sábado, diciembre 1, 2012, 11:48 AM - Comentarios a las Lecturas
PRIMER DOMINGO DE ADVIENTO (2 diciembre)1ª Lectura. Jeremías 33, 14-16. Suscitaré a David un vástago legítimo.
Salmo 24. A ti, Señor, levanto mi alma.
2ª Lectura. 1ª Tesalonicenses 3, 12- 4, 2. Que el Señor os fortalezca interiormente para cuando Jesús vuelva.
Evangelio. Lucas 21, 25-28. 34-36. Se acerca vuestra liberación.
Comenzamos un Año Litúrgico con la celebración del primer domingo de Adviento e iremos celebrando, progresivamente, el misterio total de Jesucristo, de su nacimiento a la segunda venida.
Adviento significa “venida”, y son tres las venidas del Señor: la histórica, en Belén; la del final de los tiempos, que nos recordará el evangelio de hoy; y las venidas que realiza el Señor, en la discreción cada día, a cada uno y a la Iglesia, indicándonos su voluntad y donde quiere ser servido y encontrado.
El Adviento nos invita a estar atentos y a mirar hacia adelante: el Señor vino, viene y vendrá; el Señor nos pedirá cuentas del mundo y de la historia que tenemos entre manos, de lo que hemos hecho con las cualidades y medios que hemos recibido.
Jeremías, en la primera lectura, anuncia la fidelidad de Dios a sus promesas. Las promesas de Dios son reales, se cumplen, no son solo palabras. El mesías impondrá el derecho y la justicia, y así, viviremos en paz. Jeremías nos ayuda a transformar las palabras en obras de consuelo y de vida.
En la segunda lectura Pablo nos dice que la fortaleza del cristiano está en amar a todos con gran generosidad, “rebosar de amor mutuo”. Solo si amamos podemos esperar, y solo si construimos podemos evangelizar. El amor es lo único que nos hace superar dudas, miedos, inseguridades, egoísmos…”lo mismo que nosotros os amamos”, nos dice Pablo. Así, “cuando vuelva el Señor acompañado de sus santos, os presentaréis santos e irreprochables…”. Tenemos que salir al encuentro del Señor revestidos de santidad, con el esfuerzo de haber procurado cambiar el mundo con nuestro trabajo y testimonio. Los cristianos debemos vivir esta inquietud que nos supone atención y creatividad.
El evangelio nos invita a interpretar los signos de los tiempos, a discernir qué nos dice y qué nos pide el Señor por los acontecimientos y circunstancias de la vida, a levantar la cabeza, a estar despiertos. A ser cristianos vigilante y orantes, atentos a Dios y a los hermanos, no cerrados sobre nosotros mismos, ni ocultos, llenos de inseguridades y disimulos; cristianos trabajadores y auténticos testigos.
En la oración colecta del principio de la misa, la palabra se hace oración. Le hemos pedido al Padre, “aviva en nosotros, al comenzar el Adviento, el deseo de salir al encuentro de Cristo…acompañados de las buenas obras”.
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