Blog del párroco
SEGUNDO DOMINGO DE ADVIENTO. Ciclo B. 7-12-2014. 
viernes, diciembre 5, 2014, 11:59 PM - Comentarios a las Lecturas
DOMINGO 2º DE ADVIENTO. Ciclo B. 7-12-2014

1ª Lectura. Isaías 40, 1-5. 9-11. Preparadle un camino al Señor.

Salmo 84. Muéstranos, Señor, tu misericordia y danos tu salvación.

2ª Lectura. 2ª de Pedro 3, 8-14. Esperamos un cielo nuevo y una tierra nueva.

Evangelio. Marcos 1, 1-8. Preparadle el camino al Señor.

Este segundo domingo de adviento, las lecturas nos hacen tres encargos a quienes esperamos la venida del Señor.

El primero es “consolar”, recordando que la salvación está cerca. Quien consuela se compadece con verdadero amor, anima, comprende, acompaña, comparte la vida, el dolor y el sufrimiento. Quien consuela ayuda a poner la confianza en Dios, a mirar a lo lejos, sin anunciar más desgracias. El profeta Isaías quiere ayudar al pueblo de Israel sin que decaiga en el desánimo, ante los sufrimientos del camino.

El segundo encargo nos lo hace San Marcos en el evangelio: “preparad el camino al Señor”. Juan el Bautista es un hombre austero y enérgico; viene del desierto, donde ha vivido con muy pocas cosas, llevando una vida muy dura. Su voz resuena con mucha fuerza, quiere “allanar” y “enderezar” los caminos del Señor los que conducen a él. Su voz es creíble porque su vida es auténtica. En tiempo de Jesús había muchos predicadores que gritarían más que Juan y que serían más elocuentes, pero en Juan había humildad y verdad, fuerza, Espíritu y predicaba con su ejemplo.

El tercer encargo viene en la carta de Pedro en la segunda lectura: “esperad y haced que llegue el Señor”.
Este encargo nos exige dos cosas: no impacientarnos ante los sufrimientos de la vida porque pensamos que tarda en actuar el Señor, y que, por tanto, la esperanza es una quimera; esto conduce a pensar que solamente hay que vivir el presente, actitud muy generalizada en tiempos de poca fe. Y a cruzarnos de brazos, olvidando que el Señor espera nuestra entrega y nos implica en la construcción de un mundo más humano, justo y solidario.

El cristiano debe tener la mirada en el Señor, para confiar con certeza en él, y sabiendo que no nos abandona ni en el presente ni en el futuro; con la misión de consolar, de ser “samaritanos”, junto a tantos hermanos heridos en la vida, por tantas causas y motivos. Y esto, solamente lo podemos hacer, si caminamos junto a ellos, viviendo en austeridad y autenticidad de vida.

¡A prepararnos y a preparar el camino al Señor! Él quiere seguir estando presente en nuestro mundo.

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PRIMER DOMINGO DE ADVIENTO. Ciclo B. 30-11-2014. 
viernes, noviembre 28, 2014, 05:09 PM - Comentarios a las Lecturas
PRIMER DOMINGO DE ADVIENTO. Ciclo B. 30-11-2014. Volver a empezar, necesitamos avivar la esperanza.

1ª Lectura. Isaías 63, 16b-17; 64,1.3b-8. Señor, no te excedas en la ira.

Salmo. 79: Señor, Dios nuestro, restáuranos, que brille tu rostro y nos salve.

2ª Lectura. 1ª a Corintios 1, 3-9. El os mantendrá firmes hasta el final…el os llamó a participar en la vida de su Hijo.

Evangelio. Marcos 13, 33-37. Velad y vigilad.

Con el Adviento, comenzamos otro año litúrgico.
El año litúrgico es para los cristianos como una larga peregrinación que nos conduce a la comprensión del misterio de Cristo, pasando por los grandes momentos de su vida. Ellos nos descubren quien es Jesús y nos ayudan a entender la vida y a situarnos ante ella.

El Adviento es el tiempo de preparación, cuatro semanas, a la celebración de la Encarnación del Señor. El Adviento nos recuerda que la Iglesia vive entre dos venidas del Señor, la histórica, la primera navidad, y la que acontecerá al final de los tiempos. El Señor vendrá. No estamos solos ni abandonados en este mundo y en esta vida; el Señor vendrá con toda su gloria, como juez y como salvador. No dejará inacabado su proyecto de salvación sobre los hombres.

Por eso la virtud de este tiempo es la esperanza, resistir en la noche, esperar en un nuevo amanecer aunque la noche resulte, en muchas ocasiones, larga y dolorosa.

¡Cuántas veces nos sentimos perdidos y abandonados en esta vida! Nuestros problemas personales, el mundo, el sufrimiento de los demás, el no vislumbrar posibles soluciones ante tantas situaciones difíciles, los pecados…Visto todo solo con ojos humanos, experimentamos el miedo y nos sentimos abocados al desánimo y a la desesperanza.

Necesitamos cada adviento para recordar que el Señor no es indiferente a los sufrimientos del hombre y que hay y habrá salvación.

El Adviento nos recuerda la necesidad que tenemos de escuchar la Palabra, de abrirnos, desde la oración, a la presencia de nuestro Dios que viene a fortalecernos y a renovarlo todo. Necesitamos mucha oración, sin ella caminamos en la oscuridad.

La actitud del Adviento es la vigilancia: velad. Vigilancia a los signos, a las llamadas, a las indicaciones del Señor. No lo sabemos todo, Dios nos sorprende y nos indica caminos nuevos. No todo está perdido. La salvación viene de Dios.

Los profetas nos enseñan a mirar a lo lejos. El Bautista, a preparar el camino. San José, a colaborar con el Señor desde la discreción y al silencio. María, a esperar “con inefable amor”.

Dejemos que venga el Señor.

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SOLEMNIDAD DE JESUCRISTO REY DEL UNIVERSO. DOMINGO 34º DEL TIEMPO ORDINARIO. Ciclo A. 23-11-2014 
miércoles, noviembre 19, 2014, 03:28 PM - Comentarios a las Lecturas
DOMINGO 34º DEL TIEMPO ORDINARIO. SOLEMNIDAD DE JESUCRISTO REY DEL UNIVERSO. Ciclo A.23-11-2014.

1ª Lectura. Ezequiel 34,11-12.15-17. Yo mismo en persona buscaré a mis ovejas.

Salmo 22.El Señor es mi Pastor, nada me falta

2ª Lectura. 1ª Corintios 15,20 – 26, 28. Por Cristo todos volverán a la vida.

Evangelio. Mateo 25,31- 26,16. Cada vez que lo hicisteis con uno de estos mis humildes hermanos, conmigo lo hicisteis.

Último domingo del año litúrgico, un largo camino desde el primer domingo de adviento, contemplando los distintos momentos de la vida de Cristo y dejándonos configurar por su palabra, hasta este encuentro final en el que seremos juzgados por el amor.

A Cristo le contemplamos niño en Belén, condenado y ejecutado en el calvario, y al final del mundo, identificado con todos los pobres de la tierra: “lo que hicisteis a uno de estos mis humildes hermanos, a mi me lo hicisteis”. Así es la realeza de Dios.

Cristo es pastor que busca, conoce, sigue a sus ovejas; las conduce hacia fuentes tranquilas, las unge con perfume, repara sus fuerzas. Es el Pastor que es Rey.

En el juicio, no hay más títulos que el amor:” lo que hicisteis… lo que hicisteis… a uno de estos mis hermanos los hombres, a mí me lo hicisteis”.

La nobleza que da derecho al cielo es el amor. Los Santos Padres dicen que cuando nos amamos, vivimos ya el cielo en esta tierra.

El mundo es un lugar de guerras, de grandes, injusticias, de crueles violencias. No es el ser humano que sufre el centro y la meta. A los cristianos nos corresponde, mientras vivimos, asemejarnos al actuar de Dios y ser como Dios quiere que seamos.
El ser humano es incapaz, por la maldad de su corazón y de las estructuras del mundo, de construir un mundo de hermanos con iguales posibilidades y derechos, y no con tantas diferencias, miserias, esclavitudes y pecados

El juicio final del que nos habla el evangelio, nos recuerda que, habrá justicia, la de Dios, porque Dios está tan comprometido en nuestra historia, que todo lo que vive y sufre cada ser humano, lo vive y lo sufre Dios, y que seremos juzgados por el amor.

La urgencia de la palabra de Jesús nos insiste en que seamos eficaces, organizados, comprometidos ante todas las causas que hacen sufrir al ser humano.

Ni podemos aceptar leyes que ven como normales grandes injusticias ni pecados, ni conformarnos con una caridad que se reduce a una asistencia momentánea. Debemos ir a las raíces del mal. Juan Pablo II ya nos pedía que fuéramos creativos en las formas de entender y vivir la caridad que cada tiempo y circunstancia nos exige.

Somos ciudadanos de este reino, el de Dios, nos sentimos enviados por Jesús, para actuar como él, con sus valores, su sensibilidad, su estilo…para que él sea respetado en el hombre que sufre y este mundo se parezca más a su proyecto inicial. El es el único que mantiene despierta nuestra esperanza.

En la persecución religiosa de 1936 en España, la aclamación a Cristo Rey, daba fuerza a los numerosísimos y heroicos mártires, a mantener la fe por más allá del miedo a las torturas y al martirio. Que el deseo de mantenernos fieles a su amor nos de fortaleza en todas las dificultades.


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DOMINGO 33º DEL TIEMPO ORDINARIO. DIA DE LA IGLESIA DIOCESANA. Ciclo A. 16-11-2014 
sábado, noviembre 15, 2014, 10:53 PM - Comentarios a las Lecturas
DOMINGO 33º DEL TIEMPO RODINARIO Ciclo A. 16-11-2014. Día de la Iglesia Diocesana.
1ª Lectura. Proverbios 31, 10-13.19-20. 30-31. Trabaja con la destreza de sus manos.

Salmo 127. Dichoso el que teme al Señor.

2ª Lectura. Primera a Tesalonicenses 5, 1-6. El día del Señor llegará como un ladrón en la noche.

Evangelio. Mateo 25, 14-30. Como ha sido fiel en lo poco, pasa al banquete de su Señor.

En el final del año litúrgico, la liturgia nos habla cada domingo, de la espera en la venida del Señor. Hoy, con la parábola de los talentos, se nos pide que la espera sea activa; que fructifiquen las cualidades, los medios, todo lo que se nos ha confiado.

En la parábola, lo que se entrega a los empleados no es mucho: unos pocos talentos. La felicitación y alabanza del señor proviene porque los trabajadores han sido fieles en lo poco y han multiplicado lo recibido.

El servidor que no quiere correr riesgos y entierra el talento ha sido vago, descarado y cobarde. Vago, porque no hizo nada; descarado, porque trata al señor de arbitrario, “siegas donde no siembras y recoges donde no esparces”; y cobarde, “tuve miedo”, como excusa para no implicarse y trabajar.

Interpeladora parábola de la responsabilidad ante todo lo que somos porque lo hemos recibido, y que podemos leer a nivel personal, eclesial o social. Tenemos que multiplicar lo que gratuitamente somos y hemos recibido, porque no es nuestro, y porque al trabajarlo se conserva, se multiplica y puede llegar a otros.

¡Qué lejos queda la enseñanza del Señor del ambiente cultural que hemos creado! Somos trabajadores, no dueños y quien tiene más posibilidades, personales y sociales, tiene más responsabilidades. El Señor nos pedirá cuentas.

La primera lectura nos habla de la riqueza que entraña encontrar una mujer trabajadora. Es más valioso que la riqueza, la belleza, el poder…Nuestro trabajo generoso y bien hecho es nuestra mejor aportación a los demás y la expresión de nuestra responsabilidad ante Dios, ante la sociedad y ante nosotros mismos. Deseamos que cuando el Señor nos llame nos encuentre en el surco de nuestras responsabilidades cumpliendo con nuestro deber. Es la mejor forma de estar vigilantes.

Hoy es el día de la Iglesia Diocesana. En ella hemos nacido a la fe, y desde ella vivimos la comunión con toda la Iglesia. Hoy nos sentimos especialmente responsables de sus necesidades, de sus instituciones y de su tarea evangelizadora. No hemos recibido toda la riqueza que supone ser cristiano para enterrarlo en un pozo y que no se contamine o se pierda. La parábola de los talentos es una invitación expresa a la evangelización, “lo que habéis recibido gratis, dadlo gratis”. La caridad es el “talento” que siempre fructifica y que más necesita nuestro mundo. La caridad es Dios.


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DOMINGO 32º DEL TIEMPO ORDINARIO. DEDICACION DE LA BASILICA DE LETRAN. Ciclo A. 9-11-2014 
sábado, noviembre 8, 2014, 03:39 PM - Comentarios a las Lecturas
DOMINGO 32º DEL TIEMPO ORDINARIO. DEDICACIÓN DE LA BASILICA DE LETRAN. Ciclo A. 9-11-2014.

1ª Lectura. Ezequiel 47, 1-2.8-9.12. La fuente de agua viva.

Salmo 45. El correr de las acequias alegra la ciudad de Dios, el altísimo consagra su morada.

2ª Lectura. 1ª Corintios 3, 9-11. 16-17. Sois edificio de Dios y el Espíritu habita en vosotros.

Evangelio. Juan 2, 13-22. Un nuevo templo, una religión más humana.

La basílica de San Juan de Letrán es la catedral de Roma. De la época constantiniana, su dedicación, como primer templo de la cristiandad, se celebra este día desde el siglo XI.

El templo es la casa de Dios, la morada de Dios, entre las casa de los hombres. En el Antiguo Testamento era el lugar donde aparecía la gloria de Dios y donde se guardaba lo más sagrado que tenía el pueblo para el culto a Dios. Lugar de ofrendas y sacrificios, lugar de encuentro con Dios y con los hermanos, lugar de oración.

Cristo nos enseña que el verdadero templo es él: “Destruid este templo y en tres días lo reedificaré (se refería al templo de su cuerpo) porque en su Persona se manifiesta la gloria de Dios, en los milagros y en su amor entregado en la Cruz.
Nos dice el profeta Ezequiel que del templo surtían manantiales de agua que purificaban las aguas pútridas del mundo. Nos narra San Juan que del costado abierto de Cristo surge el agua que purifica, que regenera, y la sangre, el Espíritu que hace renacer.

Después de Cristo, el templo en el que reconocemos y se oculta Dios es el hermano, el pobre. Y la verdadera religión supone vivir la caridad de verdad, con obras.

La religión se pude corromper. Esa es la que expulsa el Señor del templo. Cuando queda reducida a ritos, costumbres, negocios, actos meramente sociales…y queda vacía de misericordia y de justicia. Hay muchos lugares donde Dios no está. Siempre lo encontramos en el “hermano pobre y desamparado”, como nos recuerda una de las plegarias eucarísticas.

Debemos cuidar la dignidad, el respeto y el decoro de nuestros templos: son lugares de oración; allí celebramos y reservamos la Eucaristía y los grandes acontecimientos de nuestra vida, en los sacramentos; allí tomamos conciencia de que la comunidad es una familia. Allí acontece Cristo, que nos quiere ir transformando en él. Es el hogar de los que están solos, de los que están cansados y desesperanzados. Es la casa de Dios y la casa de los cristianos.

Pero, por el bautismo, fuimos hechos templo y morada de Dios, por la misericordia de Dios. Y en el profundo respeto al pobre, y en el compromiso por los hermanos que más sufren, está el acto de religión que a Dios más le agrada.

Amar a Dios y al prójimo. Contemplación y acción. Presencia de Dios y cercanía al hermano. Que nuestros templos sean casas de oración y hogares de fraternidad donde cada persona pueda sentirse amada, acogida, reconocida, acompañada y ayudada.


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