Blog del párroco
DOMINGO 22º DEL TIEMPO ORDINARIO (2 de septiembre 2012) 
domingo, septiembre 2, 2012, 07:46 AM - Comentarios a las Lecturas
DOMINGO XXII DEL TIEMPO ORDINARIO (2 de septiembre)

1ª Lectura. Deuteronomio 4, 1-2.6-8. No añadáis a las palabras que yo os hablo…guardad los mandamientos del Señor.

Salmo 14. Señor, ¿Quién puede hospedarse en tu tienda?

2ª Lectura. Santiago 1, 17-18.21b-22.27. Llevad la palabra a la práctica.

Evangelio. Marcos 7, 1-8.14-15.21-23. Dejáis a un lado el mandamiento de Dios para aferraros a la tradición de los hombres.

Tras los cinco domingos del discurso del Pan de Vida del Evangelio de San Juan, volvemos a escuchar a San Marcos en el Evangelio. Hoy las tres lecturas nos hablan del Pan de la Palabra de Dios.
La primera lectura nos presenta como un don extraordinario el haber recibido la palabra de Dios. Cuando a una persona nadie le ha enseñado o indicado nada, o las enseñanzas que ha recibido no son buenas, porque no le ayudan a entenderse a sí mismo ni a su destino, ni a la vida, ni a convivir con los demás… está desorientado y su vida está sumida en la pobreza. A nosotros se nos ha entregado y se nos dirige una palabra que procede del amor, que está llena de sabiduría, que nos conoce en nuestra realidad más profunda; una palabra, para que tengamos vida, para que no olvidemos quiénes somos y cuál es nuestro destino, que nos ayuda a ser justos y actuar con inteligencia. La Palabra de Dios es una Palabra para el hombre.

Siempre hemos tenido el peligro de considerarla como un mandato o ley que nos fastidia, limita y condiciona, algo a evitar para estar tranquilos. La palabra de Dios brota de su amor, es un bien para nosotros, nos libera de nuestras pobrezas. La debemos amar, conocer y vivir en su integridad para que tengamos vida. Nos debemos apoyar en ella y encontrar la luz y los criterios de sensatez para nuestras decisiones. Es un gran peligro para el ser humano el vivir a merced de sus pasiones, de sus egoísmos, de sus cegueras.

En el evangelio el Señor nos enseña que debemos interiorizar la palabra, dejar que nos cambie y renueve el corazón y la vida. De dentro del corazón del hombre sale todo lo bueno y todo lo malo. No vivamos de apariencias, sino de verdad. La rectitud de conciencia, el verdadero amor, el deseo de hacer el bien y de tener una actitud de bondad y generosidad hacia los demás.

La Palabra de Dios también nos ayuda a discernir la verdad de Dios entre muchas palabras, formas de actuación, criterios, modas, opiniones dentro de lo considerado “social o políticamente correcto”. No tiene el mismo valor lo que procede del amor y de la sabiduría de Dios que lo que responde a modas o interesen del momento y que se desprende de ideologías interesadas, “dejáis el mandamiento de Dios para aferraros a la tradición de los hombres”.

La Palabra de Dios es una palabra que cambia el corazón y para llevarla a la práctica; “la verdadera religión es visitar huérfanos y viudas en sus tribulaciones y no mancharse las manos con este mundo”, nos dice la carta de Santiago. Y el salmo recitado nos recuerda que para podernos sentir de la familia del Señor (“¿Quién puede hospedarse en tu tienda?”) hay que practicar la justicia, tener intenciones leales, no calumniar, no hacer daño a nadie, no jurar en falso…”el que así obra nunca fallará”.

Que en este tiempo de tantas palabras vacías, interesadas y de tantas promesas incumplidas…de tantas ideologías que brotan de concepciones materialistas del hombre y de la vida, donde el único dios es el propio interés en lo material, donde hay un sentido de la libertad y del propio derecho personal que pasa por encima del respeto que se merece la dignidad de cada ser humano, nos abramos a la liberadora palabra de Dios como don, gracia y camino de realización personal. Debemos ser palabra viva y encarnada, como lo es Jesús, como lo fue María.

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ASUNCION DE NTRA. SRA.. (15 de agosto de 2012) 
domingo, agosto 12, 2012, 03:32 PM - Comentarios a las Lecturas
ASUNCIÓN DE LA VIRGEN MARÍA (15 agosto 2012)

1ª Lectura. Apocalipsis 11, 19a; 12, 1-6ª. 10. Una mujer vestida de sol, la luna por pedestal.
Salmo 44. De pie, a tu derecha, está la reina, enjoyada con oro.

2ª lectura. 1ª a los Corintios 15, 20-26. Primero Cristo como primicia; después, todos los cristianos.
Evangelio. Lucas 1, 39-56. El Poderoso ha hecho obras grandes por mí; enaltece a los humildes.

El Papa Pio XII, mediante la Bula Munificentissimus Deus, el uno de noviembre de 1950, desde el atrio de la basílica de San Pedro en Roma, definía dogmáticamente que “la Inmaculada Madre de Dios, siempre Virgen María, terminado el curso de su vida terrena, fue asunta en cuerpo y alma a la gloria celestial”.

La Iglesia siempre lo ha creído y lo ha celebrado; se fijó el 15 de agosto. En oriente, desde el siglo IV y en occidente desde el VII. En nuestra Comunidad Valenciana tenemos las representaciones del Misterio de Elche, obra lírico-teatral del siglo XV, reconocida patrimonio de la humanidad, que basada en diversas tradiciones que proceden de relatos apócrifos, representa en latín y valenciano, la dormición, asunción y coronación de la Virgen. Las representaciones, realizadas el 14 y 15 de agosto en el templo de Santa María de Elche, valieron el que Urbano VIII, en 1632, levantara la prohibición de representaciones teatrales en templos cristiano
La Bula considera que la Asunción de María es la consecuencia y el premio a su Inmaculada Concepción, a su Maternidad Divina, a los méritos por su papel en la Pasión y en la obra de la redención. El prefacio de la santa misa dice de María que es “figura y primicia de la Iglesia que un día será glorificada”, en ella vemos ya el destino de la Iglesia que camina en la historia, nuestro propio destino personal y el de tantos seres queridos que ya han muerto y que sabemos que están, por los méritos de Jesucristo, con El y con la Madre María. Por eso “ella es consuelo y esperanza de tu pueblo, todavía peregrino en la tierra”.Si la carne de Cristo no conoció la corrupción, ¿cómo iba a conocerla aquella que se la dio y de quien procede? “con razón no quisiste, Señor, que conociera la corrupción del sepulcro la mujer que concibió, por obra del Espíritu Santo, al autor de la vida”.

La fiesta de hoy tiene distintos nombres. La llamamos Dormición, subrayando que su muerte fue como un “sueño de amor” que diría San Juan de la Cruz; o Traslación, recordando que el cuerpo de María fue llevado al cielo por los ángeles; o Asunción, porque fue llevada, como en volandas, al lugar de la gloria; también le llamamos la Pascua de Nuestra Señora, porque pasó de manera especial Dios por su vida y pasó de este mundo al cielo. Es su glorificación, es su victoria.

En el mosaico del ábside de Santa María la Mayor de Roma contemplamos el misterio de la Asunción en tres escenas. La Virgen dormida, recostada en su lecho y revestida de púrpura, que significa la santidad recibida del Espíritu, con las tres estrellas de su triple virginidad, antes del parto, en el parto y después del parto; la rodean en contemplación los apóstoles y ella exhala su espíritu en un ambiente de paz.

La segunda escena está presidida por Cristo quien tiene en sus brazos una pequeña criatura, María, en su entrada en la gloria. Cristo, Señor de la vida, acoge a María, nueva criatura, quien le acogió a Él en su entrada en el mundo. Hoy el mundo entra en el cielo con María, como premio a cuando el cielo entró en el mundo en el nacimiento del Señor de la Virgen Maria. La tercera escena es la coronación. En un círculo de gloria, el sol y la luna, Cristo y María. Todo en María ha sido premiado y reconocido, es la exaltación de los humildes. En la coronación de María son premiadas y reconocidas todas las personas fieles, todos los seres humanos honrados y justos, todos los buenos cristianos.

Hoy es un día de alegría, de acción de gracias, de consuelo, de esperanza. María está en el cielo, ejerciendo eternamente de madre e intercesora. Que sea un estímulo para nuestra santidad personal y que nos ayude a no olvidar la dimensión sobrenatural de la vida, “aspiremos a los bienes de arriba, no a los de la tierra, donde está Cristo” También nosotros somos ciudadanos del cielo. La alegría más grande para un hijo está en contemplar el triunfo de su madre. Hoy, el reconocimiento de la grandeza de María viene por el mismo Dios.



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DOMINGO 19º DEL TIEMPO ORDINARIO (12 de agosto) 
miércoles, agosto 8, 2012, 10:27 AM - Comentarios a las Lecturas
DOMINGO 19º DEL TIEMPO ORDINARIO (12 de agosto)

1ª Lectura. 1 Reyes 19, 4-8. Con la fuerza de aquel alimento caminó hasta el monte de Dios. Elías vive un momento de crisis que le lleva a desear la muerte. El Señor la alimenta, le da fuerzas para seguir.

Salmo 33. Gustad y ved qué bueno es el Señor.

2ª Lectura. Efesios 4, 30- 5,2. Vivid en el amor, como Cristo. Siguen los consejos que da el apóstol y que suponen un verdadero y concreto plan de vida; hay cinco vicios que deterioran la relación con los demás: amargura, ira, enfados, insultos y toda maldad. También habla de virtudes que son consecuencia del amor: bondad, compasión, perdón, que nos tienen que asemejar a Jesucristo, hombre nuevo.

Evangelio. Juan 6, 41-51. Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo.

Jesús es “el pan que ha bajado del cielo”, porque procede del Padre, no es solo hombre verdadero; esta expresión evoca el otro pan “bajado del cielo”, el maná, que regaló Dios en el desierto y que les permitió caminar, no morir, llegar a la tierra de promisión, sentirse cada día sostenidos por la providencia de Dios. Todo eso supone Jesucristo para nosotros: es el don del Padre que nos fortalece en la lucha diaria y que nos ayuda a llegar al cielo.

A sus paisanos les resultó difícil aceptar el mensaje porque cuestionaron al mensajero. Conocer el origen histórico de Jesús les dificultó para llegar a conocer y aceptar todo su misterio. Muchas veces, prejuicios y envidias contra las personas nos impide conocerlas y beneficiarnos de todo lo que nos pueden aportar.

“Yo soy el pan de la vida” “el que cree en mí “y “el que coma de este pan, vivirá para siempre” “El pan que yo daré es mi carne para la vida del mundo”.

El Señor nos lo entregó todo en su muerte en la cruz, “que yo os daré”; allí nos amó hasta el extremo. Su carne es su vida (“el Verbo se hizo carne”). La unión con Cristo no consiste solamente en parecernos a él, sino el ser también hijos del Padre. En la comunión él establece un vínculo estrechísimo con nosotros, no se puede tener más unión, él entra en nuestro interior, para que su vida sea nuestra vida y nosotros participamos de su pasión, de su misión, de su entrega. El Verbo se hizo “carne” y nosotros comemos la “carne del Hijo del Hombre”.

La Eucaristía hace presente entre nosotros los últimos tiempos (dimensión escatológica). Se adelanta el cielo en la tierra y nosotros “gustamos”, porque tenemos ya “una prenda de la gloria futura”, lo que esperamos.

Ante la Eucaristía siempre hay que tener una actitud de amor, gratitud, respeto, compromiso, correspondencia. Es Dios mismo: Es la misma vida de Dios que nos sale al paso, para fortalecernos y que sigamos caminando, para consolarnos y que seamos felices, para que transformemos el mundo en algo más parecido al proyecto de Dios. Ante la eucaristía todos somos hambrientos y pobres; todos, sin Cristo, vivimos en la anemia de la falta de compasión y misericordia. La Eucaristía nos hace más personas porque nos asemeja más a Dios, el proyecto inicial desde el que fuimos creados.

Tenemos el pan vivo. Vivamos todos de este pan. Que la Iglesia, que se expresa y visibiliza en la Eucaristía, la viva, para que en su misión no predique, muestre y entregue más que a Jesucristo.

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DOMINGO 18º DEL TIEMPO ORDINARIO (5 de agosto de 2012) 
viernes, agosto 3, 2012, 04:39 PM - Comentarios a las Lecturas
DOMINGO 18º DEL TIEMPO ORDINARIO (5 de agosto 2012)

1ª Lectura. Éxodo 16, 2-4. 12-15. Haré llover pan del cielo. El pueblo de Israel protesta contra Moisés y contra Dios porque han sido llevados al desierto y les falta la comida. Dios les da el maná y las codornices, para que sigan caminando, sin morir de hambre. Hay una gran falta de confianza en el Señor y una búsqueda obsesiva de bienes materiales.

Salmo 77. El Señor les dio pan del cielo.

2ª Lectura. Efesios 4, 17.20-24. Vestíos de la nueva condición humana, creada a imagen de Dios. Despojaos del “hombre viejo”. Podemos seguir aferrados a nuestra manera de ser y actuar, como si no hubiéramos conocido y escuchado a Jesucristo, revistámonos de la justicia y santidad verdaderas.

Evangelio. Juan, 6, 24-35. El que viene a mí no pasará hambre, y el que cree en mí no pasará nunca sed.

Después del signo de la multiplicación de los panes y peces, Jesús, para reencontrarse con los suyos, camina sobre las aguas. Ellos le ven y se asustan creyendo que es un fantasma. Jesús, ni es un rey que busque poder ni honores, ni un fantasma; es plenamente hombre que se compadece ante el hambre y los motivos de sufrimiento de los hombres; y Dios, verdadero Dios, que conduce al Padre, de quien él procede y que quiere la transformación total del ser humano a su imagen y semejanza.

Quienes le buscaban consiguieron dar con él, y el saludo de Jesús sonó a queja nacida de la decepción: “Me buscáis, no porque habéis visto signos, sino porque habéis comido pan hasta saciaros; trabajad no por el alimento que perece, sino por el alimento que perdura dando vida eterna, el que os dará el Hijo del Hombre”.

El hombre no vive solo de pan. Las sociedades y culturas donde ha dominado el materialismo y el consumismo, donde se ha vivido al margen por completo de Dios, no han hecho al ser humano más solidario, más feliz, más justo. No han llenado todas las posibilidades de vida que se encierran en cada existencia. Una mirada a nuestra situación actual nos hace contemplar con dolor muchas situaciones de sufrimiento, de hambre, de pobreza, de vacío, de falta de esperanza. Ya sabemos que las personas necesitamos medios para tener una vida digna…pero el derroche, la obsesión por las riquezas a cualquier precio, ha conducido a una crisis generalizada de índole personal, familiar, social…internacional.

El hombre no puede vivir solo de pan, hay que descubrir a Jesucristo, el pan de vida, quien nos da el verdadero pan del cielo. Necesitamos otro alimento espiritual. Necesitamos sentir la presencia de Dios en medio de las dificultades, la paz que él nos da, las razones que él nos descubre para amar, acoger a los demás y entender la vida. Necesitamos no olvidar que esta vida tiene salida y que este mundo está abierto a la esperanza porque no estamos solos.

“Yo soy el pan de vida. El que viene a mí no pasará hambre y el que cree en mí no pasará nunca sed”. El nos reviste de justicia y santidad verdaderas.

Las gentes de aquel tiempo buscaban a Jesús. Aquí, lo hemos ocultado. Hasta en familias muy cristianas nos hemos quedado tranquilos, cuando nuestros hijos han sucumbido a la increencia del ambiente, y al perder la práctica religiosa, han perdido a Jesús, el pan de vida. Hemos de dedicar mucho más tiempo a la formación religiosa de los hijos y a recuperar las costumbres propias de los hogares cristianos.

Tenemos que vivir la eucaristía y prolongar con nuestro testimonio la vida misma de Cristo, revistiéndonos de sus mismos sentimientos.
El martes 31 de julio celebrábamos a San Ignacio de Loyola. El santo, repasando todo lo que había recibido del Señor a lo largo de su vida, directamente y a través de personas y otras mediaciones, caía en la cuenta de que había sido poco agradecido y que había correspondido poco a tanto bien y se preguntaba.” Yo ¿qué he hecho por Cristo? ¿Qué estoy haciendo? ¿Qué estoy dispuesto a hacer?”

Tenemos que dejarnos transformar existencialmente por quien es la vida verdadera y llevarlo a los demás.

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DOMINGO 17º DEL TIEMPO ORDINARIO (29 de julio de 2012) 
jueves, julio 26, 2012, 10:35 PM - Comentarios a las Lecturas
DOMINGO 17º DEL TIEMPO ORDINARIO (29 de julio de 2012)

1ª Lectura. 2º libro de los Reyes, 4, 42-44. Dádselos a la gente para que coman; comerán y sobrará.

Salmo 144. Abres tú la mano, Señor, y sacias de favores a todo viviente.

2ª Lectura. Efesios 4, 1-6. Un solo cuerpo, un Señor, una fe, un bautismo.

Evangelio. Juan 6, 1-15. Repartieron a los que estaban sentados todo lo que quisieron.

Los domingos del Tiempo Ordinario del ciclo B, leemos de forma continuada del Evangelio de Marcos. Dada su brevedad, durante cinco domingos seguidos, leeremos el capítulo 6º del evangelio de Juan, una profunda reflexión teológica y una preciosa catequesis sobre Jesús, Pan de Vida. Este texto siempre, y de forma especial en estos tiempos de recortes, paro y tanta pobreza, nos centra y ayuda a crear criterios para la vida y actuación de los cristianos.

Juan, quien no nos narra la institución de la eucaristía, nos relata este milagro. Es un capítulo muy bien estructurado, nada repetitivo, que comienza con un signo, la multiplicación de los panes y los peces; continúa con el descubrimiento del misterio de Jesús, verdadero Pan de Vida; en esta reflexión, Jesús prolonga su acción y su presencia en el pan eucarístico, carne y vida, que se entrega para que tengamos verdadera vida y nos vayamos transformando en él; compromiso y fruto de esta trasformación es, como Cristo, compartir la vida y entregarnos al servicio de los pobres. Es importante no perder la unidad temática de estos cinco domingos para seguir al evangelista en su profundización.

La primera lectura nos introduce en el tema del evangelio, al contarnos cómo actúa Eliseo con los veinte panes de cebada que le dan para él:dice a su discípulo: “dáselos a la gente para que coman; comerán y sobrará”. El milagro está en la generosidad del profeta al repartir lo recibido.

La segunda lectura nos describe la vida interna de la Iglesia: “Andad como pide la vocación a la que habéis sido convocados”. Esto es ser cristianos: sed humildes, amables, comprensivos, sobrellevaos con amor, mantener la unidad por encima de todas las cosas, con el vínculo de la paz. Un Dios, Padre de todos, que lo trasciende, penetra e invade todo. ¡Qué grandeza ser cristianos, qué vocación y qué misión! Quien actúa desde el espíritu del mundo no es así.

El Evangelio nos habla de multiplicación de pan. En el salmo hemos respondido: “abres tú la mano, Señor… “y nos sacias de favores. Abundancia y generosidad por parte de Dios, no injustas distribuciones, robos codiciosos ni restricciones fundamentales. El relato está lleno de elementos simbólicos; la palabra “pan” va llenándose de significado, para hablar de los panes materiales, de Cristo, Pan de Vida, de la Palabra, de la Eucaristía.

San Juan trasmite signos. Un milagro es una acción extraordinaria, expresión de amor y de poder, para remediar una necesidad. Un signo es una revelación y una manifestación, verdad y vida a la vez. Está cerca la Pascua, donde contemplaremos a Jesús plenamente revelado, como Mesías y pan de Vida, sacrificado y entregado, que permanece en manos de la Iglesia, como su gran bien.

Para hacer el milagro Jesús quiere contar con la colaboración de la gente. El dinero no lo solucionaría, “con doscientos denarios no sería suficiente…” pero hace falta la generosidad de un niño. El niño aporta todo lo que tiene, que sería suficiente para él, cinco panes y dos peces, y el Señor lo multiplica para que llegue a todos. El pan procede del trigo molido, de la harina amasada, es símbolo de la vida. El pez, por sus letras en griego, expresa una confesión de fe en Cristo, Hijo de Dios y Salvador. El pan hace presente el trabajo humano y los bienes recibidos de Dios (“fruto de la tierra y del trabajo de los hombres que recibimos de tu generosidad…”). Cuando Jesús lo toma en sus manos, eleva los ojos al cielo, contemplando de donde procede todo, y lo reparte…se nos está entregando él para que tengamos su vida. Y el pan, la vida, se reparte, se multiplica, llega a todos…Así es Dios. Esta es la misión de Cristo, dar vida, la vida auténtica. Esta es la vida de los cristianos, la misión de la Iglesia.

Todos comieron, se saciaron y se recogieron doce cestos para que no se pierda nada. En nuestra infancia nos enseñaron a no tirar el pan, incluso a besarlo si caía al suelo, a colocarlo en su posición adecuada en el cestillo, a tratarlo con respeto. Siempre nos hemos acordado de los que no tenían pan y nos hemos sentido unos privilegiados. En la eucaristía, recogemos respetuosamente las partículas del pan consagrado, porque está Cristo. En la cultura del derroche, que genera pobreza y expresa insolidaridad, se tira, se estropea y se malgasta. Hemos olvidado que todo es don de Dios y que hay que sentirse responsable ante las cosas. Que los bienes son de Dios, para que lleguen a todos.

A Jesús lo buscaron para hacerlo Rey. Vieron que les podía solucionar la vida sin trabajar, se escapó a la montaña él solo. Lo querían utilizar, ni acogieron sus palabras ni a su persona. La misma gente, en otras circunstancias gritará: “crucifícale”. ¡Qué difícil es la misión de la Iglesia! El Señor nos dijo, “dadles vosotros de comer”. La Iglesia siempre tendrá que responder a la atención primaria, al ejercicio concreto de la caridad y del servicio, pero no lo hará buscando prestigio ni justificando su presencia y misión en el mundo.

Damos pan, vivimos y animamos a la caridad, porque hemos contemplado el Pan de Vida, que es Jesucristo. Servimos a los pobres, a los enfermos, a los necesitados…porque en ellos hemos descubierto el rostro de Cristo que sufre.

Sin contemplar a Cristo en la oración, no le podremos reconocer en el hermano solo y desamparado. Si estamos unidos al Señor, contemplaremos a todo ser humano con toda su grandeza y dignidad y entenderemos la vida entregando la propia vida. Cuando Cristo nos trasforma él, vive en nosotros y a través de nosotros sigue siendo pan de vida para todo hombre.

Ni existe vida cristiana sin caridad, ni verdadera caridad sin sentido sobrenatural; tampoco somos una institución junto a otras, que quieran asegurar su espacio en la sociedad. Madre Teresa de Calcuta, Vicente de Paul, Teresa de Jesús Jornet, Luís Gonzaga, Damián de Molocai, Martín de Porres, Mª Rosa Molas…y tantos otros, testigos de Cristo, riqueza de la Iglesia, maestros de humanidad, nos ayudan y estimulan a vivir en caridad.

Hoy la Iglesia celebra a Santa Marta, hermana de María y Lázaro, la mujer que en Betania hospedó y sirvió al Señor. Supo crear un ambiente de confianza y afecto para que Jesús eligiera su casa como lugar de recuperación personal y descanso. Que ella nos ayude a acoger en nuestra casa y en nuestro corazón a los hermanos y a descubrir la grandeza y dignidad del servicio humilde, constante, discreto y generoso.

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