viernes, septiembre 5, 2014, 05:01 PM - Comentarios a las Lecturas
DOMINGO 23º DEL TIEMPO ORDINARIO. Ciclo A. 7-9-2014.1ª Lectura. Ezequiel 33, 7-9. Si no hablas al malvado, le pediré cuentas de su sangre.
Salmo 94. Ojalá escuchéis hoy su voz:”No endurezcáis vuestro corazón”.
2ª Lectura. Romanos 13, 8-10. La plenitud de la ley es el amor.
Evangelio. Mateo 18, 15-20. Si te hace caso, has salvado al hermano.
En el evangelio de hoy se nos recuerdan algunas exigencias de ser cristianos, de ser Iglesia: la corrección fraterna y la oración en común. Somos responsables del hermano.
En la primera lectura, el profeta Ezequiel dice que Dios nos pedirá cuentas del mal del hermano y que si el hermano nos hace caso cuando le corregimos, “le hemos salvado”. La comunión en la iglesia hace que sintamos al hermano como parte de nosotros mismos. Ahora bien, sentirnos responsables del hermano también es hacer nuestro su sufrimiento y pobrezas. No vale el individualismo de “sálveme yo y ya se arreglarán”.
Pero es fácil criticar y difícil corregir. Critica el que mira al otro de lejos; corrige quien considera al otro parte de sí mismo. Antes de corregir hay que hacer oración por él, para que tengamos la actitud adecuada y la corrección sea por amor, por deseo de no perderlo y no por rencor o despecho. Y con humildad, y con discreción, “a solas”. Es lo contrario de hablar “de” los demás, y no “con “los demás. Y, por supuesto, queda muy lejos de la maldición y la calumnia, medios que, a veces se utilizan, para eliminar a quien consideran un rival. ¡Qué lejos puede llegar los que viven desde el espíritu del mundo!
Y si es necesario, hay que buscar, con cuidado y prudencia, la ayuda de los demás. El único interés está en su salvación. Hasta se puede llegar a excluir de la comunidad, la excomunión, pero no como castigo, sino con un fin terapéutico, para que experimentando el pecador la soledad y la falta del amor de los suyos, de la comunidad…, sea capaz de rectificar y no pierda todo el bien que ha recibido.
La oración en común, en el nombre del Señor, nos hacer ser Iglesia. “Donde dos o más están reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos”. La Iglesia no está presente por los edificios, sino por la comunión y la oración de los cristianos. Cuando rezamos juntos, Jesús está en medio, como le gustaba decir a Clara Lubich. Por eso la oración de la Iglesia es tan eficaz, porque es la oración de Jesús.
Tenemos que ser “odres nuevos”, por nuestra fraternidad, por nuestra humildad, por nuestra “necesidad” de Dios. No somos “personas atormentadas, ni comidas por el egoísmo, ni esclavas de rituales preestablecidos”. Odres nuevos, Iglesia de Cristo, llamados y reunidos para hacer presente a Jesús. No tenemos otro interés.
A la comunidad cristiana nos toca estar y ser así en medio del mundo, para que esté Jesús en medio.
Corregir supone comprometerse mucho con el hermano, con Dios y con uno mismo. Y orar, solamente se puede, cuando se ama mucho.
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