SAN PEDRO Y SAN PABLO. Día del Papa (29 de junio
jueves, junio 28, 2012, 12:15 AM -
Comentarios a las Lecturas
SAN PEDRO Y SAN PABLO. SOLEMNIDAD. (29 de junio 2012)
1ª Lectura. Hechos de los Apóstoles 12, 1-11. Ahora me doy cuenta de que el Señor me ha librado de las manos de Herodes.
Salmo 33. El ángel del Señor librará a los que temen a Dios.
2ª Lectura. 2ª a Timoteo 4, 6-8.17-18. Ahora me espera la corona merecida.
Evangelio. Mateo 16, 13-19. Tú eres Pedro y te daré las llaves del Reino de los cielos.
Desde muy antiguo se celebra en una misma fiesta a los dos pilares de la Iglesia de Jesucristo: Pedro, el sucesor, y Pablo, el evangelizador. Actualmente no es fiesta de precepto, y es una pobreza que se pierda la memoria de estos dos grandes apóstoles, de su vocación, de su testimonio y de su misión.
Unida a esta fiesta celebramos el día del Papa, sucesor de Pedro, para rezar por él, valorar y agradecer su ministerio, su servicio a la Iglesia, y colaborar con la caridad del papa (óbolo-ofrenda a Pedro)
La primera lectura nos habla de la liberación de Pedro, encarcelado por Herodes, por medio del ángel que envía el Señor. Soltadas las cadenas, resuena la invitación del Señor: “Levántate, cíñete el cinturón, ponte las sandalias y la capa y sígueme”. Nosotros también necesitamos que el Señor nos ayude a soltar todas las cadenas, para convertidos y seguirle.
La segunda lectura nos cuenta el testimonio de Pablo: “El Señor me ayudó y me dio fuerzas para anunciar integro el mensaje de forma que llegara a los gentiles” “EL me libró y me salvará”. Es la experiencia del creyente que se ve sostenido por el Señor en las dificultades de cada día.
El evangelio nos trae la emotiva y valiente confesión de Pedro: “Señor, tú eres el Mesías, el Salvador del mundo “. Y la respuesta del Señor: “tú eres Pedro, y sobre esta piedra…”La misión es, no para el más perfecto, sino para el que mas ama.
Jesucristo, los amó tanto, que los transformo radicalmente. Los dos fueron muy conscientes de la gracia de Dios en sus vidas, y quisieron corresponder desde la gratitud, expresada en su gran entrega a la Iglesia. La fe en el Señor les hizo personas nuevas.
Pedro se dedicó más a cuidar las comunidades que procedían mayoritariamente del Judaísmo; Pablo, a llevar el Evangelio hasta los últimos confines del mundo conocido, a las gentes que procedían de otros pueblos y culturas.
Les estamos agradecidos porque creyeron en Jesús y lo mostraron cambiando radicalmente y dando la vida por el Maestro. Es difícil creer en alguien, arriesgar por alguien, morir por alguien…y ellos lo hicieron, por Cristo. Son el primer eslabón de esta larga cadena que ha hecho posible que naciéramos a la fe.
Pedro tuvo valor para dejar las redes y a su familia y seguirle. Su rudo corazón se conmovió ante el amor del Maestro. Experimentó el miedo, la cobardía. Se levantó de la negación. Ante el silencio de los apóstoles, cuando les interpelaba Jesús, siempre respondía él. Compartió con Jesús todos los grandes momentos, le amó profundamente. Y el Señor, por tanto amor, se fió de él. Después de Pentecostés, su primer sermón convirtió a muchos, hablando del crucificado-resucitado. Lo hizo con tanto entusiasmo, con tanta convicción, con tanto amor, que cada uno le oyó en su propia lengua y le entendió.
Pablo cayó del caballo en el camino de Damasco, ante la llamada del Señor y quedó ciego. En aquel encuentro vivió conversión, vocación y misión. Con humildad se dejó catequizar y el bautismo le hizo recobrar la luz, la interior (la fe) y la visión. Cuando descubrió a Jesús ya siempre vivió “para mí la vida es Cristo”. Todo lo trabajó, lo predicó, lo sufrió, lo vivió por el. Tenía pasión por predicar a Jesucristo, crear pequeñas comunidades para que cada una trasmitiera la luz del evangelio. Y así, hasta el último confín de la tierra. Cuidó con mucha humildad no perder la comunión con otras comunidades no creadas por él. Se dedicó a sus comunidades mediante sus visitas y por cartas, velando por sus dudas, sus vidas y sus testimonios. Las cuidó como una madre lo hace con sus pequeños.
Que ellos nos trasmitan su amor al Maestro, su entrega a la Iglesia y su pasión por el Evangelio. La enseñanza de los apóstoles la debemos conocer, amar, vivir y trasmitir, para superar la ignorancia, la falta de implicación, la falta de coherencia doctrina-vida y los respetos humanos que nos hacen disimular nuestra condición de cristianos.
Debemos ser cristianos santos y apóstoles entregados.