mayo 24, 2013, 12:19 AM - Comentarios a las Lecturas
SANTÍSIMA TRINIDAD. Ciclo C (26-05-2013)

1ª Lectura. Proverbios 8, 22-31. A su lado estaba yo, como confidente.

Salmo 8. ¡Señor, Dios nuestro, qué admirable es tu nombre en toda la tierra!

2ª Lectura. Romanos 5, 1-5. Al darnos el Espíritu Santo, Dios ha derramado su amor en nuestros corazones.

Evangelio. Juan 16, 12-15. El Espíritu de la verdad os guiará hasta la verdad completa.

Terminado el tiempo de pascua, celebramos en una única fiesta todo el misterio de Dios: Dios es Padre, Hijo y Espíritu Santo.

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo hacemos la señal de la cruz que abraza toda nuestra persona, del nacimiento a la muerte. En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo comenzamos cada celebración de la Eucaristía y nos bendice el sacerdote antes de despedirnos, al final de la misa. Toda la celebración de la eucaristía está dirigida al Padre, por Cristo y en el Espíritu. Nuestra vida está inmersa en el misterio de la Santísima Trinidad.

Hoy, con una sola mirada, contemplamos quien es Dios en sí mismo, cómo se manifiesta en la historia de la salvación y sus tres grandes obras realizadas por amor y a favor nuestro: la creación, la redención y la santificación. Dios es comunidad de amor y relación de personas; es como una familia. Y esa comunión de vida llega hasta nosotros.

La primera lectura del libro de los Proverbios nos narra que Dios lo ha hecho todo con amor y sabiduría desde el principio; y esta Sabiduría tiene un nombre: la Palabra “por quien todo fue hecho” y el Espíritu” que renueva la faz de la tierra”. La creación es obra de la Trinidad.

El hombre se ha “despertado” en un mundo que él no ha hecho y que ha recibido como regalo; un mundo ordenado, hermoso, rico en medios, para que todos los hombres puedan tener una vida digna. En la creación, como obra de Dios para todos, se contempla que en nuestra existencia es importante el respeto a la naturaleza, el sentido de la gratitud, la comunión y la solidaridad con los hermanos, porque todo es don de Dios para todos. En la creación, como nos decía bellamente San Juan de la Cruz, encontramos huellas del “paso de Dios”; el salmo proclama: “Señor, dueño nuestro, qué admirable es tu nombre en todo la tierra”. La contemplación de la creación siempre nos ha llevado a admirar la grandeza y al infinito amor del creador.

La segunda lectura nos dice que Dios no se queda en la maravilla de la creación sino que está presente en lo más íntimo de la persona humana. El hombre es la obra maestra de la creación, somos “un poco inferiores a los ángeles”, estamos reconciliados con el Padre y somos Hijos de Dios. El Espíritu Santo se ha derramado en nuestros corazones, la misma vida de Dios, y estamos sellados por el Espíritu quien nos hará comprender y misterio de Dios y la grandeza y dignidad de todo hombre. No hay nada tan exigente a nivel personal que la contemplación de todo hombre como hijo de Dios, destinatario del amor del Padre, del sacrificio redentor de Cristo y del don del amor de ambos que es el Espíritu. Debemos responder con nuestras obras, con constancia, verdad, paciencia, esperanza.
El Espíritu nos revelará que la comunión que existe en Dios se abre y se desborda a la Iglesia, y que los cristianos la debemos vivir en el seno de nuestras comunidades y la debemos impulsar al mundo hecho respeto, solidaridad, paz, cooperación…La Trinidad genera y provoca una corriente de trabajo, de respeto ante los bienes de la creación, de entendimiento, de comunión de vida y amor real entre todos los pueblos de la tierra. ¡Cuánto camino nos queda por recorrer! La Trinidad es el ser de Dios y su proyecto sobre el mundo y genera un dinamismo continuo de testimoniar con la propia vida, la vida misma de Dios, como vemos en Cristo que se entrega, sirviendo y perdonando, hasta la muerte.

La vida de comunión y de amor la realiza el Espíritu que se nos da para que nos transforme en hijos de Dios, como decía una oración de la liturgia de estos días: “para que abandonemos nuestra antigua vida de pecado y vivamos ya desde ahora la novedad de la vida eterna”.


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PENTECOSTES. (19-05-2013) 
viernes, mayo 17, 2013, 10:26 AM - Comentarios a las Lecturas
DOMINGO DE PENTECOSTÉS. Misa del día. Ciclo C (19-05-2013)

1ª Lectura. Hechos de los Apóstoles 2, 1-11. Se llenaron todos del Espíritu Santo y empezaron a hablar.

Salmo 103. Envía tu Espíritu, Señor, y repuebla la faz de la tierra.

2ª Lectura. Primera carta a Corintios 12, 3b-7. 12-13. Hemos sido bautizados en un mismo Espíritu para formar un solo cuerpo.

Secuencia.

Evangelio. Juan 20 19-23. Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo. Recibid el Espíritu Santo.

Cincuenta días después de la resurrección del Señor, celebramos el final de la Pascua con la venida del Espíritu Santo. El Espíritu que está presente en la creación, que “habló por los profetas”, que vino sobre la Virgen en la Encarnación, que “se posó” en Jesús en su bautismo y le acompañó en su misión…es dado a la Iglesia el día de Pentecostés.

La primera lectura nos habla de aquel día. Estaban los discípulos reunidos en oración, con las puertas cerradas por miedo a los judíos…y tuvieron aquella experiencia que les resulta difícil describir: un ruido como un viento recio…lenguas como llamaradas…Lo que estuvo muy claro fue su trasformación personal: perdieron el miedo y comenzaron a hablar con tal entusiasmo de las maravillas que el Señor había realizado, también en ellos, que todos les comprendían, cada uno en su propia lengua. El Espíritu les había transformado.

En la segunda lectura San Pablo nos dice que hemos sido bautizados en el Espíritu Santo y que viene a crear comunión, a que formemos un solo cuerpo. Y nos regala cualidades, carismas, para que en la comunidad podamos servir a los demás. El Espíritu “se manifiesta para el bien común”.

Juan en el evangelio, al contarnos la primera aparición del Señor, nos dice que, fruto de la resurrección es el Espíritu, que nos trae paz, perdón y capacidad de perdonar, amor y capacidad de amar.
Un cuerpo sin espíritu no tiene vida. El Espíritu Santo es la vida, el alma de la Iglesia. La Iglesia no es una sociedad de hombres, es una comunidad de hermanos, el Cuerpo de Cristo. Nosotros lo hemos recibido en el Bautismo, en la Confirmación, en todos los sacramentos. Somos hijos de Dios, templos del Espíritu.

Si tenemos el Espíritu de Jesús, tenemos que ser como Jesús. Se tiene que notar, tenemos que trasparentar a Jesús.

El Espíritu viene a re-crearnos. Tenemos que pedir en la oración que no ofrezcamos resistencia al Espíritu Santo para que todos sus frutos los demos también nosotros. En las lecturas hemos escuchado lo que el Espíritu realizó en los primeros cristianos.”¿No son galileos…”? Parecían otras personas; el Espíritu hace vivir con otro amor, con otra fuerza, con otra alegría. Para ser testigos del Resucitado hemos de trasmitir la realidad nueva que El ha realizado en nosotros.

El Espíritu nos hace capaces de dirigirnos al Padre en la oración y es quien nos mueve en la entrega apostólica. Nos da otra sabiduría, otro respeto a lo humano y a lo sagrado, otra capacidad de comprender el corazón del hermano, otra fortaleza para vivir contra corriente y resistir al mal. El Espíritu guía y cuida a la Iglesia por encima de los hombres de Iglesia.

Hoy es el día de la Acción Católica y del Apostolado seglar. El Espíritu nos urge a ser sembradores del Evangelio, testigos de Cristo en todos los ambientes, sal y luz de la tierra.



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