Blog del párroco
TERCER DOMINGO DE ADVIENTO.Domingo de la alegría por la proximidad de la venida del Señor.Ciclo C. 15-9-2013 
sábado, diciembre 14, 2013, 06:45 AM - Comentarios a las Lecturas
TERCER DOMINGO DE ADVIENTO. Ciclo A. (15-9-2013)

La esperanza en la venida del Señor produce gozo y paz.

1ª lectura. Isaías 35, 1-6a.10. Dios vendrá y nos salvará.

Salmo 145. Ven, Señor, a salvarnos.

2ª lectura. Carta del apóstol Santiago 5. 7-10. Manteneos firmes, porque la venida del Señor está cerca.

Evangelio. Mateo 11, 2-11. ¿Eres tú el que ha de venir o tenemos que esperar a otro?

“Estás viendo, Señor, cómo tu pueblo espera con fe la fiesta del nacimiento de tu Hijo; concédenos llegar a la Navidad, fiesta de gozo y salvación, y poder celebrarla con alegría desbordante”. Domingo “gaudete”, domingo del gozo y de la alegría, porque el Señor está ya muy cerca. ¡Y cuánto nos alegran las buenas noticias!

Juan el Bautista, desde la cárcel de Maqueronte, envía a algunos discípulos a preguntar directamente a Jesús: “¿Eres tú el que ha de venir o tenemos que esperar a otro?”.La situación que vivía Israel era muy difícil: sometidos, empobrecidos, amenazados, sin instituciones religiosas, desunidos…Necesitaban la intervención de Dios, tan anunciada por los profetas. La respuesta de Jesús a Juan es que contemple lo que ya ha comenzado a suceder: “los ciegos ven, los cojos andan, los leprosos quedan limpios…y a los pobres se les anuncia el evangelio”. Algo ha comenzado a moverse y no se parará. La salvación tan anunciada y deseada, viene con Jesús.

En la primera lectura Isaías anuncia, allá a lo lejos, una situación inimaginable:”el desierto y el yermo se regocijarán…y florecerá como el narciso, y se alegrará…”La visión de la gloria de Dios fortalecerá las manos débiles, robustecerá las rodillas vacilante, nos dará valor y fortaleza”. Tendremos una nueva percepción de las personas y de las cosas, una sensibilidad diferente ante los problemas, una nueva agilidad para la entrega y el servicio. El Señor viene, y no parará.

Jesús es la buena noticia, quien lo hará todo nuevo. Como hemos dicho en el salmo, él mantiene su fidelidad perpetuamente, él hace justicia, da pan, liberta, abre los ojos, endereza a los que ya se doblan y ama a los justos. Al Señor, que reina eternamente, le pedimos que venga a salvarnos. ¡Este es el motivo de nuestra alegría!

¡Cuántos desiertos hay en nuestro mundo y en nuestros corazones! Cuántas soledades, pobrezas, desamparos, desorientaciones. Cuántas personas heridas por la vida. Cuando miramos el mundo con tanta pobreza, con tantas personas sin hogar, sin familia…Cuando vemos que no hay instituciones humanas que lo arreglen, que hay muchas palabras, promesas y mentiras… Necesitamos que venga el Señor. Que nos cambie el corazón, solos no podemos.

El ha comenzado a hacer, quiere que le sigamos y que no nos escandalicemos de él; que no caigamos en la desesperanza de quien vive de la prisa y de lo fácil; que no confundamos el gozo con una alegría superficial y hueca que viene de las cosas y del consumo; que, impacientes, no lleguemos a pensar, que “nada vale la pena” o que cualquier esfuerzo “no sirve para nada”.

Creer en el proyecto de Jesús da alegría y unirse Él, da sentido a la vida. El viene, ha comenzado, ni abandona ni se olvidará del mundo y de los hombres. No estamos solos.

En la segunda lectura el apostol nos exhorta al trabajo, al compromiso. Nunca hay que esperar de brazos cruzados. En la vida hay que sembrar la mejor semilla, y hay que tener paciente esperanza, como el labrador, que necesita las primeras lluvias para que todo no sea en vano y brote la cosecha.

Alegría, porque viene el Señor a transformar todos los desiertos, empezando por el corazón de cada uno, sumidos, tantas veces en cansancios y desencantos. La Navidad conmueve. La cruz es fecunda, es el árbol de la vida: “los que por el anuncio del ángel, hemos conocido el nacimiento del Señor, por su pasión y cruz lleguemos a la gloria de la resurrección”. Jesús nos trae la vida nueva. Aquí está nuestra esperanza y nuestro gozo.

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INMACULADA CONCEPCION. 2º DOMINGO DE ADVIENTO. Ciclo A. 8-12.2013 
viernes, diciembre 6, 2013, 11:02 AM - Comentarios a las Lecturas
INMACULADA CONCEPCIÓN DE LA VIRGEN.
2º DOMINGO DE ADVIENTO, Ciclo A. (8-12-2013)

Se celebra esta fiesta desde el año 1476, y con toda solemnidad desde la definición dogmática que tuvo lugar en 1854.

1ª Lectura. Génesis 3, 9-15.20. Establezco hostilidades entre ti y la mujer, entre tu estirpe y la suya.

Salmo 97. Cantad al Señor un cántico nuevo, porque ha hecho maravillas.

2ª Lectura. (Corresponde al 2º domingo de adviento). Romanos 15, 4-9. Cristo salva a todos los hombres.

Evangelio. Alégrate, María, llena de gracia, el Señor está contigo.

Todos los cristianos nos alegramos al celebrar esta fiesta de la Inmaculada Concepción al contemplar el cuidado que pone Dios para llevar adelante su plan de salvación sobre los hombres. Necesitaba “una digna morada” para su Hijo, y la preparó en María; la preservó de pecado, la llenó con su gracia, eligió muy bien. Y María dijo “si” a lo que Dios le pedía y necesitaba y Dios llevó, con ella y en ella, su plan de salvación, ya que en ella se encarnó el Hijo de Dios.

La primera lectura proclama la grandeza de Dios al contemplar la bondad de la creación: todo es armonía, todo sale bien hecho de las manos de Dios. Sin embargo muy pronto aparece el mal, la vergüenza, el desencuentro… por la desobediencia y el orgullo del hombre. La consecuencia es el pecado, la falta de solidaridad, la vergüenza ante la propia desnudez, las acusaciones mutuas. San Agustín llamó a este pecado primordial, “pecado original”.

En el evangelio, Dios, a través del arcángel Gabriel, se encontró con María, quien escuchó su voz y humildemente se puso a su servicio. Aquí hay escucha, encuentro y entrega.

María Inmaculada nos trae un mensaje de esperanza. Pablo VI, cuando concluía el concilio el 8 de diciembre de 1965 nos decía:”María Inmaculada es inocente, purísima, perfecta…es la autentica Mujer ideal y real al mismo tiempo”. Ideal, porque en ella vemos lo que Dios quiere para toda la humanidad; ser persona es ser como María. Y real, porque pasó por todas las dificultades y sufrimientos de la historia y eligió bien, no sucumbió ante el mal, fue fiel y supo estar con todos hasta el final. Siempre su proyecto fue el de Dios, y su deseo profundo, hacer su voluntad.”La belleza de María, decía Pablo VI, se convierte para nosotros en un modelo espiritual, en una esperanza confortadora”.

El himno Akáthistos llama a la Virgen “revancha del género humano”, la única que puede plantar cara al mal porque el descendiente de esta mujer, con su entrega suprema en la cruz, vencerá el pecado del mundo.

En María empieza una nueva creación. El Espíritu Santo la “cubrió con su sombra” y nosotros somos sus hijos y debemos ser como ella. Su proximidad a todas las circunstancias de sufrimiento humano la hacen especialmente cercana a todo lo que podemos vivir. Y sus respuestas la convierten en la mejor referente y maestra.

Los muchos problemas y motivos de sufrimiento de las personas de nuestro tiempo por tantas crisis, y la urgencia de nuestra misión evangelizadora nos impulsan a una vida de entrega y servicio, que solamente será posible si, como María, somos personas de oración y escucha, libres y humildes, oyentes de la palabra y atentas a las necesidades de los hermanos, y servicialmente entregadas, movidas únicamente por un amor a Dios muy grande.

Segundo domingo de Adviento, camino de esperanza. Cristo llega, no estamos solos, y mientras tanto debemos trabajar, como hizo María, “con inefable amor de Madre”, por la transformación del mundo.

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PRIMER DOMINGO DE ADVIENTO. Ciclo C 1-12-2013 
sábado, noviembre 30, 2013, 01:15 PM - Comentarios a las Lecturas
1er. DOMINGO DE ADVIENTO. Ciclo A. 1-diciembre-2013.

Velad y estad preparados

Comenzamos el año litúrgico y el tiempo de Adviento, tiempo de preparación a la celebración del misterio de la Encarnación del Señor.

El adviento nos recuerda que la Iglesia vive entre dos venidas de Cristo: la histórica, en Belén, cuando nació de María Virgen, cuando Dios entró en nuestra historia para que podamos vivir su misma vida, y la del final de los tiempos, la escatológica, cuando vuelva como Señor y Juez para devolver su dignidad a todos los pequeños y maltratados de la historia.

Es tiempo de memoria y de proyección al futuro. En las actuaciones de Dios siempre hay un infinito amor. En la eucaristía, que celebramos “mientras esperamos la gozosa venida de nuestro Salvador Jesucristo” la Iglesia expresa, después de la consagración, su gran deseo: “Ven, Señor Jesús”.

Hoy, en la oración colecta de la misa le pedimos al Padre que “avive en nosotros el deseo de salir al encuentro de Cristo que viene”. Avivar el deseo. Hay que tener verdadero entusiasmo en vivir en Cristo, ser como él y ser de él. No hay que ser un “pobre cristiano” inseguro y vergonzante que vive su fe como una carga. El cristiano es feliz siendo testigo y apostol

El evangelio nos subraya las dos actitudes necesarias para que la espera sea eficaz:” Velad”, discernir, estar atentos, ver…porque no sabemos cuándo vendrá…y “estad preparados”. ¿Cómo?, nos responde San Pablo en la segundo lectura: revestidos de Cristo, siendo como Cristo. El apostol concreta y nos alerta de la gula, las pasiones, el desenfreno, la violencia. Conforme pasa la vida, el “día se echa encima”, nos acercamos al momento del encuentro con el Señor.

No es fácil “velar” porque estamos rodeados de motivos de entretenimiento y distracción; además, muchos de estos motivos salen de dentro de nosotros; y “pertrecharse”, que dice Pablo, es armarse con todo lo necesario para no sucumbir ante tanta pelea; nos pertrechamos con la oración, con la austeridad, con la disciplina interior…hay que “estar en forma”.

Isaías en la primera lectura nos anima anunciando que el Mesías reunirá a todos los pueblos dispersos, por lejanos que estén, y que traerá la paz. Un mundo donde los hombres no choquen ni se destruyan, sino que se encuentren, donde desaparezca todo lo que destruye, crea dolor y genera muerte, donde “de las espadas surjan arados y de las lanzas podaderas”….Ese es el proyecto de Dios, por el que no abandona y por el que está dispuesto a volver.

Adviento, tiempo de espera y de esperanza. De espera activa, de oración y de trabajo. De estar en el propio sitio con ilusión, porque todos los tiempos son de Dios y él viene a nosotros.

Como Isaías y los demás profetas, debemos saber mirar a lo lejos y hacia arriba, al interior, al corazón. Como Juan el Bautista debemos tener valor para enderezar, para rellenar lo escabroso, para curar el corazón y mejorar los sentimientos. Como José debemos afinar el oído para escuchar a Dios hasta en sueños, y sin palabras, confiar en él mas que en nosotros mismos y asumir nuestras responsabilidades sabiendo que forman parte del plan salvador de Dios. Y como María, quien “esperó con inefable amor de Madre”, dar a Dios un sí con tanto amor que siempre vivamos de él.


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Jesucristo, Rey del universo. Clausura del año de la fe. Ciclo C (24-11-2013) 
sábado, noviembre 23, 2013, 08:34 AM - Comentarios a las Lecturas
34º DOMINGO. SOLEMNIDAD DE CRISTO REY. Ciclo C (24-11-2013)

1ª Lectura. 2º Libro de Samuel 5, 1-3. Ungieron a David como rey de Israel

Salmo 121. Qué alegría cuando me dijeron: vamos a la casa del Señor.

2ª Lectura. Colosenses 1, 12-20. Nos ha trasladado al reino de su Hijo querido.

Evangelio. Lucas 23, 35-43. Señor, acuérdate de mí cuando llegues a tu reino.

Con esta fiesta de Jesucristo Rey del universo, creada por Pio XI en 1925, terminamos y comenzamos el año litúrgico. Pablo VI, en la apertura de la segunda sesión del Concilio Vaticano II nos decía;” Cristo, nuestro principio; Cristo nuestro camino y nuestra guía; Cristo nuestra esperanza y nuestro término”, Cristo, quien es el mismo “Ayer, hoy y siempre” revela al hombre lo que es el hombre.

La primera lectura nos habla del rey-pastor David: Dios lo eligió, lo llenó de cualidades y el pueblo lo ungió, para que fuera pastor de Israel. Cristo, hijo de Dios, ungido por el Espíritu Santo desde antes de todos los siglos, es pastor que une, reconcilia y da la vida. Por nuestro bautismo hemos sido incorporados a él y consagrados por su Espíritu. Somos su reino, su pueblo, su rebaño. Y ¡qué alegría reconocer a quien nos cuida, nos defiende, nos une! ¡Qué orgullo poder decir que somos de los suyos! El es carne y vida nuestra.

Pablo en la segunda lectura nos presenta una visión cósmica de Cristo, él sostiene todo lo creado, “nos ha sacado del dominio de las tinieblas…y por su sangre hemos recibido la redención y el perdón”. El es anterior a todo, él es el mismo ayer hoy y siempre. El viene a reconciliar a todos los seres, los del cielo y los de la tierra. Este Cristo inmenso es el que contemplamos en el evangelio en la cruz.

El evangelio nos presenta a Jesús venciendo la tentación de no dejarse llevar desde el poder y la fuerza. Le tentaron las autoridades, los soldados, el malhechor resentido… “Sálvate a ti mismo, baja de la cruz…”

Le hubiera resultado muy fácil bajarse de la cruz, dejar de sufrir, no pasar por un perdedor y hacer callar y avergonzar a todos. Hubiera actuado como los poderosos del mundo, quienes desde el poder, la fuerza pueden pensar en primer lugar en sí mismos y no renuncian a un ápice de poder. Aguantó y se dejó increpar y abandonar por casi todos. Pero no se bajo de cruz, junto a los ajusticiados del mundo.

Allí quedaron los que más amaban y los que más confiaron en él, sin llegar a entender del todo su manera de reinar y amar. Siempre había sido pobre entre y con los pobres; débil junto a los débiles. Libre por la verdad de su vida; fuerte por el amor y la perseverancia.

Un malhechor lo comprendió y confió en él. Es el único que le llamó por su nombre, “Jesús, acuérdate de mí, cuando llegues a tu reino. “Te lo aseguro, HOY, estarás conmigo en el paraíso”. Los HOY de Dios son una intervención inmediata; Hoy ha llegado la salvación a tu casa, dijo a Zaqueo.

El crucificado libera y salva, el humilde malhechor crucificado es liberado por amor. Los crucificados que aman son los salvados. Los que increpan con odio viven en su propio infierno personal. El Reino de Dios ya comienza en este mundo, pero hay que ser como Cristo que todo lo hace por amor y por salvar al hombre: une, busca, se acerca al más humilde, ama, perdona, se entrega el primero. Es otra forma de reinar.

Solo desde la contemplación y la reflexión comprendemos a Jesús. Solo desde la comprensión viene el agradecimiento y la adoración. Ser de su reino es ser cono El. Solamente cada cruz se transforma en vida si nos dejamos ayudar por el, con su motivación y con su estilo.

La realeza de Cristo es un grito profético en un mundo de tanta especulación, codicia, mercadeo…donde no importa engañar al anciano pensionista ni dejar a nadie la intemperie de la pobreza en la ancianidad y en la enfermedad. Son muchas las personas sacrificadas en nombre de una utópica esperanza. ¡No lleguemos a la banalidad de mal. Somos su reino y ovejas de su rebaño. Conversión personal y testimonio evangelizador, para que reine el Señor en toda la tierra.


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DOMINGO 33º DEL TIEMPO ORDINARIO 
viernes, noviembre 15, 2013, 09:50 AM - Comentarios a las Lecturas
DOMINGO 33º DEL TIEMPO ORDINARIO. Ciclo C (17-11-2013)

1ª Lectura. Malaquías 4, 1-2a. Os iluminará un sol de justicia

Salmo 97, 5-6. 7-8. 9. El Señor llega para regir la tierra con justicia.

2ª Lectura. 2ª a los Tesalonicenses 3, 17-22. El que no trabaja, que no coma.

Evangelio. Lucas 21, 3-19. Con vuestra perseverancia, salvaréis vuestras almas.

Termina el año litúrgico. La liturgia nos evoca el final, el de la historia y el nuestro personal. Las lecturas nos hablan de las muchas pruebas y sufrimientos que podemos encontrar en la vida, pero, en medio de tanta desgracia, nos invita a perseverar (“con vuestra perseverancia salvaréis vuestras almas”), a mantenernos responsablemente en el trabajo diario, en el cumplimiento de nuestras obligaciones, y a no perder la esperanza.

La esperanza no debemos perderla porque Dios no nos abandona y no es irresponsable con la obra de su creación; todo lo hizo por amor y el amor obliga a quien ama. Además, es justo y recto, y aunque no quiere la desgracia de nadie, apoya, sostiene, defiende y premia al justo. El Señor está siempre junto a nosotros, mas aun en el final, para ser quien premie y reconozca al bueno, al justo y al humilde.

En la vida experimentamos muchas situaciones que nos llevan al desánimo, al cansancio, a la desesperanza: desgracias naturales, enfermedades, situaciones difíciles a nivel personal, familiar y social… La tentación de “abandonar”, de “rendirnos” al esfuerzo aparentemente inútil, es permanente. El cristiano tiene que resistir en la adversidad, trabajar aportando su esfuerzo y sus conocimientos y no olvidar que no está solo en esta carrera, sino que implicado en todo está el Señor, quien tanto interés tiene por el hombre.

Estos textos son una llamada a la esperanza. Siempre el Señor está junto a nosotros, especialmente en los tiempos difíciles, y la victoria final es suya.

El cristiano no debe caer en “milenarismos” (la fecha del fin solo la conoce el Señor); ni en la resignación, que es expresión de desesperanza y de impotencia; ni en catastrofismos, como si Dios no existiera o nos hubiera abandonado y todo estuviera abocado a una destrucción final. En la vida estamos expuestos al dolor y al sufrimiento, al físico y al moral, pero la desgracia mayor del ser humano está en instalarse en la corrupción (justificar el mal que se practica y en el que se vive) y el vacío y el sin sentido de la propia existencia con todas sus consecuencias.

Dios siempre está junto a nosotros y lo estará al final, porque siempre hay justicia divina (aun cuando falle la humana); porque todo esfuerzo noble y toda acción generosa tienen su fruto y su premio, es posible la esperanza.
Lo mejor es mantenerse en el propio puesto, trabajando y haciendo el bien hasta que Dios quiera.


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