sábado, noviembre 8, 2014, 03:39 PM - Comentarios a las Lecturas
DOMINGO 32º DEL TIEMPO ORDINARIO. DEDICACIÓN DE LA BASILICA DE LETRAN. Ciclo A. 9-11-2014.1ª Lectura. Ezequiel 47, 1-2.8-9.12. La fuente de agua viva.
Salmo 45. El correr de las acequias alegra la ciudad de Dios, el altísimo consagra su morada.
2ª Lectura. 1ª Corintios 3, 9-11. 16-17. Sois edificio de Dios y el Espíritu habita en vosotros.
Evangelio. Juan 2, 13-22. Un nuevo templo, una religión más humana.
La basílica de San Juan de Letrán es la catedral de Roma. De la época constantiniana, su dedicación, como primer templo de la cristiandad, se celebra este día desde el siglo XI.
El templo es la casa de Dios, la morada de Dios, entre las casa de los hombres. En el Antiguo Testamento era el lugar donde aparecía la gloria de Dios y donde se guardaba lo más sagrado que tenía el pueblo para el culto a Dios. Lugar de ofrendas y sacrificios, lugar de encuentro con Dios y con los hermanos, lugar de oración.
Cristo nos enseña que el verdadero templo es él: “Destruid este templo y en tres días lo reedificaré (se refería al templo de su cuerpo) porque en su Persona se manifiesta la gloria de Dios, en los milagros y en su amor entregado en la Cruz.
Nos dice el profeta Ezequiel que del templo surtían manantiales de agua que purificaban las aguas pútridas del mundo. Nos narra San Juan que del costado abierto de Cristo surge el agua que purifica, que regenera, y la sangre, el Espíritu que hace renacer.
Después de Cristo, el templo en el que reconocemos y se oculta Dios es el hermano, el pobre. Y la verdadera religión supone vivir la caridad de verdad, con obras.
La religión se pude corromper. Esa es la que expulsa el Señor del templo. Cuando queda reducida a ritos, costumbres, negocios, actos meramente sociales…y queda vacía de misericordia y de justicia. Hay muchos lugares donde Dios no está. Siempre lo encontramos en el “hermano pobre y desamparado”, como nos recuerda una de las plegarias eucarísticas.
Debemos cuidar la dignidad, el respeto y el decoro de nuestros templos: son lugares de oración; allí celebramos y reservamos la Eucaristía y los grandes acontecimientos de nuestra vida, en los sacramentos; allí tomamos conciencia de que la comunidad es una familia. Allí acontece Cristo, que nos quiere ir transformando en él. Es el hogar de los que están solos, de los que están cansados y desesperanzados. Es la casa de Dios y la casa de los cristianos.
Pero, por el bautismo, fuimos hechos templo y morada de Dios, por la misericordia de Dios. Y en el profundo respeto al pobre, y en el compromiso por los hermanos que más sufren, está el acto de religión que a Dios más le agrada.
Amar a Dios y al prójimo. Contemplación y acción. Presencia de Dios y cercanía al hermano. Que nuestros templos sean casas de oración y hogares de fraternidad donde cada persona pueda sentirse amada, acogida, reconocida, acompañada y ayudada.
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