sábado, octubre 2, 2010, 11:14 AM - Comentarios a las Lecturas
DOMINGO 27º DEL TIEMPO ORDINARIO (3 de octubre)1ª Lectura: Habacuc 1, 2-3; 2,2-4. El justo vivirá por su fe
Salmo 94: Escucharemos tu voz, Señor
2ª Lectura. 2ª a Timoteo 1, 6-8. 13-14. No tengáis miedo de dar la cara por nuestro Señor
Evangelio: Lucas 17, 5-10. ¡Si tuvierais fe…!
En el lenguaje bíblico la fe y el amor son una misma cosa. Solo entendemos la fe en clave de amor. Creemos a una persona cuando la amamos, y si nuestro amor es muy intenso y auténtico la confianza es total y absoluta. La falta de confianza ya indica que se esta faltando al amor.
Habacuc en la primera lectura nos dice que el silencio y la soledad, las pruebas y las desgracias solamente pueden afrontarse y superarse cuando hay mucho amor.”El justo vivirá por su fe”.
En el evangelio el Señor nos recuerda donde está la fortaleza del creyente: “si tuvierais fe…” No está en uno mismo, sino en la seguridad de que Dios no nos falla, en la fidelidad de Dios; ser conscientes de esta fidelidad, de este amor por parte de Dios, es lo que nos sostiene, es la fe que nos salva.
Jesús no nos pide que tengamos mucha fe, no se refiere a la cantidad (“como un grano de mostaza”), sino a que sea auténtica, de verdad. Y la fe de verdad es una acogida, sin peros ni condiciones, a la persona de Jesús como Hijo de Dios, a su evangelio como palabra de vida, al plan salvador del Padre…y que nos lleve a una verdadera conversión del corazón. Sin este cambio personal, lo que creemos que es fe solamente se queda en palabras. Sin embargo, hasta lo más trabajoso es posible y fácil si lo afrontamos con verdadera fe.
También se habla del servicio cristiano. Las palabras del Señor nos pueden resultar excesivamente exigentes, ya que nos presenta, como lo más normal, el que el criado esté permanentemente en situación de servicio, sin exigencias ni esperar agradecimientos extraordinarios. Es una llamada de atención a las formas de religiosidad en las que el creyente espera de Dios favores especiales como pago y agradecimiento. Esto se daba en el fariseísmo y se ha dado siempre.
El evangelio es claro: fe auténtica que suponga una conversión de vida, desde el ejemplo de Cristo, y que lleve al servicio generoso y desinteresado.
La Palabra de Dios, como siempre, nos llega a lo mas hondo del corazón. Frente a una situación de confianza en uno mismo y de seguridad únicamente en los propios planteamientos y medios, confianza en Dios y seguridad en su Palabra. Frente a una religiosidad de palabras, costumbres, devociones, búsquedas de seguridades tranquilizadoras…servicio desprendido, sacrificado, discreto y desinteresado. Es lo normal, y nosotros, sin Jesucristo, solamente somos siervos inútiles.
El autor de la 2ª a Timoteo nos invita a recuperar el amor primero “aviva el fuego de la gracia de Dios”. La vida cristiana necesita poner verdadera pasión en todo la que significa seguimiento, configuración y entrega a Cristo y por Cristo a los demás.
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