Blog del párroco
DOMINGO 15º DEL TIEMPO ORDINARIO 
miércoles, julio 11, 2012, 11:28 PM - Comentarios a las Lecturas
DOMINGO 15 DEL TIEMPO ORDINARIO (15 de julio 2012)

1ª Lectura. Amós 7, 12-15. Ve y profetiza a mi pueblo de Israel.

Salmo 84. Muéstranos, Señor, tu misericordia y danos tu salvación.

2ª Lectura. Efesios 1, 3-14. El nos ha destinado, en la Persona de Cristo, por pura gracia, a ser sus hijos.

Evangelio. Marcos 6, 7-13. Jesús llamó a los doce y los fue enviando de dos en dos…predicaban la conversión, echaban demonios, ungían, curaban…

El Señor llama y envía en misión a sus discípulos, no espera a que vayan cuando no esté El.

Los envía de dos en dos, para que no se encuentren solos, eviten personalismos (predicarse a ellos mismos y no a la persona, mensaje y vida de Jesús) y vivan la comunión que Jesús les ha enseñado. Además, cuando más de dos estamos reunidos en su nombre, está Jesús en medio de nosotros y el mensaje anunciado es más creíble.

Los manda en pobreza “… llevad un bastón y nada mas…” El poeta y obispo Pedro Casaldáliga, comentando el significado del bastón del obispo decía que en lo único que debemos apoyarnos es en la palabra de Dios, ni estrategias, ni fuerza, ni apoyo en poderes humanos; también que lleven sandalias, porque el camino es largo, la misión difícil y hay que llegar hasta el final. Hay que confiar en la providencia y en la caridad de los hermanos. La pobreza expresa el desinterés por las cosas materiales, la confianza en la providencia y la disponibilidad al poder de Dios; solo si somos pobres podemos evangelizar a los pobres.

Les enseña que lo fundamental es la misión: anunciar lo que han visto y oído; y les da poder, como dará a la Iglesia, para que actúen como él: sanen, perdonen, proclamen el amor de Dios, con obras y con palabras.

Les exhorta a que vivan la ley de la hospitalidad, porque la predicación del Reino y la acogida de los discípulos son una misma cosa, y la acogida de los discípulos y la de Cristo, también: “quien os acoge a vosotros, me acoge a mí”. “Sacudir el polvo de las sandalias” es un gesto muy elocuente ante los que rechazan el mensaje, para que consideren lo que han hecho.

Cada cristiano, cada comunidad y toda la Iglesia somos misioneros, somos enviados a anunciar a Jesucristo, a entregarlo a los hombres. No anunciarlo es como “secuestrarlo” de los suyos, lo tenemos que mostrar, con obras y con palabras, con testimonio de vida y compromiso eficaz de caridad con los que sufren. Ya sabemos que el que no quiere ver, no aceptará nunca, pero no podemos quedarnos en consejos y palabras.

Hoy la palabra de Dios nos invita a que recuperemos la frescura evangélica del principio. Ya sabemos que ahora hay muchos medios y que para abrirse camino en los foros de opinión o en los ámbitos de influencia y poder hay que utilizar determinados recursos, pero…solo se llega al corazón cuando nos acercamos a las personas con sencillez, humildad y verdad, y esto sirve para evangelizar y para las relaciones entre nosotros. Anunciar a Cristo, como es Cristo, con fidelidad a su persona, a su mensaje, a su estilo; con amor, con pasión, porque nos sentimos muy amados y queremos que ese amor llegue a todos. Mostrar a Cristo, ser instrumentos para que El esté y actué a través de nosotros.

Cristo nos necesita, ha querido tenernos como mediación. Ya sabemos que la tarea es muy difícil, pero Dios vence al mal con la fuerza de la cruz y en el pasado, un gigante, Goliat, fue vencido por un niño, con una honda y…el poder de Dios.


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DOMINGO 14º DEL TIEMPO ORDINARIO (8 de julio de 2012) 
sábado, julio 7, 2012, 08:07 AM - Comentarios a las Lecturas
DOMINGO 14º DEL TIEMPO ORDINARIO (8 julio 2012)

1ª Lectura. Ezequiel 2, 2-5. El espíritu dentro de mí me decía: yo te envió a los israelitas.

Salmo 122. Misericordia, Señor, misericordia.

2ª a Corintios 12, 7-10. Te basta mi gracia. La fuerza se realiza en la debilidad.

Evangelio. Marcos 6, 1-6. No desprecian a un profeta más que en su tierra y entre los suyos.

Jesús sufrió el rechazo en su familia, entre sus paisanos y los judíos: no creyeron en él. Posiblemente sería por envidia o porque no supieron mirarle sin los prejuicios de saber cuál era su procedencia; ciertamente que le miraron sin afecto y sin el deseo de descubrir todo lo que había en su persona y en su palabra. Es difícil liberarse de prejuicios y abrirse a los demás con un corazón limpio y respetuoso, pero es la única actitud posible para conocer, acoger y encontrarse con Dios y con los demás.

“¿Quién se habrá creído este que es?” La pregunta ya es ofensiva, porque Jesús no es uno del pueblo que había llegado a ser más que los otros y quería, desde la vanidad, que se lo reconocieran; era el Mesías, que traía una buena noticia de parte de Dios y que era ofrecida como proyecto de salvación, y que suponía la aceptación de su persona, como Hijo de Dios, y de su mensaje, como camino de salvación.

La murmuración es una de las manifestaciones de la envidia. Supone hablar de manera injusta de los demás, cerrándose a lo bueno que hay en ellas y que no se quiere reconocer ni aceptar. Apoyándose en algo que no se entiende, se descalifica a las personas y a sus obras, a su vida en general. La murmuración siempre es una injusticia, porque no se acepta el bien objetivo que tienen los demás, y una pobreza, porque no lo recibes.

Por desgracia hay muchos murmuradores, que por determinadas cuestiones o circunstancias, no aceptan a Jesucristo, descalifican y juzgan a la Iglesia y se convierten en propagandistas del rechazo, en perseguidores del proyecto de Dios. Para ver lo bueno, hay que mirar con ojos limpios y con amor. Nadie conoce los defectos o las “peculiaridades” de sus hijos mejor que los padres, y por eso, no dejan de quererles.

Los nazarenos perdieron la ocasión de acoger a Jesús con satisfacción y alegría. Lo hubieran conocido, lo hubieran disfrutado y se habrían beneficiado más de su persona, de su amistad y de su mensaje. Y, sobre todo, hubieran dado un paso en el reconocimiento de que era su Salvador. Esto ya suponía la conversión personal pero era lo que Jesús venía a ofrecerles.

Es una tentación aceptar solamente lo que vemos, comprendemos o nos parece bien, porque entonces la propia pobreza se convierte en la medida de todo y perdemos todo lo mejor que encontramos y que nos supera.

“Nadie es profeta en su patria”. Sin embargo, debemos ser capaces de reconocer todas las cualidades y el bien que hay en la vida de todos porque son un bien para ellos y para toda la comunidad.

Hoy el evangelio nos invita a no cerrarnos a Dios, a buscarle, a desear dejarnos sorprender por él… para ir descubriéndole en su revelación siempre viva y progresiva y vivir la experiencia de que cambie nuestra vida. Tampoco debemos cerrarnos a los demás, para comprender toda la grandeza que hay en cada persona…y dar la posibilidad de cambiar y mejorar; cada uno de nosotros, es mucho más que los errores que cometió en el pasado.
Dios siempre nos llena de sorpresas de vida. ¿Cómo hubiéramos llegado a descubrir que nos quería tanto y que podía cambiarnos tanto el corazón y la vida?

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HORARIOS DURANTE JULIO Y AGOSTO 
domingo, julio 1, 2012, 11:12 PM - Avisos
HORARIO DE MISAS DURANTE LOS MESES DE JULIO Y AGOSTO

Laborables: 20 horas

Sábados y vísperas de festivos: 17 y 20 horas

Domingos y festivos: 12, 13, 20 y 21 horas (durante el mes de agosto se suprime la de 12).

Despacho parroquial: de 19 a 20 horas, de lunes a viernes.

Confesiones: media hora antes de las misas.

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DOMINGO 13º DEL TIEMPO ORDINARIO (1 de julio 2012) 
sábado, junio 30, 2012, 05:57 AM - Comentarios a las Lecturas
DOMINGO 13º DEL TIEMPO ORDINARIO ( 1 julio 2012)

1ª Lectura. Sabiduría 1,13-15; 2,23-25. Por envidia del diablo entró la muerte en el mundo.

Salmo 29. Te ensalzaré, Señor, porque me has librado.

2ª Lectura. 2ª Corintios 8, 7-9. 13-15. Vuestra abundancia remedia la falta que los pobres tienen.

Evangelio. Marcos, 5, 21-43. Contigo hablo, niña, levántate.

“Dios no hizo la muerte, ni se recrea en la destrucción de los vivientes…Dios creó al hombre incorruptible, le hizo imagen de su misma naturaleza”. Esta es la reflexión del autor del libro de la sabiduría, persona profundamente creyente, que contempla situaciones que el ser humano considera ilógicas o injustas, de dolor y de muerte, y que no puede aceptar que procedan de Dios. ¡Cuántas veces nos encontramos en situaciones similares y no sabemos cómo consolar!

Dios lo hizo todo bien, “y vio Dios que era bueno”. Nuestro Dios es el Dios de la vida que nos amó desde la eternidad y nos creó a su imagen y semejanza para compartir la eternidad con él. El mal es fruto del demonio que hizo entrar el pecado en el mundo, y con el pecado la muerte.

El evangelio nos presenta a Jesús como el Señor de la vida: cura a los enfermos y resucita a los muertos. San Marcos, entrelazados en el mismo relato, nos presenta dos milagros. De camino a casa del jefe de la sinagoga, Jairo, le sale al paso la mujer hemorroisa. Es un encuentro muy emotivo. Era una mujer enferma desde los doce años, nadie le había podido ayudar, es más, había empeorado; confía en Jesús, en tocarle solamente el manto y va por detrás. Jesús nota una fuerza que sale de él, pregunta y se encuentra con una humilde mujer temblorosa; la mira, comprende y le dice “mujer tu fe te ha curado”. Siempre la relación personal con cariño y misericordia. A Dios le preocupa el hombre entero, alma y cuerpo, vida y dignidad (porque esta enfermedad haría que en su comunidad consideraran impura a la mujer, por los flujos continuos de desangre). Dios viene a curar y a salvar.

La hija de Jairo era una niña de doce años, que entraba en el mundo de las mujeres adultas. Su muerte ha producido un gran dolor en sus padres y familiares. Jesús sale al paso, escucha la súplica de aquel padre y se dirige a la casa paterna; en la habitación, le toma de la mano y en su lenguaje materno la llama: “niña, contigo hablo, levántate” (“Talitha qumi”) ¡la mismísima voz de Jesús! Y pidió que dieran de comer a la niña.

A Jesús le conmueve el sufrimiento del ser humano, de la enferma y de los familiares de la difunta: Y actúa por compasión. No hay ninguna exhibición de poder, ni búsqueda de protagonismo, de influencia o provecho personal: solamente tiene interés por el ser humano que sufre, cuerpo y alma. Porque él es el Dios de la vida.

Y su actuación es discreta y delicada. A la hemorroisa, viéndola enferma y asustada le dice “tu fe te ha salvado”. A la hija de Jairo, en la habitación, tomándola de la mano la llama, “niña…levántate”. No sabemos el nombre de ninguna de las dos mujeres, porque esto lo hace el Señor con cualquier persona necesitada. En medio del tumulto, capta los motivos de sufrimiento, nunca le ciega ni le ensordece la fiesta. Y valora la intercesión del padre y de cualquiera de nosotros, desde la oración, para remediar la necesidad del que sufre.

Esta es la misión de la iglesia y el compromiso de cada cristiano: estar, eficazmente atentos ante los hermanos que sufren por múltiples necesidades. Y hacerlo desde el silencio y de manera perseverante, buscando solo el bien de los demás. No caigamos en la dinámica del mundo, de los que quieren más poder y quieren sacar provecho hasta de las desgracias ajenas. A los pobre se les ayuda con corazón de pobre, no se les humilla; se les quiere y se les acompaña en la vida.

En nuestro tiempo hay muchas ideologías de muerte, que parece que forman parte de la cultura y del progreso de la humanidad, pero que el autor del libro de la sabiduría las considera acción del demonio: quienes provocan, por distintos intereses las guerras y apoyan por ideologías el terrorismo; quienes están detrás del complejo mundo de las drogas, que genera tanto dinero y provoca sufrimientos y muertes; los que, bajo la excusa de los derechos individuales, la dignidad del enfermo, o el ejercicio de las libertades personales, ponen límites a la vida con la eutanasia y la controlan y manipulan la vida o provocan los abortos. Tenemos que seguir proclamando que Dios no hizo la muerte ni se complace con la destrucción ni el sufrimiento de los vivientes. Dios ama la vida, consuela, cura y resucita. El es el Señor de la vida, no el hombre.

A ser sus testigos y a trabajar desde sus valores, que son los nuestros, para que en el mundo no deje de estar presente otra dinámica, la del amor y la de la defensa del ser humano, hecho a imagen y semejanza de Dios para compartir con él toda la eternidad.


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SAN PEDRO Y SAN PABLO. Día del Papa (29 de junio 
jueves, junio 28, 2012, 12:15 AM - Comentarios a las Lecturas
SAN PEDRO Y SAN PABLO. SOLEMNIDAD. (29 de junio 2012)

1ª Lectura. Hechos de los Apóstoles 12, 1-11. Ahora me doy cuenta de que el Señor me ha librado de las manos de Herodes.

Salmo 33. El ángel del Señor librará a los que temen a Dios.

2ª Lectura. 2ª a Timoteo 4, 6-8.17-18. Ahora me espera la corona merecida.

Evangelio. Mateo 16, 13-19. Tú eres Pedro y te daré las llaves del Reino de los cielos.

Desde muy antiguo se celebra en una misma fiesta a los dos pilares de la Iglesia de Jesucristo: Pedro, el sucesor, y Pablo, el evangelizador. Actualmente no es fiesta de precepto, y es una pobreza que se pierda la memoria de estos dos grandes apóstoles, de su vocación, de su testimonio y de su misión.

Unida a esta fiesta celebramos el día del Papa, sucesor de Pedro, para rezar por él, valorar y agradecer su ministerio, su servicio a la Iglesia, y colaborar con la caridad del papa (óbolo-ofrenda a Pedro)

La primera lectura nos habla de la liberación de Pedro, encarcelado por Herodes, por medio del ángel que envía el Señor. Soltadas las cadenas, resuena la invitación del Señor: “Levántate, cíñete el cinturón, ponte las sandalias y la capa y sígueme”. Nosotros también necesitamos que el Señor nos ayude a soltar todas las cadenas, para convertidos y seguirle.

La segunda lectura nos cuenta el testimonio de Pablo: “El Señor me ayudó y me dio fuerzas para anunciar integro el mensaje de forma que llegara a los gentiles” “EL me libró y me salvará”. Es la experiencia del creyente que se ve sostenido por el Señor en las dificultades de cada día.

El evangelio nos trae la emotiva y valiente confesión de Pedro: “Señor, tú eres el Mesías, el Salvador del mundo “. Y la respuesta del Señor: “tú eres Pedro, y sobre esta piedra…”La misión es, no para el más perfecto, sino para el que mas ama.

Jesucristo, los amó tanto, que los transformo radicalmente. Los dos fueron muy conscientes de la gracia de Dios en sus vidas, y quisieron corresponder desde la gratitud, expresada en su gran entrega a la Iglesia. La fe en el Señor les hizo personas nuevas.

Pedro se dedicó más a cuidar las comunidades que procedían mayoritariamente del Judaísmo; Pablo, a llevar el Evangelio hasta los últimos confines del mundo conocido, a las gentes que procedían de otros pueblos y culturas.

Les estamos agradecidos porque creyeron en Jesús y lo mostraron cambiando radicalmente y dando la vida por el Maestro. Es difícil creer en alguien, arriesgar por alguien, morir por alguien…y ellos lo hicieron, por Cristo. Son el primer eslabón de esta larga cadena que ha hecho posible que naciéramos a la fe.

Pedro tuvo valor para dejar las redes y a su familia y seguirle. Su rudo corazón se conmovió ante el amor del Maestro. Experimentó el miedo, la cobardía. Se levantó de la negación. Ante el silencio de los apóstoles, cuando les interpelaba Jesús, siempre respondía él. Compartió con Jesús todos los grandes momentos, le amó profundamente. Y el Señor, por tanto amor, se fió de él. Después de Pentecostés, su primer sermón convirtió a muchos, hablando del crucificado-resucitado. Lo hizo con tanto entusiasmo, con tanta convicción, con tanto amor, que cada uno le oyó en su propia lengua y le entendió.

Pablo cayó del caballo en el camino de Damasco, ante la llamada del Señor y quedó ciego. En aquel encuentro vivió conversión, vocación y misión. Con humildad se dejó catequizar y el bautismo le hizo recobrar la luz, la interior (la fe) y la visión. Cuando descubrió a Jesús ya siempre vivió “para mí la vida es Cristo”. Todo lo trabajó, lo predicó, lo sufrió, lo vivió por el. Tenía pasión por predicar a Jesucristo, crear pequeñas comunidades para que cada una trasmitiera la luz del evangelio. Y así, hasta el último confín de la tierra. Cuidó con mucha humildad no perder la comunión con otras comunidades no creadas por él. Se dedicó a sus comunidades mediante sus visitas y por cartas, velando por sus dudas, sus vidas y sus testimonios. Las cuidó como una madre lo hace con sus pequeños.

Que ellos nos trasmitan su amor al Maestro, su entrega a la Iglesia y su pasión por el Evangelio. La enseñanza de los apóstoles la debemos conocer, amar, vivir y trasmitir, para superar la ignorancia, la falta de implicación, la falta de coherencia doctrina-vida y los respetos humanos que nos hacen disimular nuestra condición de cristianos.

Debemos ser cristianos santos y apóstoles entregados.




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